La comunidad beduina frente a los misiles: improvisar refugios en tierra árida para sobrevivir

En medio de tensiones en Medio Oriente, los beduinos del desierto del Néguev sobreviven a los misiles iraníes con refugios artesanales e invisibilidad política

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Por generaciones, la comunidad beduina ha habitado las tierras áridas del desierto del Néguev, en el sur de Israel, con una identidad cultural resiliente y profundamente conectada a la naturaleza. Pero los conflictos regionales —ahora con el telón de fondo de la guerra entre Israel e Irán en 2025— han hecho que esta población nómada enfrente una amenaza cada vez más letal: los misiles.

Hoy, sin reconocimiento oficial del Estado y con cero acceso a la infraestructura militar o civil destinada a proteger a otros ciudadanos israelíes, miles de beduinos se ven obligados a crear improvisados refugios usando autobuses enterrados, contenedores revocados con escombros y culverts de drenaje, en un intento desesperado por salvar sus vidas.

Los invisibles: ciudadanía sin refugio

Según estimaciones oficiales, cerca de 300,000 beduinos viven en Israel, mayoritariamente concentrados en la región del Néguev. Sin embargo, más de la mitad reside en aldeas no reconocidas por el Estado, lo que significa que carecen de servicios básicos como agua potable, electricidad, sistemas de sanidad —y, crucialmente, refugios antimisiles.

Durante la guerra de 12 días entre Irán e Israel que estalló en junio de 2025, los misiles llovieron desde el cielo. Y mientras las sirenas alertaban a las grandes ciudades judías, donde refugios subterráneos se activaban automáticamente, ninguna alerta ni protección llegaba hasta Khashem Zaneh, Al-Zarnug o Al-Furaa, aldeas beduinas que siguen sin aparecer en los mapas oficiales del Estado.

“Mi hijo duerme metido en una caja de metal bajo tierra. No es vida, pero al menos es supervivencia”, dice Ahmad Abu Ganima, padre de cinco.

Enterrados para vivir: los refugios improvisados

Las imágenes que llegan desde el Néguev muestran vehículos enterrados, bidones metálicos convertidos en búnkers, y camiones graveros transformados en refugios improvisados. En uno de los casos más emblemáticos, la familia Gaboa ha reutilizado dos viejos camiones de carga cubiertos con diez toneladas de tierra, con una sola entrada hecha con láminas de metal recicladas.

La organización activista Standing Together, un raro ejemplo de colaboración binacional entre israelíes y palestinos, ha intentado llenar el vacío estatal donando refugios móviles. Sin embargo, el esfuerzo es insuficiente frente a la vasta cantidad de aldeas desprovistas. En junio, entregaron solamente una unidad a Khirbet Al-Watan, una aldea con cientos de habitantes.

El trasfondo político: ¿por qué no se les protege?

El motivo por el cual los beduinos no tienen acceso a refugios no es técnico, sino político. Las aldeas no reconocidas son consideradas ilegales bajo la legislación israelí, a pesar de que muchas existen desde antes de la fundación del Estado en 1948. Esto significa que no solo carecen de servicios básicos, sino que están constantemente bajo amenaza de demolición.

El Estado ha ofrecido reubicarlos en poblados planificados, como Rahat, pero muchos beduinos perciben esto como la destrucción forzada de su modo de vida pastoral y comunitario. El resultado: resistencia pasiva, aislamiento estructural y vulnerabilidad extrema a los ataques militares.

Misiles que no discriminan

En la reciente escalada bélica, Irán lanzó múltiples tipos de proyectiles hacia el sur de Israel. Uno de ellos impactó a escasos metros de la aldea de Al-Zarnug. Suleiman Gaboa mostró ante los medios internacionales un fragmento metálico caliente que cayó a metros de su vivienda improvisada. “No tenemos sirenas, no tenemos refugios. Solo escuchamos el silbido y corremos”, relató.

Paralelamente, las fuerzas armadas israelíes interceptaban otros misiles sobre ciudades del centro del país usando el sistema Cúpula de Hierro, inaccesible para los habitantes del Néguev interior.

Una historia repetida: de invisibles a escudos humanos

Esta no es la primera vez que los beduinos terminan entre el fuego cruzado y el olvido estatal. Ya durante la operación Margen Protector en 2014, misiles impactaron comunidades beduinas causando víctimas fatales, incluyendo menores. Human Rights Watch calificó como “discriminación institucionalizada” la falta de protección comparativa entre pueblos judíos y beduinos.

En 2023, la Corte Suprema de Israel denegó un recurso interpuesto por habitantes de al menos 30 aldeas no reconocidas para exigir la instalación estatal de sirenas antiaéreas. La sentencia argumentó que no había base legal para obligar al Estado a proteger aldeas no reconocidas.

Cultura bajo amenaza

A pesar del riesgo, la comunidad beduina continúa con su vida. En Al-Zarnug, niñas vestidas con ropa tradicional participan en bodas colectivas al ritmo de tambores. Jóvenes en bicicleta cruzan las arenas crepusculares, ignorando los ecos lejanos de las explosiones.

Pero los refugios arrastran un costo: vivir bajo tierra, en lugares húmedos y oscuros, causa problemas respiratorios y psicológicos, sobre todo entre los niños. Mohammed Abu Ganima, de siete años, observa el horizonte desde el único ventanuco de su refugio: un minibus de segunda mano enterrado en arena.

“Nadie debería vivir así, y mucho menos un niño”, comenta Nawal el-Houzayel, portavoz comunitaria.

La ayuda que no llega

Más allá de pequeños esfuerzos de ONG y colectivos mixtos, el Estado no ha mostrado señales de cambiar su política hacia los beduinos. Un informe reciente de Amnesty International denunció que Israel sigue aplicando un “régimen dual de protección civil”, que vulnera derechos humanos universales.

Mientras tanto, la nueva fase del conflicto —con Yemen y los hutíes alineados con Irán— hace prever que el sur israelí seguirá siendo blanco de ataques. ¿Serán los beduinos una vez más los escudos humanos no oficiales que nadie admitirá en discursos diplomáticos?

Reimaginar el futuro beduino

Si bien la política israelí argumenta que el rechazo a reconocer estas aldeas se debe a factores de planificación urbana y seguridad, los críticos señalan que la verdadera razón es el control demográfico y el intento de concentrar a los beduinos en zonas planificadas que desmantelen su estructura comunal.

Frente a esta realidad, ¿es posible un punto medio? Una política que reconozca las aldeas y las dote de servicios sin necesariamente urbanizarlas podría representar un comienzo. Proteger no significa necesariamente transformar. Pero, como suele ocurrir en contextos de poder desigual, la sobrevivencia sigue dependiendo de la capacidad de improvisar.

En el fondo del Néguev, los tambores siguen sonando, y los refugios enterrados aún aguantan. Pero la pregunta persiste: ¿cuánto tiempo más pueden resistir los invisibles bajo tierra?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press