La Universidad de Columbia bajo presión: ¿Un modelo para el futuro o una alerta sobre la autonomía académica?

El acuerdo millonario con el gobierno de Trump redefine las reglas del juego universitario en EE. UU. y desata un debate feroz sobre antisemitismo, DEI y libertad académica

Una resolución histórica que sacude la educación superior

Columbia University, una de las instituciones académicas más prestigiosas del mundo, ha sido protagonista de un acuerdo sin precedentes con la administración Trump. Con el objetivo de recuperar más de 220 millones de dólares en fondos federales para investigación, Columbia accedió a una serie de condiciones que han encendido el debate sobre la autonomía universitaria, la lucha contra el antisemitismo y el papel de los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI).

Este acuerdo, el primero de su tipo desde el regreso de Donald Trump a la presidencia, señala el inicio de una campaña más amplia para reformar, o según sus críticos, controlar el sistema de educación superior estadounidense.

Lo que implica el acuerdo con Columbia

El pacto con Columbia no fue gratuito. Para acceder nuevamente a fondos federales, la universidad debió aceptar lo siguiente:

  • Contratación obligatoria de profesores especializados en estudios judíos.
  • Evaluación y revisión interna de la currícula para garantizar "balance académico".
  • Supervisión externa mediante un monitor independiente.
  • Obligación de presentar informes regulares sobre admisión, contratación y disciplina para auditorías de cumplimiento.
  • Restricciones adicionales al uso de criterios raciales en admisión, incluso más allá del fallo de la Corte Suprema de 2023 que anuló la acción afirmativa tradicional.
  • Restricciones al apoyo económico y revisión más estricta de los perfiles de estudiantes internacionales.
  • Cumplimiento cabal con la interpretación de la administración Trump del Título IX, en lo concerniente a los atletas transgénero.

A cambio, Columbia logró conservar un mínimo de independencia en contratación y selección de estudiantes, así como control sobre el contenido académico.

¿Concesión estratégica o claudicación?

Reacciones a nivel nacional no se hicieron esperar. Mientras algunos, como Lawrence Summers (ex presidente de Harvard), lo calificaron como un "modelo excelente" para futuros acuerdos, otros lo ven como un momento de inmensa pérdida para la libertad académica. El congresista Jerry Nadler calificó la decisión de Columbia como una "rendición cobarde" y advirtió sus impactos a largo plazo.

“Columbia ha efectivamente ondeado la bandera blanca en el corazón de la guerra de la administración Trump contra la educación superior y la libertad académica” — Jerry Nadler

Desde esta óptica crítica, el acuerdo representa una forma de chantaje regulatorio: se condiciona el acceso a recursos federales mediante acuerdos particulares que responden a una agenda política más amplia.

Esto es precisamente lo que denuncia David Pozen, profesor de derecho en la universidad:

“En resumen, este acuerdo da forma legal a un esquema de extorsión” — David Pozen

Harvard: ¿el próximo objetivo?

Mientras Columbia negoció, Harvard optó por la confrontación legal. Hasta la fecha, la universidad ha perdido miles de millones en financiamiento federal. Trump ha enviado señales contradictorias, insinuando que un acuerdo está cerca para luego retractarse días después.

La posición de Harvard se ha convertido en una especie de resistencia simbólica académica y numerosos rectores universitarios han manifestado su apoyo, viendo en esta lucha legal un intento de mantener su independencia frente a una presión política sin precedentes.

Trump, por su parte, ha dejado claro que no tiene prisa. “Mucho de esto va a depender de cuánto reciba Harvard en el futuro. Y no va a ser mucho”, afirmó recientemente.

Un plan maestro en expansión

Columbia tal vez sea sólo el primer paso. Actualmente, decenas de universidades están siendo investigadas por la administración Trump por supuestos incidentes de antisemitismo, el manejo de atletas transgénero en deportes femeninos y sus políticas DEI.

Recientemente, la administración firmó un acuerdo con la Universidad de Pennsylvania para modificar expedientes relacionados con la atleta Lia Thomas y emitir disculpas a las atletas mujeres que “salieron perjudicadas”.

En Virginia, el rector de la Universidad estatal renunció en medio de una investigación federal vinculada a DEI. El patrón está claro: presión política, vigilancia federal y acuerdos que redefinen la vida universitaria.

¿Un nuevo equilibrio para la educación superior?

La administración ha señalado que el trato con Columbia puede fungir como una hoja de ruta. La Secretaria de Educación, Linda McMahon, declaró:

"Creo que estos cambios harán eco en todo el sector educativo superior y cambiarán el curso de la cultura universitaria por años."

Y es que es precisamente esto lo que está en juego: una batalla cultural. Las universidades, en especial las privadas y de élite, han sido señaladas como bastiones del progresismo. Para muchos simpatizantes de Trump, estos acuerdos representan una oportunidad de "recuperar" las universidades.

Repercusiones futuras y la incógnita internacional

Uno de los elementos más novedosos del acuerdo con Columbia es la restricción dirigida a estudiantes internacionales. Con un 40% de su matrícula perteneciente a este grupo, Columbia recibirá un golpe significativo si ve limitada su capacidad de atraer estudiantes del exterior.

Esto refleja otro aspecto de la nueva agenda: fortalecer una visión más nacionalista de la educación, donde se privilegia al estudiante estadounidense tanto en admisiones como en recursos.

El precedente Columbia: ¿exportable?

La pregunta inevitable es: ¿seguirá el resto de universidades el camino de Columbia, o lucharán como Harvard?

Las consecuencias de este acuerdo probablemente tardarán años en manifestarse claramente. Puede configurarse un precedente que moldee la política universitaria en EE. UU. o servir como alerta sobre los límites de la autonomía institucional ante presiones económicas y políticas.

Lo único cierto por ahora es que el campo de batalla se ha establecido y la educación superior se ha convertido en una nueva trinchera ideológica.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press