Deporte y exclusión: la creciente ola de restricciones para atletas transgénero en competencias femeninas

Desde el COI hasta ligas escolares, múltiples organismos deportivos están modificando sus reglas para evitar la participación de mujeres trans en competiciones femeninas. ¿Se trata de equidad o exclusión?

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En los últimos meses, un número creciente de federaciones deportivas nacionales e internacionales ha impulsado nuevos lineamientos para regular —o directamente prohibir— la participación de mujeres transgénero en deportes femeninos. Este fenómeno no solo ha desatado intensos debates éticos y científicos, sino que también ha generado un choque de principios entre los derechos humanos, la equidad competitiva y las políticas gubernamentales.

Un cambio liderado desde los más altos niveles

La United States Olympic & Paralympic Committee (USOPC) se ha convertido en uno de los organismos más visibles en esta tendencia. A partir de una orden ejecutiva originada durante la administración de Donald Trump, la USOPC ha optado por restringir la participación de mujeres trans en competencias femeninas. Esta decisión afecta a más de 50 organismos deportivos nacionales afiliados que abarcan desde el deporte amateur hasta los Juegos Olímpicos.

El mandato del expresidente Trump implica la amenaza de retirar fondos federales a organizaciones que no cumplan, lo cual ha presionado a muchas de ellas a modificar sus normativas.

Ciclismo: la reacción a una victoria polémica

Uno de los casos más mediáticos fue el de la ciclista estadounidense Austin Killips, quien se convirtió en mayo pasado en la primera mujer trans en ganar una carrera oficial de la Unión Ciclista Internacional (UCI). La reacción fue inmediata: en agosto, la UCI prohibió que mujeres trans que hayan pasado por la pubertad masculina compitan en categoría femenina.

El presidente de la UCI, David Lappartient, justificó la decisión señalando que “la equidad debe prevalecer por sobre cualquier otra consideración”.

Nadar contra la corriente

La natación también ha sido epicentro del debate. La exnadadora de la Universidad de Pennsylvania, Lia Thomas, fue protagonista en 2022 al convertirse en la primera atleta transgénero en ganar un título NCAA. Su victoria desató controversia y, eventualmente, llevó a que la universidad modificara tres récords que ella había establecido, devolviéndolos a las atletas que habían sido superadas por Thomas.

La World Aquatics, anteriormente conocida como FINA, implementó este año una nueva política que solo permite competir en eventos femeninos a quienes hayan hecho su transición antes de los 12 años. Además, anunció la creación de una “categoría abierta”.

Boxeo y pruebas de sexo obligatorias

En mayo, la World Boxing Organization se sumó al endurecimiento de políticas al exigir pruebas obligatorias de sexo para todos los atletas que compitan en eventos oficiales. La normativa fue cuestionada tras afectar a la campeona olímpica Imane Khelif, descalificada en 2023 por el anterior ente regulador del boxeo olímpico.

World Boxing sostuvo que busca transparencia y equidad. Sin embargo, defensores de derechos humanos consideran que someter a las atletas a estas pruebas es una violación de la privacidad y la dignidad.

Atletismo: la exclusión institucionalizada

El World Athletics Council, entidad que regula el atletismo a nivel mundial, también entró en escena. En marzo prohibió la competencia internacional de mujeres trans que hayan pasado por la pubertad masculina. Esta regulación afectó indirectamente a Caster Semenya, bicampeona olímpica con diferencias en el desarrollo sexual (DSD).

Semenya ya había sido excluida de su especialidad (800 metros) en 2019 y ahora requiere suprimir sus niveles hormonales por al menos seis meses para ser elegible. Su caso por discriminación aún se encuentra en tribunales.

Europa lleva el debate al fútbol y al cricket

En Reino Unido, a raíz de un fallo del Tribunal Supremo británico, la Asociación de Fútbol prohibió en junio la participación de mujeres trans en equipos femeninos. Antes, las atletas podían competir si demostraban niveles bajos de testosterona. También el cricket se sumó a la medida mediante la England and Wales Cricket Board.

Estas decisiones han sido celebradas por sectores conservadores, aunque asociaciones LGBTQ+ y muchas atletas lo consideran un retroceso en los derechos adquiridos.

La NCAA y el sistema universitario estadounidense

La Asociación Nacional Atlética Colegial (NCAA) modificó sus reglamentos en febrero, determinando que solo podrán competir en deportes femeninos quienes hayan sido designadas mujer al nacer. Esta regla afecta a más de 500,000 atletas en 1,100 universidades que conforman el sistema universitario de EE.UU.

Las secundarias no quedan fuera

Las competencias de nivel escolar también se han visto influenciadas. En al menos 25 estados de Estados Unidos, se ha prohibido a las estudiantes trans participar en deportes femeninos. El estado de Nebraska se sumó a esta lista en junio pasado.

A pesar de los cuestionamientos, estas leyes siguen avanzando, impulsadas por el argumento de proteger la equidad en las competencias escolares.

¿Equidad o exclusión sistemática?

Quienes apoyan estas políticas afirman que la presencia de mujeres trans en deportes femeninos pone en riesgo la equidad competitiva debido a las ventajas biológicas que podrían tener tras la pubertad masculina. Citando estudios como el publicado por British Journal of Sports Medicine (2021), sostienen que hay evidencia de ventajas persistentes en fuerza y resistencia.

Sin embargo, múltiples expertos refutan esa visión simplificada. La endocrinóloga Dr. Erica Herter sostiene que “tras un año de terapia hormonal, la reducción de ventajas físicas es significativa”, y afirma que la ciencia aún no ha demostrado con claridad una ventaja injusta en todos los casos. Además, organizaciones como Human Rights Watch advierten que prohibiciones totalizantes refuerzan estigmas sin fundamento científico concreto.

Un debate que va más allá del deporte

Este fenómeno se enmarca en un contexto global más amplio de creciente oposición política frente a los derechos LGBTQ+. Lo que ocurre en las canchas, piscinas y pistas también refleja las tensiones culturales sobre identidad, inclusión y justicia.

En palabras de la activista trans y exatleta Joanna Harper: “No estamos buscando dominar el deporte femenino, solo queremos la oportunidad de competir, como cualquiera”.

A medida que se acumulan decisiones y restricciones, queda claro que el deporte se ha convertido en una arena de disputa cultural, donde las reglas no solo regulan la competencia, sino también quién merece participar en ella.

¿Qué implica una victoria si parte de la población está excluida antes de empezar la carrera?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press