¿Justicia para Siria? El juicio simbólico contra Bashar al Assad sacude los cimientos del derecho internacional
El posible levantamiento de la inmunidad del exmandatario sirio por parte de la Corte de Casación de Francia podría marcar un antes y un después en la lucha global contra los crímenes de guerra
Una decisión legal sin precedentes
La Corte de Casación de Francia se encuentra a punto de emitir un fallo histórico: decidir si el expresidente sirio Bashar al Assad puede ser despojado de su inmunidad como jefe de Estado en el marco de las investigaciones sobre ataques químicos perpetrados en Ghouta en 2013 y Douma en 2018. Esta acción legal, impulsada por activistas de derechos humanos y fiscales europeos, podría abrir un nuevo capítulo jurídico que permita juzgar crímenes atroces incluso cuando los perpetradores todavía ostentan poder o influencia.
La inmunidad del poder en jaque
Hasta ahora, el principio de inmunidad que protege a los jefes de Estado ha sido una barrera casi infranqueable en los tribunales internacionales. Jeanne Sulzer, abogada y líder del caso en Francia, señala que esta protección ha funcionado históricamente como un “tabú”, impidiendo el procesamiento de líderes en funciones por crímenes cometidos mientras estaban en el cargo. Sin embargo, antecedentes como los juicios a Augusto Pinochet (Chile), Slobodan Milošević (Yugoslavia) y Charles Taylor (Liberia) han comenzado a erosionar esta doctrina.
Assad y las evidencias: una montaña de horrores
Las pruebas recopiladas contra Bashar al Assad son abrumadoras. Mazen Darwish, presidente del Centro Sirio para Medios de Comunicación y Libertad de Expresión, ha liderado la recolección de evidencia desde el terreno. Según relata, en Douma tras un ataque con gas cloro, se tomaron muestras de suelo, se obtuvieron testimonios de sobrevivientes y se estableció una cadena de responsabilidad que, asegura, vincula directamente al presidente sirio con el uso de armas químicas.
“Es la prueba más clara de que el Estado sirio utilizó estos ataques contra civiles como herramienta de terrorismo gubernamental”, declara Darwish. También añade que su organización investiga 29 casos adicionales contra funcionarios del régimen que ahora residen en Rusia, el Golfo, Líbano y Europa.
Ghouta, 2013: la línea roja invisible
El 21 de agosto de 2013, el mundo observó horrorizado las imágenes que surgían desde Ghouta, una localidad controlada por rebeldes al este de Damasco. Más de 1.400 personas murieron por el ataque con gas sarín que, según expertos y analistas, solo pudo ser llevado a cabo por las fuerzas del régimen.
La reacción internacional fue limitada. Estados Unidos, bajo Barack Obama, consideró una intervención militar pero finalmente optó por un acuerdo con Rusia para destruir el arsenal químico de Assad. Sin embargo, los ataques continuaron años después, como el de Douma en 2018, confirmado por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ).
El éxodo sirio y el legado de destrucción
Desde que comenzó la revuelta contra el autoritarismo del clan Assad en 2011, Siria ha vivido una pesadilla. Más de 500.000 muertos, el desplazamiento de 13 millones de personas —de los 23 millones que tenía el país antes del conflicto— y la destrucción de ciudades enteras son algunas de las marcas indelebles de esta guerra civil.
Los refugiados se han dispersado por Turquía, Jordania, Líbano y Europa, generando también una crisis migratoria internacional. A pesar del colapso interno, Assad logró mantenerse en el poder gracias al apoyo estratégico de Rusia e Irán, utilizando tácticas brutales como barriles bomba, torturas sistemáticas y asedios.
¿Una justicia simbólica o un cambio real?
El juicio propuesto a Assad difícilmente ocurrirá próximamente en Siria, o incluso en Francia, ya que el exlíder se encuentra exiliado en Rusia desde diciembre de 2024, tras una sorpresiva ofensiva rebelde que tomó Damasco y Alepo. Sin embargo, Mariana Peña, abogada de Open Society Justice Initiative, considera que un fallo como el que se espera de la Corte de Casación “puede sentar un precedente legal internacional trascendental”.
Pese a que Assad no contesta a estas acusaciones ni ha designado abogado en Francia, el proceso enviaría un mensaje: los crímenes de guerra pueden —y deben— ser perseguidos, incluso si los criminales portaron bandas presidenciales.
La Corte Penal Internacional y sus límites
En los últimos años, la Corte Penal Internacional (CPI) ha comenzado a emitir órdenes de arresto contra líderes en funciones, como Vladimir Putin por la invasión de Ucrania, Benjamin Netanyahu por acciones en Gaza, y Rodrigo Duterte por ejecuciones extrajudiciales en Filipinas. En este contexto, el caso Assad podría robustecer los mecanismos judiciales a nivel nacional y aumentar la presión sobre sistemas de justicia internacionales:
- Putin: Orden de arresto por deportación ilegal de niños ucranianos.
- Netanyahu: Investigado por presuntos crímenes de guerra tras la ofensiva en Gaza.
- Duterte: Campaña antidrogas que dejó miles de muertos sin juicio previo.
El patrón es claro: si los tribunales nacionales pueden sortear la inmunidad política, la justicia internacional podría adquirir la verdadera fuerza de disuasión que busca tener.
Siria post-Assad: una esperanza tímida
En Damasco, el gobierno interino liderado por Ahmad al-Sharaa ha prometido colaboración con la ONU para documentar abusos del régimen anterior. Más de 300 casos están bajo investigación por actos cometidos durante revueltas recientes, y Naciones Unidas sigue exigiendo el desmantelamiento de los arsenales químicos restantes.
Pero los desafíos son enormes: corrupción institucionalizada, pobreza endémica, tensiones sectarias latentes, y la sombra de un conflicto eterno. La iniciativa judicial en Francia puede servir como catalizador, pero Siria necesita mucho más para definitivamente cerrar este capítulo oscuro.
¿Un mundo sin intocables?
Como lo señala James Goldston, director de Open Society Justice Initiative, los sistemas legales del futuro deberán ser capaces de juzgar a los poderosos, sin importar su investidura. “La impunidad sólo eterniza el ciclo de violencia”, afirma Goldston.
Darwish es más contundente: “No nos detendremos. Lo hicimos por Siria, pero también por cualquier país donde el gobierno use su poder para masacrar a su gente con total impunidad. Hoy puede ser Assad, mañana cualquiera.”
¿Y si Francia logra abrir esa puerta?
Si la Corte de Casación aprueba este levantamiento de la inmunidad, no solo se habrán avivado las esperanzas de miles de víctimas, sino que se habría fracturado uno de los mecanismos que más protegían a los dictadores: el del olvido jurídico. El mundo estará a la expectativa. El juicio simbólico puede marcar el inicio de una justicia real.