“Eddington”: un espejo demencial de Estados Unidos en la era de la desinformación

La nueva película de Ari Aster mezcla sátira, western y horror digital para explorar el caos político y psicológico del norteamericano promedio en tiempos de pandemia, hiperconectividad y polarización extrema

Por fin llega a los cines “Eddington”, la nueva apuesta de Ari Aster, director célebre por incursionar con maestría en el terror psicológico. Sin embargo, esta vez abandona los códigos convencionales del género para sumergirnos en un híbrido entre sátira política, western distorsionado y retrato pesadillesco del zeitgeist de la América contemporánea.

Con Pedro Pascal y Joaquin Phoenix como protagonistas, y con la pandemia como telón de fondo silencioso, “Eddington” no busca recrear la crisis del COVID-19 como eje narrativo, sino más bien explorar lo que vino después (o más bien, lo que ya estaba gestándose mucho antes): una sociedad irreconciliablemente dividida, sumida en una histeria colectiva alimentada por la tecnología, la ideología y la desconfianza.

Eddington: una ciudad, muchas realidades

La trama se sitúa en una ciudad ficticia en Nuevo México que da nombre al filme. Allí, un centro de datos emerge en la periferia al mismo tiempo que la salud mental y la cohesión social de sus habitantes comienza a deteriorarse. Aster combina magistralmente elementos del western clásico con una puesta en escena digitalísima: los teléfonos celulares son tan importantes como los revólveres.

Los personajes viven “en” internet, no solo “con” él. “Desde que comenzamos a cargar el internet en el bolsillo, todo se ha vuelto cada vez más extraño”, comenta Aster en una entrevista. Y es justamente ese sentimiento el que permea toda la cinta: la normalidad ha sido reemplazada por una realidad líquida, inasible.

Una pugna ideológica con rostro de sátira

Uno de los ejes que más ha generado debate —con justa razón— es el enfrentamiento entre el sheriff interpretado por Joaquin Phoenix (una caricatura del conservadurismo rural estadounidense) y el alcalde liberal encarnado por Pedro Pascal. Su disputa sobrepasará lo ideológico para tornarse en una lucha simbólica por el dominio del relato en una comunidad fragmentada por los algoritmos.

Las discusiones entre ellos sobre mandatos de mascarilla, las protestas de Black Lives Matter, las elecciones y la propia realidad del virus, no solo reflejan debates reales, sino que los lleva al extremo para ofrecernos una visión inquietante pero reconocible. La sátira aquí duele porque es demasiado real.

Polarización como estilo narrativo

Desde su estreno en el Festival de Cannes, la película ha dividido opiniones. Algunos la acusan de ridiculizar más a la izquierda que a la derecha. Justin Chang, crítico de The New Yorker, expresó que Aster parecía estar “anotando puntos contra progresistas, activistas antirracistas y otros blancos favoritos de la derecha”. Por su parte, Manohla Dargis, de The New York Times, advirtió que “aunque Aster sabe captar la atención, si cree que está diciendo algo sobre América, el chiste recae en él”.

Pero Aster se defiende: “Una parte es fastidiosa y llena de hipocresía, pero la otra está destruyendo vidas. Si no hay autorreflexión, ¿cómo vamos a salir de esto?”. Para Aster, la sátira no exime al crítico de sentirse parte del problema.

¿Qué es lo que realmente está pasando?

“Eddington” es, ante todo, un intento de capturar el aire del tiempo. Aster comenzó el guion en 2020, mientras la polarización y el aislamiento emocional comenzaban a alcanzar cotas inéditas. El director apunta que aunque el virus exacerbó la decadencia, esta ya estaba latente desde antes. “Aquel nivel de miedo con el que empecé a vivir se intensificó, y desde entonces no descendió”.

El filme logra incorporar toda esa ansiedad colectiva: entre desinformación, paranoia, teorías conspirativas y aislamiento, el mundo de “Eddington” es un espejo convexo de la América real, solo marginalmente deformado.

War Western: smartphones, balas y algoritmos

Entre el humor negro, la ironía y la brutalidad simbólica, el guion apuesta por un ritmo que arranca como drama social indie y evoluciona hacia un climax surrealista. En la segunda mitad del filme, la narrativa parece intoxicar al propio espectador con la misma enfermedad mental que aqueja a los personajes. El espacio-tiempo comienza a desmoronarse, y ya no es posible discernir quién está en lo correcto, o quién siquiera es real.

El estilo recuerda a “Dr. Strangelove” de Kubrick o “Brazil” de Terry Gilliam, pero con una sensibilidad digital que evidencia que el verdadero apocalipsis no ocurre al final, sino en la forma en que experimentamos el presente.

Joaquin Phoenix y Pedro Pascal: duelo actoral de alto voltaje

Ambos actores encarnan arquetipos ideológicos claramente definidos, pero los convierten en seres humanos vulnerables y patéticamente reales. Phoenix interpreta al sheriff Ron Bickers, un hombre consumido por teorías conspirativas, incapaz de vivir fuera de su flujo algorítmico de información. Por otro lado, Pascal da vida al alcalde John Cortez, un liberal sostenido por discursos vacíos, cuya desconexión emocional con el pueblo lo han vuelto tan dogmático como su adversario.

Estábamos aterrados y no entendíamos del todo lo que pasaba”, dijo Phoenix sobre la experiencia pandémica que la cinta recrea. “Y en lugar de empatía mutua, recurrimos al antagonismo”.

‘Una época de obscenidad total’

Aster reconoce que si hubiese escrito el guion tras la reelección de Trump, “Eddington” habría sido aún más extrema. “La habría hecho más obscena, más furiosa. Ya es una película enojada, pero creo que vivimos en una época de obscenidad total”.

De hecho, el cineasta sugiere que lo que más le preocupa es cómo ya no somos capaces de reconocernos los unos a los otros como personas. “La pregunta que me atormenta es: ¿qué forma podría tener una rama de olivo?”.

No es sólo una pregunta retórica. En una era donde las redes sociales reorganizan el cerebro colectivo y reemplazan la interacción humana por cámaras de eco, quizás, como sugiere “Eddington”, una película sea el último lugar donde podamos intentar entendernos.

A24 otra vez al frente de lo incómodo

En un panorama dominado por secuelas, nostalgia y evasión, el riesgo de Aster solo fue posible gracias a A24, la productora indie ya conocida por apoyar proyectos con apuestas temáticas arriesgadas—como hizo con “Beau Is Afraid” también dirigida por Aster, o más recientemente con “Civil War”.

La película no evita el presente ni lo encubre con metáforas: lo confronta. Por eso su posible impopularidad está, paradójicamente, en el corazón de su relevancia. Como dijo Aster: “Estoy desesperado por trabajos que aborden este momento porque no sé dónde estamos… nunca estuve aquí antes”.

¿Es “Eddington” la película que merecemos?

Quizás no, pero sí es la película que necesitamos. Puede que no guste a todos, que cause incomodidad y hasta rechazo. Pero su mera existencia ya es un gesto político y reflexivo en una industria plagada de fórmulas. “Eddington” no busca respuestas fáciles, ni jugar al sabio profeta. Solo quiere que recordemos algo básico, enumerado en un Post-it mental de Aster: “Recuerda los teléfonos”.

Porque fue en esa era —en la que comenzamos a vivir demasiado dentro de nuestras pantallas— cuando todo empezó a ponerse verdaderamente raro.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press