El costo invisible de la guerra en Gaza: una generación sin escuelas, sin sueños y sin futuro

Mientras el mundo cuenta los bombardeos, Gaza pierde a toda una generación de estudiantes atrapados entre el hambre, el miedo y el abandono educativo

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Una educación interrumpida por la guerra

En el corazón de la devastada Franja de Gaza, miles de niños como Sarah Qanan han visto sus sueños disolverse entre los escombros. Hace apenas dos años, Sarah se preparaba para su examen final de secundaria con el anhelo de convertirse en médico. Hoy, a sus 18 años, vive desplazada en una tienda de campaña improvisada, tratando no de aprobar un examen, sino de sobrevivir.

La ofensiva israelí iniciada en octubre de 2023, tras el ataque de Hamas el día 7 de ese mes, ha ocasionado mucho más que destrucción física: ha desintegrado el sistema educativo para más de 650,000 estudiantes palestinos, según cifras de UNICEF. Las escuelas fueron cerradas, convertidas en refugios improvisados, y con ellas también desapareció el acceso fundamental al aprendizaje, la estructura emocional y la estabilidad social que representan para los jóvenes.

Las escuelas: de aulas a refugios improvisados

El sistema educativo en Gaza ha sido devastado. Según estimaciones de UNICEF, el 90% de las escuelas están dañadas o completamente destruidas. Más de 173,000 niños recibieron clases en espacios alternativos habilitados durante un frágil alto al fuego de seis semanas a principios de 2024. Sin embargo, desde que Israel reanudó los ataques, muchas de esas iniciativas educativas han sido canceladas.

“Intentamos salvar lo que podamos del proceso educativo, para que no perdamos a toda una generación”, comentó Mohamed al-Asouli, director del Departamento de Educación en Jan Yunis, al sur del enclave.

Pero el reto es enorme. A los daños estructurales se suma la imposibilidad de estudiar dentro de un contexto constante de desplazamiento, hambre y peligro inminente. Los niños, atrapados en tiendas de campaña y refugios superpoblados, deben colaborar con sus familias buscando agua y comida, en lugar de asistir a clases.

‘Mi único sueño era estudiar medicina’

Sarah Qanan encarna la tragedia silenciosa de miles de estudiantes. Tras el bombardeo que destruyó su hogar en 2024, rebuscó entre las ruinas en busca de sus libros. “No quedó nada”, contó con tristeza. “Mi único sueño era estudiar medicina. Dejé de pensar en eso. Ahora solo pienso en sobrevivir”.

Su historia no es excepcional. Ola Shaban, estudiante de ingeniería civil, intentó mantener su curso en línea tras la destrucción de la universidad por fuerzas israelíes en abril. Pero caminar kilómetros para captar una señal de internet entre desplazamientos constantes y miedo era una tarea imposible. “Perdí dos años de mi vida”, lamentó.

El apagón del conocimiento: sin tecnología ni electricidad

Para muchos, estudiar en línea parecería una solución, pero en Gaza no hay electricidad desde el inicio de la guerra. Se depende de paneles solares o generadores escasos para cargar los pocos teléfonos móviles disponibles. La conexión a internet es intermitente o inexistente.

Nesma Zouaroub, madre de cuatro hijos, relata cómo su hijo más pequeño, que debería estar en segundo grado, no sabe aún leer ni escribir. “El futuro de nuestros hijos está arruinado”.

Daños colaterales: salud mental e identidad colectiva

El daño no es solo académico. Rosalia Bollen, vocera de UNICEF, subraya que los menores en Gaza viven una “cascada de traumas”: miedo constante, estrés tóxico, ansiedad y pérdida del sentido de normalidad. Las escuelas no eran solo lugares de aprendizaje, sino centros sociales donde los jóvenes podían expresar, compartir y formar identidad. Ahora, Gaza es un desierto educativo donde los niños llevan la carga emocional del conflicto.

“El impacto en los niños de Gaza va más allá de la pérdida académica”, dijo Bollen. “Están atrapados en un ciclo de violencia sin precedentes, miedo y desesperanza”.

Una generación truncada

Pocas veces en la historia moderna se ha visto el colapso completo del sistema educativo de una población entera. No solo se cancelaron los ciclos escolares, sino también las pruebas de ingreso a la universidad —determinantes para el futuro profesional de los estudiantes. Es la primera vez en décadas que no se realizan en Gaza. Casi 40,000 jóvenes no pudieron acceder a exámenes esenciales para definir su futuro.

Los estragos sociales son evidentes. El desplazamiento masivo —el 90% de la población de Gaza ha sido desplazada, según fuentes de Naciones Unidas— ha desintegrado también el tejido comunitario, dejando a los niños sin referentes, sin maestros, sin compañeros. No hay pupitres ni pizarras; solo el deseo ahogado de aprender.

El drama familiar

Ibrahim Qanan, padre de Sarah y periodista local, recuerda con amargura cómo apoyaron cada paso académico de su hija. “La guerra nos sacudió y volteó nuestra vida. Nuestros sueños quedaron enterrados bajo los escombros”, afirmó. Sarah es la mayor de seis hijos, y sus hermanos, aún pequeños, tampoco tienen acceso a aulas. La educación, muchas veces vista como un derecho elemental, se volvió en Gaza un privilegio perdido.

¿Qué futuro para la juventud palestina?

Ninguna recuperación será posible sin reconstruir primero el sistema educativo. Pero la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) advierte que las necesidades de reconstrucción son enormes, y con la falta de un acuerdo de cese al fuego duradero, resulta incierto cuándo –o si– las escuelas volverán a abrir sus puertas.

Las aulas, antaño lugares de innovación y esperanza, se convirtieron en campos de refugiados. Y con ellas, se diluye la memoria colectiva de las ciencias, la historia, el arte. Gaza enfrenta no solo una catástrofe humanitaria, sino una posible extinción del conocimiento institucional generacional.

Un llamado a la acción mundial

Mientras el mundo calcula ataques y sanciones, cientos de miles de niños y jóvenes permanecen invisibles, perdidos en cifras y retórica diplomática. La educación como pilar de paz, motor de desarrollo y guardián de la dignidad humana está en juego. Tratar el conflicto de Gaza sólo como una batalla territorial es ignorar su dimensión más destructiva: la apagón cultural y formativo de una generación entera.

Al final del día, lo que está en juego es más que la reconstrucción física de aulas o edificios. Se trata de restaurar los sueños de miles como Sarah que, con la luz apagada y el libro quemado, todavía se aferran a una pizca de esperanza en medio del horror.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press