Phillip Reeder y el eco de George Floyd: otro caso de brutalidad policial bajo la lupa

La muerte de un hombre blanco en Alabama bajo custodia policial revive las heridas y preguntas no resueltas sobre el uso excesivo de la fuerza en Estados Unidos

Un nombre, una historia y el déjà vu del sistema

Phillip Reeder tenía 52 años, era dueño de una pequeña empresa de construcción y volvía de trabajar cuando su historia terminó en una carretera de Irondale, un suburbio de Birmingham, Alabama. Lo que comenzó como un llamado a emergencias para asistir a un hombre desorientado terminó en su muerte bajo custodia policial, con el trágico detalle de que un oficial presionó su cuello con la rodilla —un gesto que inevitablemente evoca la muerte de George Floyd en 2020.

¿Qué ocurrió esa mañana del 6 de agosto de 2024?

Según testimonios de la esposa de Phillip Reeder, Sandra Lee Reeder, él había estado trabajando en Memphis y regresaba en auto a su casa cuando, aparentemente, sufrió un episodio de desorientación. Un colega llamó al 911 tras verlo vagar entre el tráfico, posiblemente bajo los efectos de una crisis médica o psicológica. La policía de Irondale respondió al llamado.

Sus abogados relataron lo que muestra un video de cámara corporal, al que tuvieron acceso tras casi un año de insistencia: Reeder, visiblemente alterado, fue interceptado por los agentes. Recibió una descarga de Taser, fue esposado y colocado boca abajo en el suelo. Ahí, uno de los oficiales presionó su cuello con la rodilla durante más de tres minutos. En el video, según la familia, se escucha a Reeder decir tres veces: “No puedo respirar”.

La autopsia oficial: homicidio

La oficina del médico forense del condado de Jefferson concluyó que Phillip Reeder murió por un fallo cardíaco, “asociado con el uso de cocaína y la restricción durante un forcejeo.” Sin embargo, la clasificación final es clara: homicidio. El informe también detalla múltiples heridas no letales, hematomas visibles en el rostro y contusiones derivadas del intento de arresto.

Más allá del historial clínico: el debate sobre la fuerza letal

Uno de los puntos más delicados del caso es la definición del nivel de fuerza usado por los policías. Harry Daniels, abogado de la familia Reeder, no dudó en comparar lo ocurrido con el caso Floyd:

“El mundo quedó conmocionado por lo que pasó en 2020 en Minneapolis. En 2024, ocurrió exactamente lo mismo,” declaró el abogado. “La única diferencia entre lo que le pasó a Phillip Reeder y lo que le pasó a George Floyd es la raza: Reeder era blanco.”

Daniels señaló que, aunque Reeder pudiera haber incurrido en una falta menor como desorden en la vía pública, eso no justificaba el uso de una técnica que ya había demostrado ser mortífera y altamente polémica.

El video oculto y la demanda por transparencia

Durante once meses, la familia luchó por ver las imágenes grabadas del arresto. El estado de Alabama permite que las fuerzas del orden retengan imágenes mientras haya investigaciones en curso. Según la ley estatal de 2023, aún no están obligadas a divulgar estos materiales públicamente.

El acceso limitado al material audiovisual ha sembrado dudas y alimentado las teorías de encubrimiento, especialmente entre activistas por los derechos civiles y ciudadanos de Irondale. “¿Por qué no quieren mostrar el video?”, se preguntan.

Una tragedia que trastoca la conversación sobre raza y brutalidad

El caso de Reeder plantea nuevas (y viejas) preguntas sobre la brutalidad policial: ¿Estamos ante un problema sistémico que trasciende el color de piel? ¿Es la cultura policial permisiva con el uso excesivo de la fuerza, sin importar si la víctima es negra, blanca o latina?

Hasta ahora, la indignación colectiva ha estado mayoritariamente guiada por el racismo estructural —y con razón—, pero el caso Reeder revela que el uso de fuerza indebida no discrimina necesariamente por raza. Sin embargo, sí muestra una clara tendencia en la respuesta institucional: cuando la víctima es blanca, la reacción mediática tiende a ser más silenciosa; cuando es negra, el clamor es internacional —¿por qué?

Las voces de quienes quedaron atrás

Zachariah Reeder, el hijo de Phillip, de apenas 19 años, habló públicamente tras ver las imágenes de la cámara corporal:

“Lo que he vivido estos últimos 11 meses no debería vivirlo ningún joven de mi edad.”

Sus palabras resumen no solo el dolor de la pérdida, sino la desesperación de no obtener respuestas del sistema que, supuestamente, debería protegerlos.

La sombra de casos anteriores

El eco de George Floyd es inevitable. En ambos casos:

  • La víctima fue sometida con la rodilla en el cuello.
  • Se escuchó la frase “No puedo respirar”.
  • Murieron bajo custodia policial.

Pero también hay diferencias importantes:

  • Floyd era afroamericano; Reeder es blanco.
  • La muerte de Floyd desató protestas globales; la de Reeder, hasta ahora, no ha alcanzado la misma magnitud.
  • La cámara de Reeder no se ha publicado; la de Floyd se difundió ampliamente.

¿Qué sigue?

Los abogados y la familia de Phillip Reeder han exigido justicia. Están evaluando una demanda civil y reclaman responsabilidad penal contra los oficiales involucrados. Por el momento, no se han presentado cargos.

Analistas sostienen que el caso pone una lupa sobre cómo se aplica la ley y cómo se reportan las muertes bajo custodia policial según el perfil de la víctima. La prueba mayor radica, ahora, en si la tragedia de Reeder logrará alcanzar la opinión pública, o si será silenciada por su “falta de impacto mediático”.

¿Un patrón nacional?

Los nombres de George Floyd, Breonna Taylor, Tyre Nichols y ahora Phillip Reeder muestran un patrón: ciudadanos muertos en situaciones que no debieron escalar a violencia letal. Cada caso tiene sus matices, pero el denominador común es la actuación de las fuerzas del orden.

Solo en 2023, se registraron 1,245 muertes relacionadas con policías en Estados Unidos, según cifras del Mapeo de la Violencia Policial. En un país con protocolos de desescalada y recursos comunitarios, esta cifra continúa siendo alarmante.

Nombres para la memoria, justicia como deuda

Los hijos y esposa de Phillip Reeder no piden mártires, piden verdad. Piden transparencia. Y sobre todo, piden que otros no tengan que pasar por lo mismo para que el sistema reaccione.

Quizás la diferencia más trágica entre George Floyd y Phillip Reeder sea que uno encendió un movimiento. El otro, por ahora, lucha por no ser olvidado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press