Siria entre urnas y fuego: ¿pueden las elecciones parlamentarias salvar la frágil transición?
Con el derrocamiento de Bashar al-Assad aún fresco y la violencia sectaria estallando nuevamente, las elecciones parlamentarias de Siria en septiembre podrían definir el destino político del país por años
Un nuevo capítulo tras décadas de dictadura
La política siria ha entrado en un terreno completamente inexplorado desde el colapso exprés del régimen de Bashar al-Assad, derrocado tras una ofensiva rebelde en diciembre. Esa caída, que parecía inconcebible durante más de dos décadas, ha dado paso a una etapa interina encabezada por el presidente Ahmad al-Sharaa. A pesar de que la guerra civil aún deja secuelas físicas y humanas, las nuevas autoridades nacionales han anunciado las primeras elecciones parlamentarias desde la salida de Assad, a celebrarse entre el 15 y el 20 de septiembre.
En una nación profundamente marcada por el trauma de la guerra, el exilio masivo y la represión sectaria, ¿puede una elección realmente sentar las bases para una democracia funcional?
Las reglas del nuevo juego parlamentario
Según declaraciones del presidente del Comité Superior para las Elecciones de la Asamblea del Pueblo, Mohammed Taha al-Ahmad, las elecciones utilizarán un sistema mixto. De los 210 escaños del parlamento, una tercera parte será nombrada directamente por el presidente interino, y el resto se elegirá a través de sufragios provinciales indirectos gestionados por colegios electorales locales.
Esto representa tanto un riesgo como una oportunidad. Por un lado, nombramientos unilaterales podrían traducirse en cuestionamientos de legitimidad democrática; por otro, la infraestructura institucional para elecciones libres aún está en construcción, por lo cual este modelo mixto puede verse como un puente hacia una democracia plena.
Una constitución temporal, una estabilidad efímera
La actual gobernabilidad se basa en una constitución provisional firmada en marzo de este año. Esta carta magna contempla la creación de un Comité Popular que haga las veces de Parlamento interino hasta que se redacte y apruebe una constitución permanente. Este proceso podría extenderse por años, dependiendo de la voluntad política entre los múltiples actores involucrados.
No obstante, el contexto nacional no es favorable: apenas semanas después del anuncio electoral, la tensión sectaria volvió a encender la mecha de la violencia.
El polvorín de Sweida: sectarismo, lealtades divididas, intervención extranjera
A principios de julio, el sur del país —específicamente la provincia de Sweida— estalló en violencia sectaria derivada de secuestros mutuos entre tribus beduinas armadas y milicianos de la minoría drusa. Más de un centenar de personas murieron en los enfrentamientos, muchos de ellos civiles drusos.
Lo más polémico fue la intervención del ejército sirio, que supuestamente debía pacificar el conflicto, pero terminó alineándose con las tribus beduinas y, según denuncias, cometiendo atrocidades como ejecuciones sumarias y saqueos.
La situación escaló aún más cuando Israel intervino directamente con bombardeos a escuadrones pro-gubernamentales y al edificio del Ministerio de Defensa en Damasco, argumentando su deber de proteger a los drusos, que también son una comunidad significativa en el norte israelí.
¿Puede funcionar un sistema electoral en medio del caos?
En condiciones ideales, las elecciones son mecanismos para canalizar diferencias e institucionalizar el conflicto político. Pero en Siria hoy, la violencia persiste, el tejido social sigue roto y la desconfianza es la norma. Desde 2011, más de medio millón de personas han muerto en el conflicto y más de 13 millones —la mitad de la población— se han visto forzadas a huir de sus hogares (ONU, 2023).
Además, el espectro del confesionalismo (división política por líneas sectarias) amenaza con sabotear cualquier intento de recosido nacional. Los drusos han perdido la fe en Damasco mientras que otras comunidades sunníes ven con escepticismo las intenciones de la nueva élite gobernante, parte de la cual proviene de facciones disidentes con pasado ambiguo.
La fragmentación administrativa: ¿una república o muchas?
Actualmente, Siria está administrativamente fragmentada. El norte está bajo control de facto de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), con fuerte apoyo kurdo y norteamericano. El suroeste, influenciado por Jordania y milicias locales, se maneja autónomamente. El este y centro (incluyendo Damasco) están bajo los nuevos órganos provisionales, aunque su legitimidad sigue siendo cuestionada.
La celebración de elecciones bajo este mosaico de controles levanta la gran pregunta: ¿para quién será representativo ese Parlamento? ¿Acaso las zonas no controladas votarán? ¿Cómo garantizar la transparencia?
El papel de la comunidad internacional: entre el escepticismo y la expectativa cauta
Washington, París y Londres han saludado la convocatoria electoral como “señal positiva”, aunque aún no han reconocido oficialmente a al-Sharaa como jefe de Estado legítimo. Por su parte, Moscú ha mantenido, desde la salida de Assad, un silencio estratégico, mientras sus fuerzas comienzan a evacuar completamente Tartus y Latakia, donde mantenían bases militares navales desde 2016.
La ONU, bajo el liderazgo de Volker Türk en Derechos Humanos, ha enviado una misión exploratoria para validar las condiciones mínimas de seguridad y libertad política. Sin embargo, han señalado que la participación de observadores internacionales aún no está garantizada.
¿Esperanza renacida o repetición histórica?
Los escépticos recuerdan que Siria ha realizado múltiples elecciones durante el gobierno de Assad, pero siempre estuvieron marcadas por el fraude, la exclusión política y la represión brutal. La nueva dirigencia afirma que eso quedó atrás, pero la falta de transparencia en las reglas del juego, sumado a un entorno todavía bélico, levanta dudas legítimas.
Un ejemplo: se desconoce si los exiliados tendrán derecho a votar. Esto es clave, pues según ACNUR, más de seis millones de sirios viven en el exterior. ¿Se les incluye o se les silencia?
Lecciones del pasado: ¿puede Siria inspirarse en otros casos?
Países como Ruanda post-genocidio o Colombia post-acuerdo de paz han conseguido realizar elecciones relativamente exitosas tras conflictos interiores brutales. La clave ha sido una combinación de mecanismos de justicia transicional, participación equitativa y fuertes pactos constitucionales.
La pregunta es si Siria tiene los actores y la voluntad para replicar esos procesos o si el anuncio electoral es un simple gesto cosmético en medio del caos.
La historia reciente indica que elecciones por sí solas no producen democracia; necesitan ser parte de un ecosistema de instituciones que promuevan la reconciliación, justicia y pluralismo.
Reflexión final
Todo parece indicar que septiembre podrá marcar el inicio de una nueva etapa en Siria, pero también podría ser el reinicio cíclico de un país que no ha logrado salir del círculo de violencia, faccionalismo y autoritarismo que lo ha consumido por más de una década.
Bajo el sonido cruzado de los disparos y las urnas, el pueblo sirio vuelve a apostar por su derecho a elegir, aun cuando las reglas del juego siguen siendo inciertas y los dados cargados de historia.