La pérdida ambigua: el dolor invisible de quienes no pueden cerrar el duelo

Entre la esperanza y el horror: cuando la incertidumbre reemplaza al adiós definitivo

Despertar cada día sin saber si alguien vive o murió es una tortura. Pero no es una tortura evidente, visible, ceremonial. Es un sufrimiento sutil, constante, que ni siquiera permite la libertad del duelo. Esta es la esencia de la ‘pérdida ambigua’, un término acuñado por la psicoterapeuta y académica estadounidense Pauline Boss en la década de 1970.

Casos como la desaparición de Jon Ganz en Missouri, el ahogamiento repentino de cientos de personas en las inundaciones recientes en Texas o la tragedia de los miles de desaparecidos en guerras y catástrofes naturales, dejan a las familias en una eterna interrogante: ¿Están vivos o muertos? ¿Volverán? ¿Debemos llorarlos o seguir esperando?

Cuando el cuerpo no aparece, el alma no puede descansar

Rachel Ganz, de 45 años, vive una de estas situaciones desgarradoras. Su esposo, Jon, desapareció hace más de tres meses cerca del río Eleven Point en Missouri, en medio de fuertes inundaciones. Desde entonces, su vida transcurre entre esperanzas rotas y preguntas sin respuesta: “¿Está atrapado entre escombros en el río? ¿Se perdió en el bosque? ¿Lo encontrarán algún día?”

“Obviamente quiero que me devuelvan a mi esposo vivo”, escribió Rachel. “Aunque, en cierto modo, envidio a quienes ya tienen un certificado de defunción.”

No es la única. Tras las históricas inundaciones del 4 de julio en Texas Hill Country, al menos 132 personas murieron y casi 200 estuvieron desaparecidas. Aun cuando algunos nombres han salido de la lista, otros siguen en el limbo. De acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional, el río Guadalupe, por ejemplo, se elevó más de 10 metros en dos horas. Fue como ver una pared de agua del tamaño del Empire State Building azotar cada minuto.

La ciencia de la incertidumbre: ¿Qué es la pérdida ambigua?

La pérdida ambigua se refiere a una forma de duelo no resuelto, producto de la desaparición de un ser querido sin prueba de vida o muerte. Según la doctora Pauline Boss, la característica distintiva es la falta de ritual: sin velorios, sin entierros, sin tumbas. No hay ceremonia que facilite la aceptación del adiós.

“No es que no queramos seguir con nuestras vidas, es que estamos atrapados en la ambigüedad”, explica Boss. “Vivimos en una cultura que necesita el ‘sí o no’, el blanco o el negro. Pero esto es un gris eterno. Para avanzar, primero hay que aprender a vivir en la incertidumbre.”

Una herida abierta que no se cierra

Sarah Wayland, profesora de trabajo social en la Universidad de Queensland Central, en Sídney, añade que este tipo de pérdida implica una “exposición repetitiva al trauma”, exacerbada por el ciclo de noticias 24/7 y las redes sociales, que reactivan constantemente el dolor.

“Estas personas viven en un espacio donde la esperanza y el temor coexisten. Están experimentando la pérdida de manera pública y privada a la vez”, señala Wayland.

Leah Goldin, madre de Hadar Goldin, un teniente israelí cuyo cuerpo fue capturado por Hamas en 2014 durante un ataque en Gaza, expresó que lo que vivieron fue como llevar un “cuchillo que corta constantemente”. Aunque el ejército encontró evidencia de que su hijo había muerto, jamás recuperaron sus restos. Solo pudieron celebrar una “pseudo-funeral” con su camisa ensangrentada y sus flecos de oración.

El trauma no terminó allí. En los ataques de octubre de 2023 en Israel, Hamas secuestró a al menos 251 personas. Muchos familiares de los rehenes miraban inicialmente a los Goldin con desdén, por representar un dolor que temían repetir. “Nos convertimos en el símbolo del fracaso,” dijo Goldin. Pero con el tiempo, su experiencia se transformó en un faro para los demás.

El duelo estático frente a la acción como terapia

El caso de Lidiia Rudenko en Ucrania resalta otro matiz de esta pérdida. Su esposo Sergey, de 41 años, desapareció en combate en junio de 2024. Como muchas otras familias ucranianas, aprendió a manejar el dolor desde la acción.

“Algunas personas se hunden en la pena. Otras —como yo— buscan actuar rápidamente. Hay días en los que ni siquiera podemos levantarnos de la cama. Lo llamamos ‘estar enfermos de tristeza’, y nos permitimos llorar, procesar, y luego volver a luchar”, afirma Rudenko.

¿Cómo ayudar a quienes sufren una pérdida ambigua?

Rachel Ganz cuenta que, tras un gran despliegue inicial, la búsqueda por parte de las autoridades fue disminuyendo. Colocó carteles, hizo publicaciones, buscó ayuda. Pero la ambigüedad marca la diferencia: “Hasta me acusaron de ‘estar de duelo sin pruebas’”, recuerda.

Una de sus mayores frustraciones es escuchar frases como “Si necesitas algo, avísame”, delegando en quien sufre la responsabilidad de pedir ayuda. Ella está considerando crear una organización sin fines de lucro en honor a su esposo, para promover la terapia entre hombres y eliminar el estigma de pedir apoyo psicológico.

“Lo más importante es reconocer que lo que sienten es una pérdida ambigua”, recomienda Boss. “Hay que decirles: ‘No es tu culpa. Es una de las formas de duelo más difíciles que existen porque no tiene resolución’”.

También sugiere organizar reuniones comunitarias separadas entre los que perdieron seres queridos confirmadamente y quienes aún no saben dónde están los suyos. Porque estas personas, como explica Rudenko desde Ucrania, “viven en un mundo distinto”.

“A veces no necesitamos palabras. La gente que no ha pasado por esto nunca sabrá decir lo correcto. A veces solo necesitamos un abrazo y silencio”, concluye.

Cuando la tragedia termina... para los demás

A medida que los titulares desaparecen de las portadas, los desaparecidos también parecen disolverse de la memoria pública. En conflictos como el de Gaza e Israel, se estima que más de 59,000 palestinos han muerto, más de la mitad mujeres y niños, según el Ministerio de Salud de Gaza. Muchos cuerpos jamás serán encontrados. En Ucrania, desde la invasión rusa de 2022, hay decenas de miles de personas desaparecidas.

No son solo cifras: son familias congeladas en el tiempo, atrapadas en una espera interminable, buscando en el vacío una respuesta que no llega.

Aprender a vivir con la duda

La pérdida ambigua no tiene resolución fácil. No hay un algoritmo que ayude a cerrar la herida. Como sociedad, nuestra tarea es abrir el espacio para validar esta experiencia. No con soluciones, sino con compañía, comprensión y respeto.

Porque en el fondo, lo único peor que no encontrar a un ser querido... es que nadie más lo siga buscando.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press