Crisis política en Japón: ¿el principio del fin para Shigeru Ishiba?
Las elecciones a la Cámara Alta reflejan el descontento con el gobierno, el auge del populismo y el resurgimiento del nacionalismo en una economía estancada
El contexto político japonés: estabilidad bajo amenaza
Este domingo, los ciudadanos japoneses acudieron a las urnas para votar por la mitad de los escaños en la Cámara Alta del Parlamento, una elección que, aunque tradicionalmente secundaria, tiene hoy un peso considerable sobre la gobernabilidad del país. El primer ministro Shigeru Ishiba y su coalición gobernante, formada por el Partido Liberal Democrático (PLD) y Komeito (de base budista), enfrentan una posible derrota electoral con consecuencias imprevisibles.
La meta del gobierno es modesta: alcanzar una mayoría simple de 125 escaños. La coalición ya cuenta con 75 y necesita 50 más. Esta cifra, sin embargo, supone una caída significativa respecto a los 141 escaños que habían acumulado antes de los comicios. La debilidad refleja un deterioro en su popularidad, impulsado por problemáticas económicas y un contexto geopolítico adverso.
La economía: precios al alza y salarios estancados
Según diversas encuestas, los principales temas que preocupan a los votantes son el incremento en el costo de vida, la estagnación de los sueldos y las crecientes cargas del sistema de seguridad social. Japón experimenta una inflación sostenida que ha golpeado incluso al arroz, uno de los pilares de la dieta nacional. Ishiba ha sido criticado por no brindar soluciones efectivas y rápidas a esta situación.
Por si fuera poco, las tensiones comerciales con Estados Unidos han deteriorado más el escenario económico. El expresidente Donald Trump mostró su descontento por la falta de progresos en las negociaciones bilaterales, particularmente en sectores clave como los autos y los productos agrícolas. Además, un aumento de aranceles de hasta el 25% sobre productos japoneses planeado para inicios de agosto añade más presión sobre el ejecutivo nipón.
La pérdida de la mayoría en la Cámara Baja y las concesiones forzadas
La situación actual es el reflejo de una caída que comenzó en octubre del año anterior, cuando la coalición de Ishiba perdió la mayoría en la Cámara Baja. Aunque eso no implicó un cambio de gobierno inmediato, sí obligó al oficialismo a negociar con la oposición para sacar adelante cualquier legislación, debilitando su habilidad para gobernar de manera efectiva.
La impopularidad también está relacionada con escándalos de corrupción pasados que siguen afectando la credibilidad del gobierno. Para algunos votantes, Ishiba representa la continuidad de un sistema que no ha sabido renovarse ni responder a las nuevas demandas sociales.
El auge de los partidos populistas: Sanseito y el discurso del miedo
En este ambiente de descontento, los partidos populistas están cobrando fuerza. Entre ellos destaca Sanseito, una formación de derechas que ha ganado notoriedad con un discurso nacionalista y antiinmigración. Su propuesta de crear una «agencia para la gestión de políticas sobre extranjeros» ha sido recibida con preocupación por organismos de derechos humanos.
Sanseito también incorpora en su plataforma posiciones antivacunas, antiglobalistas y un marcado respaldo a los roles de género tradicionales. Su lema, «Japón Primero», resuena especialmente entre sectores conservadores desencantados con el PLD.
Mientras tanto, la oposición tradicional conformada por partidos como el Partido Democrático Constitucional de Japón (CDPJ) y el Democratic Party for the People (DPP) ha logrado algunos avances, pero sigue demasiado fragmentada como para formar un frente sólido que desafíe al oficialismo de manera contundente.
División entre el deseo de cambio y el miedo al caos
La sociedad japonesa vive hoy una tensión entre su deseo de cambio y la necesidad de estabilidad. Mientras algunos ciudadanos expresan que votar por el PLD es una forma de evitar que el espectro político se desplace más hacia los extremos, otros ven en los partidos de oposición una oportunidad para avanzar hacia una sociedad más diversa e inclusiva.
“Si el partido gobernante no gobierna adecuadamente, la base conservadora se desplazará hacia los extremos”, dijo Yuko Tsuji, una consultora de 43 años al votar en Tokio. “Voté esperando que el PLD endurezca su postura”.
Por otro lado, Daiichi Nasu, de 57 años y trabajador autónomo, manifestó otra visión: “Quiero ver progreso en temas como políticas de inmigración más abiertas y la posibilidad de que las parejas casadas conserven apellidos distintos. Por eso voté por el CDPJ”.
El riesgo de una nueva inestabilidad política
Una derrota clara en la Cámara Alta no implica la sustitución inmediata del gobierno —pues esta cámara no puede plantear una moción de censura—, pero sí empujará al PLD a una grave crisis interna. Se intensificarán las voces que demandan la renuncia de Ishiba o incluso la reconfiguración de la coalición con un nuevo socio.
Históricamente, el PLD ha dominado la política japonesa desde la posguerra, proporcionando estabilidad y previsibilidad. Sin embargo, los cambios demográficos, el envejecimiento poblacional, la baja natalidad y la falta de políticas eficaces para mitigar estas tendencias están haciendo cada vez más difícil ese monopolio político.
Algunos analistas ya vislumbran un nuevo ciclo político más fragmentado y menos predecible. “En la medida en que el oficialismo no logre cohesionar un proyecto de país que incluya a los sectores más vulnerables, las propuestas demagógicas encontrarán terreno fértil entre la población frustrada”, comentó el politólogo Ichiro Tanaka en declaraciones para Asahi Shimbun.
Presiones externas: de Trump a los mercados
Como si los desafíos internos no fuesen suficientes, Ishiba también enfrenta una creciente presión internacional. El expresidente Donald Trump ha vinculado el fracaso en las negociaciones comerciales con Japón a la “debilidad del liderazgo nipón”, y ha impuesto tarifas como forma de presión directa.
Japón ha sido tradicionalmente un reevaluador pragmático de sus alianzas geoestratégicas, pero la presión norteamericana podría empujar al país a redefinir sus posiciones en un contexto global cada vez más incierto, especialmente frente al ascenso de China como potencia regional.
¿Qué sigue para Japón?
Independiente del resultado electoral, Japón se enfrenta a un dilema estructural profundo: permanecer en un modelo político de hegemonía moderada que ya no representa a toda su sociedad, o avanzar hacia una pluralidad que inevitablemente traerá consigo más debate, confrontación y retrasos legislativos.
Sin una mayoría clara y con un Parlamento fraccionado, cualquier reforma se verá condicionada por negociaciones complejas. Además, cuesta imaginar que el actual gobierno pueda sostenerse si no ofrece resultados tangibles en los próximos meses. El voto del domingo será, pues, un referéndum sobre la credibilidad del sistema político y una advertencia a los partidos tradicionales de que ignorar las demandas sociales emergentes puede tener un alto costo.
En palabras de Haruka Nomura, analista del Instituto Nipón de Política Pública: “Estamos en un punto de inflexión. La democracia japonesa tendrá que adaptarse o correrá el riesgo de ceder espacio al populismo radical, nacionalista e incluso autoritario”.
Estaremos atentos al recuento de votos esta misma noche. Japón podría estar escribiendo el primer capítulo de un nuevo ciclo político.