COP30 en Belém: ¿La cumbre climática más realista (y necesaria) hasta ahora?

Brasil desafía la tradición de sedes lujosas y lleva el debate climático al corazón de la Amazonía con una propuesta incómoda pero urgente

Una elección de sede con mensaje

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año, la COP30, promete ser diferente a todas las anteriores. En lugar de celebrarse en ciudades turísticas de lujo como Sharm El-Sheikh, Bali o Dubai, este encuentro sin precedentes se realizará en Belém do Pará, una ciudad empobrecida en la entrada oriental de la selva amazónica. Esta decisión, respaldada por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, no es un error logístico: es una declaración política, ecológica y ética.

“No podemos ocultar el hecho de que vivimos en un mundo con muchas desigualdades,” explicó André Corrêa do Lago, presidente designado de la COP30 y experimentado diplomático brasileño. “La sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático deben acercarse a la gente.”

La COP de las soluciones... ¿o de los desafíos?

El objetivo principal de esta COP es lograr que los países no solo actualicen sus compromisos climáticos asumidos en el Acuerdo de París (2015), sino que transformen su visión: ver el cambio climático no como una amenaza aislada, sino como una intersección de pobreza, equidad, desarrollo y preservación ambiental. Y eso, dice Corrêa do Lago, implica incomodarse.

Belém, con una infraestructura aún en desarrollo y un elevado índice de pobreza relativa, colocará frente a los líderes internacionales temas que rara vez se abordan desde las lujosas salas de negociación: ¿cómo enfrentar la crisis climática desde su epicentro social, ambiental y político?

Una ciudad símbolo de la Amazonía

Belém no es solo un lugar simbólico por su cercanía al pulmón del planeta, el Amazonas. También representa una región donde los efectos del cambio climático ya son palpables: deforestación, pérdida de biodiversidad, sequías, inundaciones y desplazamientos de comunidades indígenas y rurales.

Un estudio publicado en ‘Nature’ en 2021 reveló que partes de la selva amazónica ya emiten más CO₂ del que capturan, cambiando su papel de sumidero de carbono a fuente de emisiones. Se estima que Brasil perdió aproximadamente 13.000 km² de bosque solo en 2021, según datos del sistema PRODES del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE).

Alojamientos a precios exorbitantes y soluciones creativas

Aunque la intención de llevar el evento a Belém es clara, no ha sido sin dificultades logísticas. A seis meses del evento y con una expectativa de 90.000 asistentes, la ciudad enfrenta una preocupante escasez de alojamiento.

Algunos hoteles han llegado a cobrar hasta 15 mil dólares por noche, lo que ha provocado que activistas y delegaciones de países en desarrollo consideren reducir su participación. La respuesta del gobierno brasileño ha sido innovadora pero limitada: ha contratado dos cruceros con capacidad para 6.000 camas y ha declarado feriado local durante la cumbre para fomentar el alquiler de viviendas particulares.

Sin embargo, ¿es esto suficiente? Corrêa do Lago asegura que “los precios ya están bajando” —aunque medios locales como O Globo y Folha de São Paulo reportan lo contrario.

El reloj climático corre: compromisos pendientes

Uno de los aspectos más críticos de esta COP es la entrega de los nuevos planes nacionales de reducción de emisiones. Según el Acuerdo de París, los países deben presentar una actualización cada cinco años. La primera ronda de estas actualizaciones debía llegar en 2020, pero la pandemia las retrasó. Ahora el plazo es septiembre de 2025.

El objetivo principal sigue siendo claro: evitar superar 1.5 °C respecto a los niveles preindustriales. Sin embargo, el mundo ya está rozando los 1.3 °C de calentamiento promedio y 2023 rompió todos los récords como el año más cálido jamás registrado, según la Copernicus Climate Change Service.

Como advirtió el Secretario General de la ONU, António Guterres, en una reciente entrevista: “Si los compromisos no reflejan una reducción masiva y creíble de las emisiones, enfrentaremos consecuencias devastadoras.”

Financiamiento climático: la deuda pendiente

Desde la Cumbre de Copenhague en 2009, los países ricos prometieron movilizar 100.000 millones de dólares anuales para ayudar a las naciones en desarrollo a enfrentar el cambio climático. Esa cifra jamás se alcanzó plenamente. Ahora el nuevo objetivo es $1.3 billones (trillion en inglés) de aquí a 2030.

Pero esa promesa ni siquiera figura en la agenda formal de la COP30. Corrêa do Lago confirma que es una prioridad para Brasil, aunque diplomáticamente lo denomina un “tema paralelo.”

El fallo de la Corte Internacional de Justicia reaviva esperanzas

Otra razón para considerar a esta COP como histórica es el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que declaró que un “medio ambiente limpio y saludable constituye un derecho humano fundamental.” Esa decisión puede fortalecer jurídicamente los reclamos de las naciones más vulnerables ante la inacción climática.

“El incumplimiento de un Estado en tomar medidas adecuadas para proteger el sistema climático puede constituir un acto internacionalmente ilícito,” dijo el presidente de la CIJ, Yuji Iwasawa, durante la audiencia del 24 de abril.

La Amazonía y la oportunidad de otro modelo de desarrollo

Bajo el liderazgo de Lula, Brasil ha recuperado el protagonismo climático. Después de cuatro años de negacionismo ambiental durante la administración Bolsonaro, Lula ha impulsado múltiples iniciativas para reducir la deforestación, incluyendo alianzas con Noruega, Alemania y Reino Unido para reforzar el Fondo Amazonía.

Pero hay un dilema más profundo: ¿cómo avanzar hacia un modelo de desarrollo que no dependa de la destrucción del bosque?

Potencialmente, la selva amazónica ofrece ingresos a través del ecoturismo, la bioeconomía y los servicios ambientales. Sin embargo, requiere inversión, protección jurídica y un enfoque que priorice a las comunidades locales como actores clave del cambio.

Una COP incómoda, pero urgente

La elección de Belém como sede revela una apuesta por mostrar el rostro más crudo y real de la crisis climática. Ya no se trata de que los líderes discutan desde la comodidad de hoteles cinco estrellas, sino de que caminen entre las consecuencias de sus (in)acciones pasadas y presentes.

Como dijo Corrêa do Lago: “Esperamos que esta COP sea recordada como una COP de soluciones, una COP donde se entienda que esta agenda puede crear más oportunidades que sacrificios.”

Sin duda, una meta ambiciosa. Pero cada vez más urgente.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press