Crisis en la frontera camboyano-tailandesa: el patrimonio histórico convertido en zona de guerra

Los templos milenarios como escenario de un conflicto moderno: el choque entre Tailandia y Camboya pone en alerta a Asia y al mundo

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Una frontera cargada de pólvora e historia

La tensión entre Tailandia y Camboya ha alcanzado niveles críticos tras una serie de enfrentamientos armados que conmocionaron la región del sudeste asiático. En el foco del conflicto están viejas disputas territoriales que incluyen enclaves históricos como los templos Prasat Ta Moan Thom y el milenario Preah Vihear, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Explosiones, evacuaciones y fuego cruzado

El pasado jueves, civiles tailandeses corrieron despavoridos a buscar refugio en búnkeres de concreto mientras se escuchaban explosiones provenientes de varios puntos a lo largo de la frontera común. Un vídeo en directo desde el lado tailandés mostró la desesperación de habitantes desplazados. Según informaron las Fuerzas Armadas de Tailandia, tres civiles resultaron heridos cuando proyectiles de artillería impactaron en la provincia de Surin.

Además, el ejército tailandés acusó a soldados camboyanos de avanzar hacia territorio nacional tras el avistamiento de un dron militar. La respuesta fue inmediata: un tiroteo que reaviva una vieja herida en la región.

Tierra sagrada convertida en campo de batalla

El templo Prasat Ta Moan Thom, epicentro inicial del nuevo estallido, no es cualquier punto en el mapa. Se trata de un sitio de importancia arqueológica que refleja el esplendor de la cultura jemer, y cuya pertenencia ha sido motivo de conflicto desde hace décadas. Este templo, junto con el Preah Vihear, se encuentran dentro de áreas fronterizas que ambos países reclaman como propias.

En 1962, la Corte Internacional de Justicia otorgó la soberanía del Preah Vihear a Camboya. Pese al fallo, Tailandia siempre mostró reticencias, en especial por la franja de tierra adyacente, y en 2011 nuevos enfrentamientos costaron la vida de 20 personas. Aunque en 2013 la CIJ reafirmó la pertenencia del sitio a Camboya, la disputa sigue latente.

Diplomacia colapsada: embajadores expulsados y fronteras cerradas

La escalada diplomática no tardó en acompañar el fuego cruzado. El miércoles, Tailandia cerró los pasos fronterizos noreste con Camboya y expulsó al embajador camboyano, como protesta por la explosión reciente de una mina que dejó cinco soldados tailandeses heridos, uno de ellos con la pérdida de una pierna. En respuesta, Camboya también degradó sus relaciones diplomáticas, retiró a su embajador y a todo su personal en Bangkok.

El Primer Ministro camboyano, Hun Manet, fue categórico al afirmar que “Camboya siempre ha optado por la resolución pacífica, pero frente a una agresión armada, no tenemos otra opción que responder con fuerza”. En Bangkok, la atmósfera política está tan volátil como el clima en el frente: el Primer Ministro tailandés fue suspendido el 1 de julio debido a una investigación ética precisamente sobre el manejo de esta crisis fronteriza.

La pesadilla de las minas antipersonales

Las minas terrestres, muchas heredadas de conflictos pasados, siguen sembrando el terror. Pero ahora hay nuevas alertas: tras los recientes incidentes, Tailandia asegura que las minas implicadas fueron fabricadas en Rusia y que no forman parte del arsenal habitual del país. Camboya, por su parte, rechaza las acusaciones tachándolas de “infundadas”, y señala que la zona aún contiene numerosos artefactos sin detonar producto de las guerras pasadas en la región.

Recordemos que la zona fue intensamente minada durante las múltiples guerras regionales del siglo XX: conflictos internos, la guerra civil camboyana y la camboyana-vietnamita dejaron una herencia explosiva bajo tierra. De hecho, según el Centro de Acción contra Minas de Camboya (CMAC), aún existen más de cuatro millones de minas sin detonar en el territorio nacional.

Pasiones nacionalistas y propaganda

A ambos lados del conflicto, los discursos belicistas y nacionalistas están ganando fuerza. En Camboya, el expresidente y actual presidente del Senado, Hun Sen, utilizó las redes sociales para calmar a la población y afirmar que “el Gobierno tiene el control”. Al mismo tiempo, las campañas anti-Tailandia circulan en redes sociales, avivando el resentimiento histórico.

En Tailandia, las redes también ardieron, con hashtags patrióticos que exigen la “defensa del territorio tailandés a toda costa”. Incluso algunas voces cuestionan las decisiones diplomáticas de su propia administración por haber permitido previamente un estancamiento en los diálogos bilaterales.

¿Es posible una solución pacífica?

A pesar de los incidentes recientes, existen precedentes de cooperación que podrían reactivarse. En 2000, ambos países firmaron un memorándum para delimitar conjuntamente su frontera. Sin embargo, tras los choques de 2011 y el agravamiento actual, cualquier intento de reactivación parece lejano sin una intervención de organismos multilaterales como la ASEAN o la ONU.

El papel de la Corte Internacional de Justicia podría volver a ser crucial si uno de los países decidiera presentar nuevas evidencias o solicitar una reinterpretación del fallo de 2013.

El costo humano y cultural

El balance de este conflicto no solo se mide en heridos y desplazados, sino también en daños irreparables al patrimonio de la humanidad. En 2009, el UNESCO alertó sobre los daños ocurridos en el templo Preah Vihear durante enfrentamientos armados e instó a ambos países a abstenerse de utilizar zonas protegidas como bases militares. Hoy, casi una década después, el llamado sigue sin atenderse.

Además, con cada nuevo enfrentamiento, miles de aldeanos pierden sus hogares, su sustento o caen víctimas de traumas duraderos. Familias enteras son evacuadas, escuelas cerradas y la vida en comunidades rurales se vuelve una rutina de incertidumbre y miedo.

¿Una guerra por ruinas?

Resulta irónico que dos países con fuertes vínculos culturales e históricos estén peleando literalmente sobre ruinas centenarias que son símbolo de su herencia común. El templo de Preah Vihear, por ejemplo, tiene influencias arquitetónicas jemer, tailandesas e hindúes. En lugar de separar, debería unir.

Sin embargo, el nacionalismo exacerbado ha convertido los vestigios del pasado en emblemas de identidad nacional, en una peligrosa distorsión del patrimonio como recurso bélico.

Lo que está en juego

  • La integridad territorial y el orgullo nacional.
  • La estabilidad del sudeste asiático.
  • El respeto a tratados internacionales y fallos judiciales.
  • El futuro de territorios reconocidos como Patrimonio de la Humanidad.

Mientras las versiones de qué bando ha iniciado los disparos continúan, lo cierto es que una chispa más podría encender un conflicto de consecuencias regionales. Urge voluntad política, mediación internacional, y más que nunca, una ciudadanía informada que presione por salidas diplomáticas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press