El fantasma de Trump: cómo la política del expresidente sigue influyendo en justicia, energía e industria
Tres decisiones recientes en EE. UU. exponen cómo las acciones e ideología de Donald Trump siguen redibujando el terreno político y económico del país
Una fiscal de alto perfil despedida sin explicación
La inesperada destitución de Maurene Comey, hija del exdirector del FBI James Comey, ha levantado múltiples cejas en círculos judiciales y políticos. Comey, una fiscal veterana del Distrito Sur de Nueva York, había trabajado en casos de alto calibre como el de Jeffrey Epstein y el más reciente contra el rapero Sean “Diddy” Combs.
Según fuentes anónimas, el Departamento de Justicia no ofreció una razón concreta para su despido. Sin embargo, su apellido y su historial levantan sospechas. Durante años, tanto analistas como observadores políticos advirtieron que, bajo una administración conservadora, Comey podría ser un blanco político, dada la enemistad notoria entre su padre y el expresidente Donald Trump.
James Comey fue despedido por Trump en 2017 mientras lideraba una investigación sobre los posibles lazos entre la campaña presidencial de Trump y Rusia. El episodio marcó el inicio de una serie de purgas y tensiones en el sistema judicial que algunos interpretan como obstaculización política de la justicia.
Una planta de gas natural detenida por la presión de Trump y sus aliados
En Tennessee, el Tennessee Valley Authority (TVA) decidió retirar su propuesta de construir una nueva planta de gas natural de 900 megavatios en el condado de Cheatham, luego de fuerte oposición de la comunidad local y la presión mediática de figuras como el cantante country John Rich, conocido aliado de Trump.
La planta, con una batería de almacenamiento y un gasoducto de 12 millas, provocó alarma en un vecindario agrícola y residencial. Se temía la afectación a la calidad del agua y del aire, el ruido y el derecho a la propiedad. El mismo Rich declaró que Trump y la secretaria de Agricultura Brooke Rollins “se unieron” en la resistencia al proyecto.
Este episodio revela un giro interesante. Mientras defensores del medio ambiente luchaban con argumentos técnicos, fue un movimiento político mediado por Trump lo que logró frenar el proyecto. Al mismo tiempo, se discuten opciones para extender la vida de plantas de carbón, contraviniendo los planes iniciales de TVA de retirarlas para 2035.
El fracaso de una planta de semiconductores en Michigan y las tensiones con China
En Michigan, la promesa de construcción de una planta de semiconductores de la compañía Sandisk, que generaría cerca de 10,000 empleos, se vino abajo debido —según la gobernadora Gretchen Whitmer— a la “inestabilidad económica masiva” provocada por aranceles comerciales implementados por la administración Trump.
Whitmer, demócrata y potencial candidata presidencial en 2028, acusó directamente la política comercial del expresidente. Aunque Sandisk no emitió comentarios, el rechazo a ubicar la planta en Flint afecta gravemente al plan de diversificación económica de Michigan.
El CHIPS and Science Act, aprobado durante la administración Biden, había incentivado este tipo de inversiones, pero Trump y algunos republicanos han cuestionado su permanencia, poniendo en duda la continuidad de políticas industriales de alta tecnología.
Kristen McDonald Rivet, congresista demócrata, afirmó que: “Las prácticas caóticas de Trump con los aranceles no solo están elevando los costos, también acaban de matar 10,000 empleos bien remunerados”.
La influencia de Trump: ¿liderazgo, sabotaje o estrategia?
En los tres episodios —jurídico, energético e industrial— asoma la larga sombra del expresidente Trump. Ya no como presidente en funciones, pero sí como centralizador simbólico del poder conservador y figura agitadora de las instituciones establecidas. En el caso de Maurene Comey, su despido se percibe como una represalia política diferida; en el caso de la planta de TVA, como una movilización de base con intervención política directa; y en el caso de Michigan, como el desinfle de esfuerzos económicos multilaterales por incertidumbre creada por políticas comerciales intervencionistas.
Más allá de afinidades ideológicas, estos casos invitan a reflexionar sobre el rol funcional del expresidente como contrapeso —o freno— de ciertas políticas públicas. Como dijo el analista político David Rohde en NPR: “Trump no necesita estar en la Casa Blanca para seguir gobernando segmentos del aparato estatal y económico.”
El legado y la estrategia de tensión: ¿nuevo normal?
La forma en que Trump interviene en estos escenarios coincide con lo que sociólogos y teóricos políticos describen como gobierno por crisis. Un método en donde el poder no se ejerce por el cumplimiento normativo, sino por crear presión y desestabilizar consensos. La cancelación de la planta en Michigan o el bloqueo del proyecto en Tennessee son solo algunos ejemplos.
Asimismo, la destitución de figuras de confianza de administraciones pasadas, ya sea en el Departamento de Justicia o en juntas como la de TVA, propicia una reconfiguración ideológica a largo plazo. La pregunta que queda es: ¿estamos ante una nueva doctrina política de revisión total?
Reflexión final: ¿Quién realmente gobierna?
Estos tres episodios recientes conforman una narrativa clara: aún fuera del poder ejecutivo, el fenómeno político y mediático llamado Trump continúa afectando decisiones técnicas, jurídicas e industriales. Los Estados Unidos actuales parecen vivir una coexistencia tensa entre pasado e intento de futuro, donde decisiones estratégicas son absorbidas por lealtades de partido, carisma autoritario y un electorado dividido.
Si algo queda claro, es que el legado de Trump no es simplemente un capítulo más en la historia estadounidense, sino un proceso en marcha que continúa moldeando el presente de formas inesperadas.