¿A qué costo crecerá la inteligencia artificial? Luz, agua, sesgos y una nueva guerra cultural
Trump impulsa una expansión de centros de datos y regula la 'IA woke', mientras el medioambiente y la democracia se tambalean
Donald Trump ha lanzado un ambicioso plan nacional para posicionar a Estados Unidos como el líder mundial en inteligencia artificial (IA). Su propuesta incluye un acelerado desarrollo de centros de datos energéticamente intensivos, reducción de regulaciones ambientales y una controversial batalla ideológica contra lo que denomina “IA woke”. Pero esta visión promete muchas tensiones: desde un colapso eléctrico hasta el regreso de narrativas culturales profundamente divisivas.
El "AI Action Plan": más centro de datos, menos limitaciones ambientales
El nuevo "AI Action Plan" de la Casa Blanca no escatima ambiciones. En línea con la doctrina de “dominancia energética estadounidense”, Trump propone agilizar permisos de construcción para centros de datos, considerados el corazón físico de la IA moderna. ¿El problema? Estos colosos tecnológicos consumen enormes cantidades de electricidad y agua.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, los centros de datos consumieron en 2022 alrededor del 1-1.5% de la electricidad global, pero se proyecta que su demanda se duplique antes de 2030. Si esa demanda se sigue satisfaciendo mediante combustibles fósiles como el gas natural o el carbón, las emisiones de gases de efecto invernadero también se dispararán.
Trump propone relajar leyes como la Clean Air Act y la Clean Water Act bajo el argumento de combatir “el dogma climático radical”. Así, la aceleración digital podría traducirse en una regresión ecológica.
Los gigantes tecnológicos a la carga... con energía nuclear
Frente al incremento de la demanda energética, grandes empresas están haciendo movimientos estratégicos. Amazon anunció una inversión de 20.000 millones de dólares en centros de datos en Pensilvania, algunos adyacentes a centrales nucleares. Meta firmó un acuerdo para cerrar su suministro eléctrico de IA con energía nuclear, Google ha hecho tratos con “pequeños reactores modulares” y Microsoft quiere consumir energía de Three Mile Island, el hogar del accidente nuclear más célebre de EE.UU.
Estas alianzas buscan asegurar energía constante y limpia, pero también implican cierta dependencia de la infraestructura postnuclear, un terreno fértil para el debate público.
¿Subirán nuestras facturas de electricidad?
La respuesta corta es sí. Las compañías eléctricas están planificando nuevas plantas, más líneas de transmisión y baterías de almacenamiento para satisfacer las proyecciones de carga provocadas por la IA. Esta inversión, inevitablemente, se trasladará a los consumidores.
"En muchos lugares de EE.UU. ya están viendo que las tarifas suben porque las compañías están construyendo lo que necesitan para manejar el crecimiento de la demanda", explica Amanda Smith, científica del Project Drawdown.
Así, el auge de la IA no solo impactará el ambiente: también empezará a notarse en los bolsillos de los estadounidenses promedio.
“IA woke”: ahora la inteligencia artificial entra en la guerra cultural
Entre las tres órdenes ejecutivas firmadas por Trump, una ha causado mayor polémica: aquella que exige evitar la compra de IA “woke” por parte del gobierno federal. La orden prohíbe la “codificación intencional de juicios ideológicos” e instruye a los desarrolladores a revelar políticas internas sobre cómo entrenan sus modelos de lenguaje.
La medida, redactada con apoyo del estratega conservador Chris Rufo, apunta directamente a conceptos como diversidad, equidad e inclusión (“DEI”), critical race theory e incluso nociones como el racismo sistémico.
“La IA no puede ser woke. Hay tecnología que perpetúa la discriminación y otra que intenta corregirla. Eso es todo”, sostuvo Alejandra Montoya-Boyer, directora en The Leadership Conference.
¿Está EE.UU. imitando el modelo chino?
Muchos expertos comienzan a hacer paralelismos entre esta regulación ideológica de la IA y el modelo estatal de China. En el país asiático, el Estado regula los modelos, los aprueba y exige la eliminación de contenidos “prohibidos”, como cualquier mención a las protestas de Tiananmen.
Pero en EE.UU., dice Jim Secreto, exfuncionario del Departamento de Comercio bajo Biden, “la coerción es más suave pero igual de efectiva: se utiliza la amenaza de perder contratos gubernamentales para condicionar la autorregulación de las empresas”.
Neil Chilson, exfuncionario republicano de la FTC, rechaza esta comparación: “No se obliga a tener o no tener cierto resultado, solo que se revele si se está guiando el modelo ideológicamente. Es un enfoque liviano, comparado con China”.
Entre algoritmos y prejuicios: ¿qué tan objetiva puede ser una IA?
Los grandes modelos de lenguaje (LLMs) están entrenados con el contenido disponible en internet, inevitablemente incorporando los prejuicios, contradicciones y errores de los humanos. Desde textos misóginos hasta hipótesis racistas, todo puede estar presente en mayor o menor medida si no hay una revisión cuidadosa de los datasets.
En 2024, Google se vio envuelto en una controversia cuando su IA generadora de imágenes comenzó a mostrar figuras históricas blancas —como George Washington— como personas negras o asiáticas. El error fue atribuido a un sesgo programado como respuesta a la evidencia de blanqueamiento excesivo en los sistemas previos. Ese episodio fue catalizador para la actual cruzada contra la IA “woke”.
Marc Andreessen, inversor vinculado al círculo de Trump, dijo en un pódcast: “Eso no fue un error técnico. Fue intencional. Literalmente codificaron que ‘todos deben ser negros’”.
¿Verdad objetiva o manipulación ideológica?
La orden ejecutiva exige que los sistemas de IA federales sean herramientas de "búsqueda de la verdad". El lenguaje se asemeja al utilizado por Elon Musk, quien afirma que Grok —el chatbot de su empresa xAI— tiene la misión de alcanzar verdades objetivas.
Pero los críticos advierten que este concepto de "verdad" puede funcionar como una máscara para validaciones ideológicas desde el poder.
Por ahora, compañías como OpenAI y Microsoft han guardado silencio público respecto a los requisitos anti-woke, aunque sus modelos, como ChatGPT y Copilot, ya son utilizados por múltiples agencias federales para resumir informes, analizar datos y automatizar procesos de comunicación interna.
¿Hacia un futuro energético e ideológico inseguro?
Mientras Trump acelera el crecimiento de centros de datos y reduce barreras regulatorias, las preguntas se multiplican: ¿Puede realmente la IA ser apolítica? ¿Vale la pena retroceder medioambientalmente para avanzar tecnológicamente? ¿Es Estados Unidos capaz de liderar la IA sin reavivar guerras culturales profundas?
La respuesta, por ahora, parece estar en manos de dos fuerzas titánicas: la ambición corporativa y el poder estatal. Solo el tiempo dirá si esta doble apuesta llevará a Estados Unidos a la vanguardia de la tecnología o a un nuevo abismo socioambiental.