Pakistán bajo el agua: una mirada crítica al desastre climático sin freno
Con más de 170 muertos en tres semanas, las lluvias monzónicas y la incapacidad estructural revelan la urgencia de un cambio climático y político en el país
En medio de la temporada de monzones, Pakistán vive uno de los peores episodios climáticos de los últimos años. Al menos 178 personas fallecieron durante las últimas tres semanas debido a las lluvias torrenciales y las inundaciones, 54 de ellas en un solo día. El desastre es una muestra brutal de cómo la crisis climática global se mezcla con fallas estructurales en infraestructuras, políticas públicas obsoletas y falta de preparación ante emergencias naturales.
Una tragedia anunciada
Las lluvias monzónicas en Pakistán no son un fenómeno nuevo; ocurren regularmente entre junio y septiembre. Sin embargo, la intensidad y frecuencia se han multiplicado en los últimos años, lo que ha provocado escenarios más destructivos cada temporada. Según el Departamento Meteorológico de Pakistán, el país ha registrado un aumento del 82% en las lluvias solo en julio de 2025, comparado con el mismo mes del año anterior.
Solo en la provincia de Punjab, se ha reportado un incremento de lluvia del 124% en los primeros 15 días del mes respecto a 2024. Hay registros de calles y autopistas completamente sumergidas en ciudades como Lahore y Rawalpindi. La situación ha llevado a evacuaciones masivas, cierre de carreteras y una declaratoria de alerta máxima por parte de la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres (NDMA, por sus siglas en inglés).
La pesadilla de 2022: ¿se repite la historia?
El recuerdo del desastre de 2022 aún está fresco. Aquella temporada de monzones dejó más de 1.700 personas muertas y un tercio del país bajo el agua. Las recientes advertencias de las autoridades indican un posible patrón similar. Según expertos meteorológicos, el patrón de lluvias extremas podría repetirse si no se toman acciones urgentes.
En 2022:
- 1.737 muertes registradas
- Más de 33 millones de personas afectadas
- Alrededor de 2 millones de viviendas destruidas o dañadas
- 1.4 millones de hectáreas de cultivos perdidos
Las consecuencias no fueron únicamente humanas: también hubo un impacto demoledor en la economía. Las inundaciones supusieron pérdidas que oscilaron entre los 15.000 y 20.000 millones de dólares, según cifras del Ministerio de Finanzas de Pakistán.
Un Estado incapaz de gestionar la emergencia
La gestión gubernamental ante las lluvias de este año ha sido, nuevamente, deficiente. A pesar de las alertas tempranas emitidas por los servicios meteorológicos, la respuesta fue mínima. La infraestructura de drenaje en ciudades importantes sigue siendo insuficiente y muchas áreas rurales carecen de planes de evacuación.
“No podemos permitirnos otro desastre como el de 2022”, declaró recientemente un funcionario de la NDMA a la televisión local, “pero nos falta personal, recursos y la voluntad política para tomar decisiones preventivas”.
Los videos que circulan en redes sociales muestran a ciudadanos atrapados en techos de casas, vehículos flotando por calles urbanas y campesinos viendo perder sus cosechas sin recibir ayuda estatal o federal. El uso del ejército nuevamente ha sido necesario para evacuaciones aéreas como en Rawalpindi, donde un helicóptero rescató a una familia entera.
La urgencia de una política climática coherente
La catástrofe actual ha acentuado las deficiencias estructurales de Pakistán ante los efectos del cambio climático. Si bien el país emite solo el 1% de los gases de efecto invernadero a nivel global, su alto grado de vulnerabilidad climática lo convierte en uno de los diez países más amenazados, según el Índice de Riesgo Climático de Germanwatch.
Pakistán no tiene una política climática nacional cohesionada ni mecanismos adecuados para implementar planes de adaptación y resiliencia en zonas vulnerables. Además, sigue invirtiendo en proyectos a corto plazo, sin considerar la necesidad de desplazar comunidades en riesgo o modificar el uso del suelo en zonas proclives a inundaciones.
¿Y la cooperación internacional?
Después de las inundaciones de 2022, se prometieron más de 9.000 millones de dólares en ayuda internacional para reconstrucción y adaptación, durante la cumbre en Ginebra organizada por la ONU y el Banco Mundial. Sin embargo, gran parte de esos fondos se ha demorado o no se ha ejecutado completamente.
Ante la tragedia actual, la respuesta internacional ha sido tibia. ¿Es necesario un nuevo desastre de proporciones épicas para que la comunidad internacional reaccione?
Turismo e infraestructura en jaque
La Autoridad de Turismo de Pakistán ha emitido alertas para evitar rutas hacia áreas montañosas como el Valle de Swat o Murree, altamente propensas a deslizamientos de tierra. También se han reportado daños en carreteras y puentes estratégicos que conectan provincias.
Esto afecta directamente al sector turístico, que comenzaba a recuperarse tras la pandemia. El turismo interno y el extranjero han caído estrepitosamente en zonas del norte, afectando a comunidades enteras que dependen de esta actividad económica.
¿Hacia una catarsis política?
El manejo de la emergencia pone nuevamente en tela de juicio la viabilidad y legitimidad de la clase política paquistaní. A pesar de múltiples gobiernos, coaliciones y promesas de reformas estructurales, la respuesta ante desastres naturales sigue siendo improvisada e ineficaz. El influyente expresidente Imran Khan ya ha usado la emergencia actual como punta de lanza para criticar a los militares y al actual gobierno.
Los ciudadanos también comienzan a responder. Redes de ayuda ciudadana han surgido para apoyar a comunidades aisladas, mientras crece la presión por una revisión constitucional que obligue al Estado a responder eficazmente ante desastres climáticos.
El reloj climático avanza sin piedad
Las estadísticas globales son demoledoras. Según la ONU:
- Las catástrofes naturales relacionadas con el clima se han multiplicado por cinco desde 1970.
- Cerca del 90% de los fondos para desastres en el mundo se destinan a respuesta inmediata y solo el 10% a prevención.
- Pakistán podría enfrentar desplazamientos masivos de hasta 20 millones de personas de aquí a 2050 si el calentamiento global continúa con la tendencia actual.
El caso de Pakistán es sintomático de lo que viene para muchos otros países en desarrollo. La falta de adaptación, combinada con la desigualdad, la corrupción y el subdesarrollo estructural, transforma fenómenos naturales en catástrofes humanitarias a gran escala.
No se trata solo de Pakistán. El mundo entero debería mirar con atención lo que está ocurriendo en Lahore, Rawalpindi o Balochistán. Lo que allí sucede podría reflejar nuestros propios futuros si no actuamos con responsabilidad y rapidez.