Jeffrey Epstein: Entre el encubrimiento político y la verdad que no quiere salir a la luz
El caso Epstein sigue sacudiendo a la élite política estadounidense, con nuevas presiones para desclasificar archivos y citar a declarar a figuras clave como Pam Bondi
Un caso que se niega a morir
Aunque han pasado más de cuatro años desde la muerte de Jeffrey Epstein en una celda federal de Nueva York, el escándalo por tráfico sexual de menores que lo rodea se resiste a desaparecer de la escena política. Y no es para menos: conspiraciones, nombres de alto perfil, peleas legislativas y presión pública por más información han mantenido vivo un caso cuya sombra alcanza a expresidentes, fiscales y celebridades.
Recientemente, la polémica se agudizó debido a una revelación del periódico Wall Street Journal: la actual fiscal general Pam Bondi informó al expresidente Donald Trump que su nombre aparecía en los archivos del caso Epstein. La noticia ha reavivado una ola de demandas ciudadanas y legislativas para que se abran los archivos clasificados y se sepa quiénes más aparecen mencionados en los documentos vinculados a uno de los escándalos más vergonzosos de las últimas décadas.
El origen del escándalo: Un depredador millonario
Marzo de 2005. Ese fue el punto de partida. La policía de Palm Beach, Florida, comenzó una investigación tras la denuncia de la familia de una adolescente de 14 años que aseguró haber sido abusada por Epstein en su mansión. Pronto aparecieron más testimonios —muchos de ellos de adolescentes reclutadas en escuelas secundarias— narrando historias similares: Epstein las contrataba para dar masajes sexuales.
A pesar de la gravedad de las acusaciones, el caso fue inicialmente reducido a un solo cargo de solicitudes de prostitución, generando indignación. Epstein fue condenado en 2008 a solo 18 meses en prisión estatal, de los cuales cumplió la mayor parte bajo un privilegiado programa de liberación laboral.
Complicidades e impunidad: El acuerdo secreto
Una de las aristas más polémicas de este caso radica en el acuerdo secreto de no procesamiento que Epstein logró con Alexander Acosta, entonces fiscal federal y posteriormente secretario de Trabajo de Trump. Dicho pacto impedía a la justicia federal presentar cargos adicionales, lo que desató una furia mediática una década después, cuando los detalles salieron a la luz en un reportaje del Miami Herald en 2018.
Epstein fue arrestado nuevamente en 2019 en Nueva York, esta vez por cargos federales de tráfico sexual. Murió en su celda tan solo un mes después, en lo que se calificó como suicidio, pero que ha sido señalado por muchos como sospechoso.
¿Por qué resurge todo esto en 2025?
En 2024, un juez ordenó la desclasificación de miles de páginas relacionadas con las víctimas de Epstein. Aunque la mayoría del contenido ya era conocido, reavivó el interés público por el caso. En 2025, la fiscal general Pam Bondi declaró en una entrevista que tenía un “client list” de Epstein sobre su escritorio, lo cual disparó la indignación social y política.
Más recientemente, el Departamento de Justicia anunció que no publicaría más archivos al respecto, y Bondi, con el apoyo de Trump, sigue en el centro de la controversia. Según un comunicado combinado con el vicefiscal Todd Blanche, los documentos no contenían material que justificara nuevas investigaciones o cargos. Pero para muchos ese argumento huele a encubrimiento.
Presiones políticas crecientes
El senador Adam Schiff, demócrata de California, ha exigido la comparecencia de Pam Bondi y del director del FBI Kash Patel ante el Comité Judicial del Senado. “No basta con negar responsabilidades. Queremos saber por qué se oculta información al Congreso y al público”, dijo Schiff en un video publicado en su cuenta de X (anteriormente Twitter).
A su vez, un subcomité de Supervisión de la Cámara de Representantes aprobó emitir una citación para obtener los archivos clasificados. También se ha emitido una citación para que Ghislaine Maxwell —la exmano derecha de Epstein, condenada a 20 años de cárcel— declare ante funcionarios del comité en agosto.
¿Por qué Bondi y no otros?
La polémica declaración de Bondi respecto a Trump tocó una fibra política delicada. Recordemos que Trump y Epstein compartieron vínculos sociales en el pasado. En 2002, Trump incluso llegó a decir: “Es un tipo estupendo. Le gustan las chicas tan jóvenes como a mí”. Sin embargo, posteriormente aseguró que se distanció de Epstein y lo calificó de “depredador”.
Bondi ha insistido en que su divulgación hacia Trump fue “parte de un informe rutinario” y que su oficina no halló pruebas que justificaran indagar más. No obstante, opositores sostienen que este tipo de comunicados genera más desconfianza que tranquilidad.
Una lista invisible pero poderosa
El supuesto “client list” de Epstein se ha convertido casi en mito moderno. Entre nombres revelados en documentos anteriores —sin acusaciones formales en su contra— aparecen figuras como el Príncipe Andrés del Reino Unido, el expresidente Bill Clinton e incluso Elon Musk (aunque este negó rotundamente conocer a Epstein).
¿Puede alguien ser culpable por aparecer en una bitácora? No necesariamente. Pero el silencio institucional y la opacidad no ayudan a clarificar las cosas.
Una historia de doble vara
Mientras se exige claridad pública sobre Epstein, el Congreso estadounidense vive sus propias tensiones. Casos como el de la congresista LaMonica McIver, acusada de obstrucción en un centro de detención migratorio, están siendo usados políticamente por opositores, como el republicano Clay Higgins, que busca su censura antes de su juicio.
Paradójicamente, mientras se airean casos internos para fines partidarios, el caso Epstein, con ramificaciones internacionales y de seguridad nacional, se sigue manejando con hermetismo. ¿Es prudente o estratégicamente conveniente?
(In)Justicia selectiva
Al ver la cronología del caso, no es exagerado decir que Epstein se benefició de una red de protección construida con poder e influencia. Desde el acuerdo de Acosta hasta su privilegiada custodia, las señales de trato especial fueron evidentes.
Incluso su muerte generó más preguntas que respuestas. Según el inspector general, hubo fallas graves en el protocolo de vigilancia. Las cámaras no funcionaban adecuadamente y los guardias se durmieron. ¿Coincidencia?
La presión pública como única vía
En una sociedad democrática, el acceso a la verdad es un pilar. Por ello, numerosas organizaciones de víctimas, periodistas y ciudadanos comunes siguen exigiendo que los archivos se hagan públicos. Incluso demandan la aprobación de “The Epstein Files Transparency Act”, una propuesta de ley que obligaría a desclasificar toda la información federal relacionada con el caso.
El congresista Jamie Raskin, demócrata por Maryland, afirmó: “La impunidad en casos como el de Epstein no puede permitirse. Todos los implicados directa o indirectamente deben ser evaluados por la justicia y la opinión pública”.
¿Un secreto que protege a quiénes?
La pregunta central de todo este entramado parece ser: ¿Qué hay en esos archivos que no se permite ver? ¿Protege realmente a las víctimas evitar que se difundan nombres de poderosos si no hay cargos penales en su contra? ¿O se protege a los poderosos de la vergüenza pública?
Aunque figuras como Pam Bondi insisten en que ya no hay “nada nuevo” que investigar, la historia del caso —con sus giros, negligencias, pactos secretos y muertes sospechosas— ha dejado al sistema bajo sospecha. Y mientras eso siga así, las voces que exigen respuestas, entre ellas las víctimas, no callarán.
Como dijo una de las sobrevivientes, “Cada día que pasa sin justicia completa para Epstein y sus cómplices es otro día en el que las víctimas debemos cargar con algo que no elegimos vivir”.