Batalla por el juego en Nueva York: ¿Renacimiento económico o apuesta arriesgada?
Ocho propuestas de casinos prometen transformar la ciudad, pero enfrentan resistencia local, dudas sobre impactos y un mercado saturado
La ambición de convertir a Nueva York en la capital del juego
En el corazón de la metrópolis más influyente de Estados Unidos, se libra una pugna multimillonaria por transformar la industria del entretenimiento de Nueva York. Ocho proyectos compiten por una de las tres codiciadas licencias para operar casinos en la ciudad, cada uno prometiendo miles de empleos, ingresos astronómicos y un renacimiento urbano. Pero la promesa de oro ha sido recibida con escepticismo por parte del público y los expertos.
Los megaproyectos incluyen desde un casino de Caesars Palace en Times Square, hasta un complejo de Hard Rock junto al Citi Field, pasando por una sala de juego frente al paseo marítimo icónico de Coney Island. Sin embargo, uno de los proyectos, el de Bally’s en el Bronx —ubicado en un campo de golf previamente gestionado por la empresa de Donald Trump— ya ha recibido un contundente revés de manos del concejo municipal.
El auge no tan reciente del juego en el estado
El origen de esta fiebre del juego se remonta a 2013, cuando los votantes del estado aprobaron una enmienda constitucional para autorizar la concesión de hasta siete licencias de casinos con juegos de mesa en vivo. Sin embargo, por decisión del estado, la primera ola de casinos se construyeron lejos de Manhattan, en la zona norte del estado. Fue una movida diseñada para estimular las economías menos prósperas antes de dejar entrar a los colosos del downstate, es decir, la ciudad de Nueva York.
Hasta el momento, el estado cuenta con cuatro casinos completos ubicados en áreas rurales y otros nueve “racinos” —salas de juego con máquinas electrónicas adjuntas a hipódromos—. Ninguno con el glamour y la exposición prometidos por estos nuevos proyectos urbanos.
Un negocio de miles de millones, pero... ¿hay espacio suficiente?
Los promotores de los nuevos casinos aseguran que los beneficios serán masivos: decenas de miles de empleos, hotelería de lujo, centros de eventos, museos civiles y museos culturales. Por ejemplo, el proyecto de Times Square propone una inversión de $5.4 mil millones, con apoyo de Roc Nation de Jay-Z, seguridad pública asesorada por Bill Bratton (excomisionado del NYPD), y hasta un museo de derechos civiles respaldado por Al Sharpton.
Pero los críticos no están convencidos. La Broadway League, por ejemplo, se opone radicalmente al casino en Times Square, temiendo que reste clientela a los teatros, aún recuperándose tras la pandemia. Como respuesta, los desarrolladores aseguran que su proyecto impulsará aún más el turismo a Broadway y que integrarán el casino a la infraestructura del Minskoff Theatre, hogar de "The Lion King".
Sea como sea, todos estos proyectos enfrentan cierta resistencia comunitaria. En Coney Island, activistas y vecinos argumentan que el proyecto enterraría parte del alma histórica del paseo, restringiendo el acceso libre a la playa y desmontando atracciones.
Casinos con competencia feroz en todos los frentes
Más allá del debate local, un factor clave es la saturación del mercado del noreste. Las grandes casas de juego de Connecticut (Foxwoods y Mohegan Sun), Pensilvania (Wind Creek en Bethlehem) y New Jersey (Atlantic City) están a menos de tres horas en auto desde Manhattan.
¿Puede entonces Nueva York City albergar tres casinos de gran escala y aún ser rentable? Según John Holden, profesor de leyes de juego en la Universidad de Indiana, sí, aunque con matices:
“Normalmente los datos de ingresos están maquillados por la propia industria del juego. Pero el mercado de Nueva York es sui géneris. Si se eligen ubicaciones estratégicas, podría funcionar.”
El caso de Bally’s: una apuesta perdida en el Bronx
Bally’s había planeado construir en Ferry Point, Bronx, en el terreno de un antiguo campo de golf administrado por la Organización Trump. Sin embargo, el proyecto, valorado en $4 mil millones y que incluía un hotel de 500 habitaciones y un centro de eventos para 2,000 personas, fue rechazado esta semana por el ayuntamiento. ¿La razón?
- Impacto ambiental significativo, según los vecinos.
- Ninguna mención específica al lazo con Trump, aunque Bally’s había acordado pagarle $115 millones si se obtenía la licencia.
- Preocupaciones sobre tráfico, gentrificación y uso de suelos verdes.
La negativa es una señal fuerte para las demás propuestas: sin consenso local no habrá casino. Esto eleva el poder de los comités asesores comunitarios que evaluarán cada plan junto a funcionarios locales antes de que la Comisión de Juego del Estado tome una decisión final, prevista para diciembre.
Los favoritos: proyectos ya operativos
Frente a tanta incertidumbre, algunos expertos creen que el estado podría apostar por el camino más seguro: convertir en casinos completos a los “racinos” existentes, que ya cuentan con ubicación, permisos y una operación funcional.
Uno de ellos es Empire City Casino en Yonkers, que recibiría una inyección de $2.3 mil millones de parte de MGM Resorts. Otro es Resorts World en el Aqueduct Racetrack en Queens, propuesto por el gigante malayo Genting, quien promete doblar la inversión hasta alcanzar $5.5 mil millones.
Estos dos podrían empezar operaciones casi de inmediato, lo que resulta tentador para el estado, considerando que la recaudación fiscal podría fluir en cuestión de meses en lugar de años, sin necesidad de levantar nuevas estructuras.
Datos relevantes a tener en cuenta:
- El mercado de Nueva York podría generar más de $1.500 millones anuales en ingresos fiscales, según estimaciones independientes.
- Desde 2013, los casinos del norte han aportado $3 mil millones en total al estado, y sus modelos económicos están asentados.
- Se estima que cada casino urbano podría crear entre 3,000 y 5,000 empleos directos.
No obstante, como ha demostrado la pandemia, la dependencia exagerada del turismo y entretenimiento puede ser volátil. Y con el auge de las apuestas en línea, hay quienes dudan que el público neoyorquino esté dispuesto o necesite trasladarse físicamente a un casino para apostar.
¿Una apuesta política también?
En el fondo, esta carrera por los casinos no es solo un asunto económico. También pone a prueba las alianzas políticas, la equidad en el uso del espacio urbano y, sobre todo, la capacidad del estado para equilibrar intereses económicos privados con las verdaderas necesidades de las comunidades.
Desde Broadway hasta el Bronx, desde Queens hasta Coney Island, todos se juegan algo en esta partida. Y como sucede en todo casino... no siempre gana la banca.