Esperanza en la frontera: Solidaridad y resiliencia ante el conflicto entre Tailandia y Camboya

Pese a los combates, comunidades e individuos transforman el miedo en acciones humanitarias para apoyar a los desplazados y quienes protegen sus pueblos

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Por toda la frontera entre Tailandia y Camboya, la lucha por el territorio ha reavivado fuegos dormidos desde hace décadas. La reciente escalada en los combates ha cobrado vidas, forzado desplazamientos masivos y sumido poblaciones enteras en una peligrosa incertidumbre. Sin embargo, en medio del fuego cruzado y el miedo, también brillan destellos de resistencia brillante y humanidad cruda.

Conflicto fronterizo: historia encendida

La fricción entre ambos países no es nueva. Desde el siglo XX, disputas territoriales —particularmente en torno al templo Preah Vihear— han generado periodos esporádicos de enfrentamientos. Aunque en 1962 la Corte Internacional de Justicia reconoció la soberanía camboyana sobre el templo, los desacuerdos sobre los terrenos circundantes han continuado. Los brotes en 2008 y 2011 dejaron muertos y heridos, pero lo que ocurre en 2025 parece más extendido y peligroso. Según el monje camboyano Tho Thoross: “El enfrentamiento actual es diez veces más grande que los anteriores”.

Un templo como búnker de esperanza

A solo 10 kilómetros de la frontera, en la provincia tailandesa de Surin, un templo budista se ha convertido en refugio improvisado. Este monasterio, cuyo nombre no se revela por seguridad, construyó un búnker usando tuberías de concreto y techos de hojalata reforzados con tierra. Obra de los monjes y vecinos, este refugio brinda seguridad por las noches a seis monjes y a aproximadamente 12 aldeanos, así como a más de diez perros callejeros.

El abad Phut Analayo dice que permanecer en el templo es un acto de espíritu: “Si me voy, la gente que depende de nosotros perderá su ánimo. Yo también tengo miedo, pero me quedaré aquí todo lo que pueda”.

El salón de baile convertido en centro de ayuda

En otro rincón de Surin, un grupo de jubilados que normalmente se reúnen a practicar baile de salón decidió cambiar el ritmo por la solidaridad. La profesora Chadaporn Duchanee y sus alumnos reunieron productos de higiene, ropa y mantas para entregarlos en refugios donde hay más de mil personas desplazadas. Con una sonrisa y energía intacta, estos adultos mayores demostraron que incluso los momentos más oscuros pueden inspirar actos nobles.

“Todos salieron con lo puesto, corriendo por sus vidas”, comenta Chadaporn. Su compañera, la septuagenaria Prapha Sanpote, agrega: “Tuvieron que dejar todo: casas, ganado, incluso a sus perros. Todo se ve afectado”.

Ayuda móvil: una tienda que no vende, regala

En el límite de las provincias camboyanas de Siem Reap y Oddar Meanchey, una estructura simple, con cajas de botellas de agua y bolsas de verduras, cambia vidas diariamente. Este improvisado puesto regala alimentos tanto a pobladores huyendo como a soldados que avanzan hacia el frente.

Chhar Sin, voluntaria de 28 años, dirige la iniciativa desde Srey Snam. “Estamos aquí para dar. Algunos vienen con una muda de ropa y un sombrero. No tienen nada”, explicó. Familias enteras llegan con refrigerios donados: rambutanes, plátanos o arroz envuelto en hojas de plátano, como el que cocinó Kim Muny, quien cerró su tienda por un día para alimentar a los soldados.

“Nuestros soldados no tienen tiempo para cocinar, así que lo haremos por ellos”, declara con sencillez Kim.

Pagodas que no se rinden

En Samrong, capital provincial de Oddar Meanchey, la pagoda de Wat Prasat Samrong Thom es un faro de espiritualidad en medio del caos. Fundada hace más de un siglo, esta estructura se mantiene en pie a pesar de la amenaza de bombardeos y ataques aéreos. Allí, el monje jefe Tho Thoross se niega a abandonar el templo, mientras la mayoría de los 40 monjes ya evacuaron.

Además de alojar a nueve religiosos desplazados de otras pagodas, Tho Thoross se encarga de alimentar a transeúntes que cruzan buscando seguridad. “Como monje budista en una provincia fronteriza, hago un llamado a ambos países para encontrar una solución que beneficie a todos”, expresó a medios presentes.

El papel espiritual de los templos

Los templos budistas —en ambas naciones, mayoritariamente budistas— no sólo son centros religiosos sino también comunitarios. Durante siglos han ofrecido educación, refugio y apoyo emocional en tiempos de desastre natural, guerra o necesidad. Esto convierte a los monjes en figuras vitales en momentos de adversidad.

En momentos como este, el valor de su presencia trasciende lo espiritual. Protegen el alma colectiva de las comunidades mientras preservan un sentido de permanencia cuando todo lo demás parece desplomarse.

Un conflicto sin resolución aún en el horizonte

Mientras aumentan los llamados internacionales por un cese al fuego, ninguna de las partes ha cedido en la lucha ni ha promovido conversaciones formales. Hasta ahora, se han reportado decenas de muertes y más de 30,000 desplazados en ambas fronteras.

Con las tensiones tan altas, es fácil dejarse arrastrar por titulares bélicos. Pero narrar también las historias ínfimas de compasión, valentía y solidaridad es esencial para conectar políticas y conflictos con la vida humana real. Como dijo Chadaporn, la maestra de baile, “hagamos que el sufrimiento sirva de impulso para ayudarnos unos a otros”.

Cooperación binacional desde la base

Una verdad del conflicto es que el pueblo, más allá de los gobiernos, muchas veces no quiere enfrentarse. Lo supieron quienes donaron frutas o construyeron búnkers. Lo supieron quienes cocinaron arroz y quienes permanecen rezando en los templos. Desde ambas trincheras, las manos se extienden en lugar de empuñar armas.

La frontera entre Camboya y Tailandia está ardiendo. Pero bajo las llamas, palpita fuerte un corazón civil que late por la paz.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press