Rihanna y los pitufos: cuando las estrellas del pop no pueden salvar una franquicia azul

La nueva película animada de Paramount Animation con Rihanna como Smurfette brilla poco más allá de su marketing colorido y deja preguntas sobre la necesidad de revivir propiedades intelectuales nostálgicas

Los pitufos: un eterno intento de reinvención

Desde su creación por el artista belga Peyo en 1958 bajo el nombre de Les Schtroumpfs, los pitufos han sido parte del paisaje cultural infantil. Pero mientras otras propiedades de la era dorada de las caricaturas han logrado modernizarse con éxito (como Trolls, gracias a su estilo visual vibrante y música pegajosa), los pequeños seres azules parecen destinados a quedar atrapados en el pasado.

El nuevo intento de revivir a los pitufos llega de la mano de Paramount Animation y la dirección de Chris Miller, conocido por su trabajo en “Shrek the Third” y “Puss in Boots”. Esta vez, la apuesta incluye a una de las mayores estrellas pop del mundo: Rihanna, quien pone voz a Smurfette y además aporta una canción original. Pero ni siquiera su carisma logra levantar una película que se siente más como un episodio largo de una serie para niños que como una experiencia cinematográfica memorable.

Cuando la fórmula se repite

La estrategia parece un calco de lo hecho con Trolls: criaturas coloridas del bosque, secuencias bailables al ritmo de pop actual y una estrella conocida. En un inicio animado, vemos a Papá Pitufo (con voz de John Goodman) haciendo de DJ mientras el pueblo entero de pitufos baila alrededor de sus casas en forma de hongo. Es alegre, sí, pero superficial.

La trama gira en torno a No Name Smurf (con voz de James Corden), un pitufo sin identidad definida —una metáfora involuntaria sobre lo que esta película representa para la franquicia. No Name descubre poderes mágicos, lo que desata una aventura que involucra libros mágicos, dimensiones paralelas y viajes por lugares como París, Múnich y Australia.

Una comedia sin filo y con chistes trillados

El guion, escrito por Pam Brady (conocida por “Hot Rod” y “Team America: World Police”), intenta colar bromas para adultos, pero estas se limitan a referencias flojas sobre Zoom, LinkedIn y podcasts. En lugar de elevar el nivel de la comedia, estas distracciones hacen que el ritmo narrativo pierda consistencia.

Entre personajes como Mama Poot (una criatura parecida a una pelota Koosh, interpretada por Natasha Lyonne) o situaciones donde Rihanna canta como pitufo mientras viaja dentro del marsupio de un canguro, uno se pregunta a quién va realmente dirigida esta película.

Atrapados entre el pasado y la indiferencia actual

Esta no es la primera vez que Hollywood intenta revivir a los pitufos. La década pasada trajo dos películas híbridas de acción en vivo con CGI (2011 y 2013), seguidas por una nueva versión animada en 2017. Ninguna logró hacer mella real en la cultura pop, limitándose a mantener viva la propiedad intelectual de forma tibia.

El fracaso reiterado de estas películas señala una verdad incómoda: los pitufos no logran adaptarse al presente. A diferencia de franquicias como Paw Patrol o Minions, que han sabido enganchar con audiencias nuevas gracias a una mezcla de innovación y humor absurdo, los pitufos parecen aferrarse a su legado nostálgico sin evolucionar realmente.

Una animación que no impresiona

A nivel visual, la película cumple sin destacar. La animación tiene brillo, pero se siente sin alma, hecha para satisfacer un estándar y no para destacar entre las grandes producciones animadas actuales. En una industria donde producciones de Pixar, Illumination y DreamWorks compiten por la atención de los niños —y el bolsillo de sus padres—, una estética genérica ya no basta.

¿Quién revive a quién?

En esta era de exceso de nostalgia, usar estrellas del pop como fichas de marketing no es novedoso. Ya lo intentaron con Justin Timberlake en Trolls, ahora recurren a Rihanna. El próximo paso lógico sería que Justin Bieber protagonice una película sobre los Gummi Bears. Pero el problema es más profundo que el elenco: si el material de origen no tiene nada nuevo que ofrecer, ni la mayor celebridad puede salvarlo.

Una historia sin impacto

La narrativa de “Smurfs” parece una mezcla de clichés: el villano Razamel —hermano del clásico Gargamel— busca dominar el mundo reuniendo cuatro libros mágicos. Es una excusa para llevar a los personajes por escenarios vistosos, pero que no se sienten esenciales ni dramáticamente convincentes. Peor aún, se desperdician oportunidades de explorar temas como la identidad, la pertenencia o el propósito, que podría haber dado profundidad al personaje de No Name Smurf.

La crítica lo dice claro: poco y tarde

La película ha recibido críticas mixtas a negativas. Medios como Rotten Tomatoes y Metacritic reflejan valoraciones bajas, destacando su falta de originalidad y nulo impacto emocional. Se elogian, sí, algunos momentos cómicos y la presencia de Rihanna como un esfuerzo notorio de ventas. Pero no es suficiente.

Con una duración ajustada de 92 minutos, la cinta se consume rápido, ideal para una función de domingo por la mañana sin más expectativas que mantener entretenidos a los más pequeños. Pero incluso en ese contexto, se siente como una oportunidad perdida.

¿Una franquicia con gas suficiente?

Más allá del desempeño individual de esta entrega, la gran pregunta es si esta fórmula merece seguir intentándolo. Hay propiedades intelectuales que se reimaginan con audacia y autenticidad —como My Little Pony en su versión Friendship is Magic, que ganó incluso seguidores adultos— pero los pitufos parecen seguir temerosos de desviarse del guión de décadas anteriores.

Rihanna no puede hacer todo

Uno no puede evitar simpatizar con Rihanna. Su participación vocal es competente, su canción no incomoda, pero su presencia no está diseñada para contar una historia ni redimir un producto. Es el sello de un estudio que confía más en el marketing cruzado que en el poder narrativo de su obra.

Sin embargo, hay algo fascinante en esta peculiar era de las películas animadas: todas parecen desesperadas por convertirse en franquicias. Y en el proceso, se olvidan de ser simplemente buenas películas.

¿Qué sigue para los pitufos?

Si esta cinta fracasa en taquilla —como todo indica por su tibia recepción crítica y la saturación del mercado— es posible que los pitufos vuelvan a su estado de hibernación mediática. Tal vez, cuando alguien decida reinventarlos sin temor al cambio, alejándose de la fórmula blandengue y apostando por una narrativa potente e inclusiva, merezcan otra oportunidad.

Por ahora, y a pesar de sus travesuras multicolores, los pitufos se quedan como lo que fueron durante las últimas décadas: una nota a pie de página de la era de oro de la animación, que ni siquiera Rihanna puede transformar en algo verdaderamente nuevo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press