Tom Lehrer: El genio matemático que conquistó la sátira musical y desafió las normas sociales

Recordamos la audaz e irreverente obra del brillante compositor y profesor que hizo reír al mundo con ácido ingenio y un piano afilado

Un genio precoz con doble vida

Tom Lehrer no fue una figura convencional del mundo del espectáculo. Nacido en Nueva York en 1928, ingresó a Harvard con apenas 15 años y se graduó en matemáticas a los 18. Su intelecto precoz lo convirtió en un académico destacado, pero fue su vena artística la que lo hizo inmortal para el público general. Lehrer vivió en una dualidad: profesor de matemáticas de día, compositor de sátiras musicales de noche.

Su capacidad para combinar la lógica matemática con el humor ácido de sus letras le abrió un lugar en la cultura pop desde la década de 1950. Su obra, limitada pero contundente, dejó una marca indeleble en la sátira estadounidense, burlándose de todo, desde la política internacional hasta las canciones infantiles.

La sátira como herramienta de crítica social

La música de Lehrer era provocadora, intelectual y profundamente política. A través de canciones como “Poisoning Pigeons in the Park” o “The Vatican Rag”, abordaba temas tabú como la religión, el racismo y la amenaza nuclear. Su estilo recordaba a los musicalistas victorianos Gilbert y Sullivan, o al agudo Stephen Sondheim, amigo personal de Lehrer.

“Bájate de rodillas, juega con tus rosarios. Inclina la cabeza con gran respeto, y genuflexión, genuflexión, genuflexión”, cantaba en una irreverente crítica a los rituales católicos, sin perder jamás la educación ni el refinamiento.

La crítica lo amó. El respetado musicólogo Barry Hansen afirmó: “Tom Lehrer es el satirista musical más brillante jamás grabado.” Esta afirmación se refleja en el legado de Lehrer, que influyó a generaciones de humoristas y músicos, desde Randy Newman hasta “Weird Al” Yankovic.

Obra limitada, impacto colosal

Lehrer componía solo cuando tenía una idea realmente digna. Nunca se forzó a escribir. “Cuando tenía una idea graciosa, la escribía. Si no, no lo hacía”, explicó en 2000. Su carrera discográfica formal se reduce a tres álbumes grabados durante las décadas de 1950 y 1960:

  • 1953: Songs by Tom Lehrer
  • 1959: More of Tom Lehrer
  • 1965: That Was the Year That Was

En estos álbumes se encuentran joyas como “Pollution”, una crítica temprana al daño ecológico, o “Who's Next?” que satiriza la proliferación nuclear. Incluso cuando sus canciones abordaban los temas más oscuros (como la guerra termonuclear), lo hacía con tanto ingenio que era imposible no reírse.

Una carrera decididamente atípica

El éxito no desvió a Lehrer de su vocación académica. Tras servir dos años en el ejército, regresó al ámbito universitario como profesor. Enseñó en Harvard, el MIT y finalmente en la Universidad de California en Santa Cruz, donde continuó dictando clases hasta bien entrados los 70 años.

Sus presentaciones públicas fueron escasas. Lehrer prefería que sus canciones hablaran por sí solas, como lo afirma su célebre frase: “Salir a dar conciertos noche tras noche sería como si un novelista tuviese que leer su novela en voz alta todos los días.”

Irónicamente, sus canciones ganaron vida propia incluso sin él. En los años 70, compuso temas para el programa educativo infantil The Electric Company. Además, en 1980 se montó en Londres Tomfoolery, un musical basado en su obra, producido por Cameron Mackintosh, que reavivó el interés por su música.

Humor sin banderas

Tom Lehrer nunca se adscribió a una ideología en particular. Su sátira era igual de incisiva con conservadores y progresistas, con políticos o con las élites académicas. En una época marcada por el temor a la censura y el macartismo, Lehrer sorteó la polémica con una inteligencia demoledora. Incluso atacando la segregación del sur en “I Wanna Go Back to Dixie”, o ridiculizando la cultura universitaria en “Fight Fiercely, Harvard”, sus letras pasaban más como arte que como ataques.

Su estilo se mantuvo alejado del escándalo gratuito. Nunca recurrió a groserías o insultos directos. Su humor era cerebral, algo elitista, pero siempre hilarante.

Renuncia al derecho de autor: un último acto rebelde

En 2020, Lehrer sorprendió al mundo al liberar su obra del copyright. “Los derechos sobre todo el material de Tom Lehrer han sido cedidos al dominio público. No se requiere permiso ni pago para usarlo de ninguna forma,” anunció en su sitio web.

Este acto fue una culminación poética a su filosofía. A Lehrer nunca le interesó ganar fama o fortuna con sus canciones. Le bastaba reconocer su poder para educar, entretener y abrir mentes.

Legado más allá de la música

Hoy, mientras otros artistas luchan por proteger sus propiedades intelectuales, el gesto de Lehrer cobra enorme relevancia. Abandonó los escenarios y cedió su propiedad intelectual, reafirmando que el arte, cuando nace de la convicción, se basta por sí solo para perdurar.

Su influencia ha sido reconocida por múltiples figuras de la cultura popular. South Park, The Simpsons, Saturday Night Live... muchos de los programas más provocativos y lúcidos de las últimas décadas siguen el camino que Lehrer abrió.

Como educador, él también dejó una marca. Aunque decenas de alumnos se inscribían en sus clases esperando chistes y canciones, se encontraban con clases rigurosas de cálculo y álgebra. Pero todos admitían que detrás de su seriedad, había un verdadero humanista.

Una última lección

Tom Lehrer falleció a los 97 años en su hogar en Cambridge, Massachusetts. Lo hizo tranquilo, probablemente sabiendo que su mensaje seguía más vigente que nunca. En tiempos de polarización, censura y sarcasmo vacío, su modelo de humor culto, sin golpes bajos, es más necesario que nunca.

“La vida es como una alcachofa: hay que ir quitando capa por capa hasta llegar al corazón. Y luego, te das cuenta de que es muy pequeño.” — Tom Lehrer

Sus palabras siguen resonando con esa ironía afilada que no envejece. Como una ecuación bien planteada, su arte resiste el paso del tiempo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press