El simbolismo oculto detrás del Día de los Mártires en Myanmar: ¿legitimación o manipulación política?
El general Min Aung Hlaing reaparece en una ceremonia clave mientras prepara elecciones bajo fuego cruzado y represión militar
Una ceremonia histórica bajo la sombra del autoritarismo
El 19 de julio marca una de las fechas más significativas en el calendario político e histórico de Myanmar: el Día de los Mártires. Conmemora el asesinato en 1947 del general Aung San —padre de la independencia del país y figura paterna de Aung San Suu Kyi— junto a varios ministros de su gabinete. Por primera vez desde 2021, el líder de la junta militar, el General Min Aung Hlaing, apareció en la ceremonia oficial en Yangon, un gesto que no puede considerarse inocente dentro del contexto sociopolítico actual.
El regreso del general: oportunidad política maquillada
Analistas locales e internacionales coinciden en que la sorpresiva presencia del general Min Aung Hlaing en la ceremonia tiene una connotación estratégica. Con Myanmar bajo control militar desde el golpe de febrero de 2021, el país se encuentra en una encrucijada: elecciones planeadas para finales de este año, una guerra civil en desarrollo y una imagen internacional cada vez más deteriorada.
Este acto público no solo rememora a los mártires de la independencia, sino que intenta reconstruir una narrativa de unidad y legitimidad que el régimen busca proyectar ante una comunidad que en su mayoría repudia su dominio. Para muchos, el militarismo ha secuestrado los símbolos y las figuras fundacionales del país.
Aung San Suu Kyi: la gran ausente
Por quinto año consecutivo, la premio Nobel de la Paz y exlíder electa, Aung San Suu Kyi, no asistió a la ceremonia. Su ausencia tiene una explicación dura: está encarcelada desde el golpe militar y condenada a 27 años por varios cargos considerados por organismos como Amnistía Internacional como infundados y motivados políticamente.
No obstante, su familia aún trata de mantener viva su conexión con el legado de su padre. Ye Aung Than, nieto de Aung San, colocó una ofrenda floral en nombre de la familia frente a la tumba del mártir en el Mausoleo de los Mártires, al pie de la icónica Shwedagon Pagoda.
Un país fracturado y en resistencia
Más allá de los actos oficiales, Myanmar vive una resistencia civil e insurgente sin precedentes desde la sangrienta represión de las protestas en 2021. De acuerdo con la organización civil Assistance Association for Political Prisoners (AAPP), desde el golpe han muerto al menos 6,974 personas —entre ellas poetas, activistas y políticos— y más de 29,400 han sido arrestadas.
La junta militar ha respondido con brutalidad, y actualmente controla menos de la mitad del territorio nacional. En muchas regiones, grupos étnicos armados y milicias prodemocráticas han formado alianzas y ganado terreno, obligando al ejército a redoblar ofensivas.
¿Unas elecciones para blanquear el poder?
Las elecciones anunciadas por los militares para finales de 2025 son vistas con recelo. Organismos internacionales y críticos locales las consideran una estrategia de blanqueamiento democrático, diseñado para legitimar un régimen que perdió el apoyo popular desde el primer día.
"Está claro que el objetivo de estas elecciones no es la democracia, sino el control —comenta Richard Horsey, analista del International Crisis Group—. Las condiciones no existen para un voto libre: con la oposición encarcelada o exiliada y regiones enteras fuera del control estatal, es como organizar elecciones en una zona de guerra".
La instrumentalización emocional del Día de los Mártires
El tributo a Aung San ha sido utilizado históricamente como símbolo de unidad nacional. Pero muchas voces apuntan a un uso cínico por parte de los militares. Desde el golpe de Estado, la festividad ha perdido relevancia pública y ha sido minimizada en años anteriores al actual.
Este año, sin embargo, desde lo simbólico, la ceremonia quiere proyectar un mensaje de continuidad y autoridad tradicional. La presencia de altos rangos del ejército, el silencio institucional sobre los crímenes de los últimos años y la ausencia forzada de la familia Suu Kyi refuerzan la idea de una realidad distorsionada para consumo internacional.
Resistencia civil: las sirenas de las 10:37
En un acto de resistencia silenciosa, ciudadanos de Yangon hicieron sonar claxons y sirenas a las 10:37 a.m., hora exacta del atentado ocurrido en 1947 que se cobró la vida de Aung San. Es un gesto que ha adquirido alto valor simbólico entre los círculos pro-democráticos.
Además, se organizaron manifestaciones dispersas en áreas no controladas por el ejército, reafirmando que la lucha por la causa democrática no ha sido silenciada.
El enemigo en casa y el futuro en juego
Myanmar se encuentra en un punto de crisis existencial: la lucha no es solo territorial, sino también por la memoria histórica, los símbolos patrios y la narrativa nacional. Que Min Aung Hlaing se adueñe del Día de los Mártires se interpreta por muchos como una apropiación ilegítima de un legado que no le pertenece.
Mientras tanto, la comunidad internacional sigue dividida entre sanciones, condenas y escasa acción efectiva. La ASEAN, bloque al que pertenece Myanmar, ha recibido críticas por su postura pasiva respecto a la junta militar.
La figura de Aung San: padre de la patria, rehén de los tiranos
Nacido en 1915 y asesinado en 1947, Aung San es recordado no solo como líder independentista sino como visionario de una Myanmar moderna y plural. Su asesinato fue orquestado por rivales políticos, y hoy su legado se encuentra atrapado entre dos mundos: el del respeto profundo de millones de birmanos y el del uso reactivo de su imagen por quienes lideran un régimen autoritario.
Lo que está claro es que mientras Aung San Suu Kyi siga aislada, mientras las cárceles sigan llenas de disidentes y mientras el poder militar condicione toda vida civil, no hay espacio para hablar de democracia real en Myanmar.
¿Hacia un nuevo despertar o una nueva oscuridad?
El futuro de Myanmar pende de un hilo. Aunque la junta insista en controlar el discurso y los símbolos, la resistencia sigue viva: en los jóvenes, en los grupos étnicos, en los activistas en el exilio y, especialmente, en el espíritu de quienes cada 19 de julio hacen sonar las sirenas que recuerdan a sus verdaderos mártires.