Guerra de drones: el nuevo rostro de la guerra en Ucrania
Cómo Rusia ha transformado el conflicto con tecnología no tripulada y qué significa para el futuro de la guerra
La guerra ha cambiado: del frente de batalla al cielo nocturno
En la guerra moderna, los sonidos del combate ya no son exclusivamente explosiones de artillería o el zumbido de aviones tripulados. En Ucrania, los cielos se han convertido en un campo de batalla constante, donde enjambres de drones rusos sobrevolando cada noche son la nueva amenaza.
Solo el 8 de julio de 2025, Rusia lanzó más de 700 drones en ataques nocturnos, una cifra que supera lo que solía desplegar en meses enteros apenas un año antes. Expertos especulan que próximamente esa cifra diaria puede superar los 1.000 drones. Esta escalada marca un cambio estratégico significativo, donde la guerra ya no se libra solo entre soldados, sino entre máquinas.
La evolución del "Geranio": del Shahed iraní al Geran ruso
Lo que comenzó con la importación de drones Shahed desde Irán, ha evolucionado en producción nacional rusa con una versión mejorada y multiplicada: el Geran (abreviatura de "geranio"). Estos drones, propulsionados por un motor que los lleva a 180 km/h, han sido adaptados para volar a mayor altitud, resistir interferencias electrónicas y portar hasta 40 kg de explosivos. Algunos incluso usan inteligencia artificial para operar sin intervención humana directa.
El Institute for the Study of War en Washington señala que la cooperación con China ha permitido a Rusia esquivar sanciones occidentales e importar componentes electrónicos. Datos de la inteligencia militar ucraniana estiman que hasta un 65% de las piezas provienen del mercado chino, aunque Beijing lo niega.
“Es una guerra de drones. Estamos listos”.
Estas palabras las pronunció Timur Shagivaleyev, director de la planta en Alabuga, Tartaristán, que según medios rusos estatales es la instalación de fabricación de drones más grande del mundo. En imágenes, cientos de drones Geran negros esperan ensamblaje bajo carteles propagandísticos con figuras de Stalin, Kurchatov y Korolyov.
Desde allí y otra planta en Udmurtia, Rusia no solo fabrica drones, sino que entrena operadores, desarrolla nuevas tácticas y busca institucionalizar esta fuerza al convertirla en un nuevo brazo militar: las Tropas de Sistemas No Tripulados.
Tácticas de saturación: superando las defensas ucranianas
Rusia ha perfeccionado sus tácticas. Ahora ejecuta ataques masivos combinando drones reales y señuelos, los "Gerbera", idénticos a los Geran pero sin carga explosiva. El objetivo es confundir la defensa antiaérea ucraniana y saturarla, obligándola a gastar recursos carísimos en blancos inofensivos, mientras los drones reales cumplen su objetivo.
“Ya no abrimos los dedos, damos un puñetazo concentrado para asegurar el impacto”, escribió el bloguero militar ruso Alexander Kots.
Estos enjambres permiten a los drones zigzaguear durante horas antes de impactar infraestructura crítica, defensas aéreas o aeródromos. Es una forma de guerra asimétrica: drones baratos frente a misiles antiaéreos valorados en millones.
Ucrania responde con ingenio, pero con recursos agotados
En un intento de contrarrestar este aluvión tecnológico, Ucrania ha desarrollado sus propios drones interceptores e implementado equipos móviles armados con ametralladoras. Sin embargo, la intensidad y frecuencia de los ataques rusos está dejando a las defensas al borde del colapso.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, advirtió recientemente que Rusia podría llegar a lanzar hasta 1.000 drones al día. Mientras tanto, el general alemán Christian Freuding ha alertado que Moscú prepara capacidades para ataques con 2.000 drones simultáneamente.
¿Cómo financia Rusia esta ofensiva tecnológica?
A pesar de las sanciones internacionales, el gasto militar ruso en 2025 aumentó un 3,4% respecto a 2024, alcanzando los $200.000 millones, según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). El mismo presidente Vladimir Putin aseguró que en 2024 se entregaron más de 1,5 millones de drones de distintos tipos a las fuerzas armadas.
Un dron Geran cuesta “solo” unos tens of thousands of dollars, una fracción ínfima frente a los millones que cuesta un misil crucero o balístico. Según el Center for Strategic and International Studies (CSIS), son la munición más coste-efectiva del arsenal ruso. Su alcance de 2.000 kilómetros permite golpear en profundidad, y sus explosivos de 40 kg pueden devastar objetivos tácticos sensibles.
Hacia una nueva doctrina militar: los ejércitos no tripulados
El cambio doctrinal es tan profundo que Rusia ya está consolidando a sus unidades de drones bajo un comando unificado, y ha propuesto formalizarlo como una ramificación permanente de sus fuerzas armadas. Esta nueva unidad, bautizada como Unmanned Systems Troops, refleja una visión futura donde los drones no serán herramientas de apoyo, sino armas primarias.
En el frente, los drones de corto alcance con fibra óptica -resistentes al jamming electrónico- extienden su alcance hasta 25 km, afectando rutas de suministros, centros de mando y concentraciones de tropas. Estas innovaciones tecnológicas se están convirtiendo en un punto de inflexión del conflicto.
“El ejército ucraniano debe desarrollar nuevas formas de proteger la retaguardia y profundizar sus posiciones defensivas”, declaró Michael Kofman, experto del Carnegie Endowment for International Peace.
Un futuro sombrío para la guerra convencional
Los drones no solo están cambiando el presente de la guerra en Ucrania, sino que dibujan un futuro donde la automatización y la tecnología dominarán el campo de batalla. Son más baratos, más numerosos, y cada vez más autónomos. Un enjambre de miles puede cambiar el resultado de una guerra sin arriesgar vidas humanas en el lado atacante.
Este paradigma plantea interrogantes éticos, estratégicos y económicos para todos los países. ¿Cómo detener una amenaza que cuesta menos que interceptarla? ¿Cómo proteger a la población civil de ataques constantes e impredecibles? ¿Es este el fin de la supremacía del tanque y el avión tripulado?
Mientras tanto, en las ciudades ucranianas, el zumbido nocturno de los drones se ha convertido en un eco constante del nuevo rostro de la guerra: una guerra librada por máquinas, programadas para destruir.