El incendio del Gran Cañón y la controversia de su manejo: ¿una estrategia adecuada o negligencia federal?
Miles de acres consumidos, una histórica estructura hecha cenizas y una tormenta política que cuestiona cómo se combate el fuego en uno de los parques nacionales más importantes de EE. UU.
Un incendio que devoró parte del alma del Gran Cañón
El Gran Cañón del Colorado, una de las maravillas naturales más emblemáticas del mundo, vive uno de sus episodios más trágicos y controvertidos en décadas. El incendio Dragon Bravo, generado por un rayo el 4 de julio, se ha convertido en un desastre ambiental y político al destruir el histórico Grand Canyon Lodge y provocar evacuaciones masivas en su ribera norte.
Hasta la fecha, las llamas han arrasado más de 90 millas cuadradas (233 kilómetros cuadrados), una superficie mayor que dos veces el tamaño de todo el complejo Walt Disney World de Florida. Sin embargo, más allá de la magnitud del fuego, la atención nacional se ha centrado en la respuesta tardía del Servicio de Parques Nacionales, que permitió que el fuego se propagara durante días antes de enfrentarlo con contundencia, desatando una fuerte crítica pública.
El Grand Canyon Lodge: casi un siglo de historia transformado en cenizas
Construido en la década de 1920, el Grand Canyon Lodge era un símbolo icónico del turismo estadounidense. Este refugio, donde miles de visitantes cada año se hospedaban para admirar las vistas desde el remoto y tranquilo North Rim, fue consumido por las llamas en cuestión de horas. También desaparecieron junto a él docenas de cabañas históricas que formaban parte del ecosistema cultural del parque.
La destrucción del Lodge no solo representa una pérdida emocional e histórica, sino también un golpe económico para la región. La Ribera Norte recibe casi el 10% del total de los visitantes del parque, y su cierre completo tendrá repercusiones comerciales durante el resto del año para comunidades como Fredonia, AZ o Kanab, UT.
¿Por qué se dejó arder el fuego?
La mayor controversia radica en la decisión inicial del Servicio de Parques Nacionales de no atacar agresivamente el incendio desde un principio. Según dijeron, la intención era dejar que el fuego quemara de forma controlada para beneficios ecológicos, una práctica comúnmente conocida como prescribed fire.
“Que el fuego arda de manera natural es fundamental para restaurar la salud del bosque”, explicó Andi Thode, profesora de ecología del fuego en la Universidad del Norte de Arizona, quien apoya esta estrategia bajo condiciones adecuadas. Incluso resaltó que parte del Dragon Bravo Fire se ralentizó al toparse con zonas previamente quemadas con fines de conservación. De hecho, el Gran Cañón ha sido considerado tradicionalmente un referente en gestión de incendios.
Sin embargo, todo cambió cuando el viento avivó las llamas y el incendio creció ocho veces en un solo día. En ese momento fue claro que se había subestimado la rápida evolución del fuego, exacerbada por condiciones meteorológicas extremas y combustibles vegetales extremadamente secos.
El papel del cambio climático
Los incendios forestales en Estados Unidos están aumentando tanto en frecuencia como en intensidad, un fenómeno vinculado por científicos como parte del impacto del cambio climático. El suroeste de EE. UU. vive sequías prolongadas, olas de calor y veranos con altísimas temperaturas, factores que alimentan incendios mucho más poderosos y difíciles de contener que hace décadas.
De hecho, según el Centro Interinstitucional de Incendios Forestales, 2023 registró más de 54,000 incendios forestales en EE. UU., afectando unas 2.6 millones de hectáreas. El caso del Gran Cañón es una nueva alarma que pone en duda la efectividad de los protocolos actuales en un contexto ambiental en plena transformación.
La crítica desde Arizona: “necesitamos una investigación federal”
La gobernadora de Arizona, Katie Hobbs, exigió una investigación federal sobre el manejo del incendio. En un comunicado, su oficina anunció que se reuniría con altos funcionarios del U.S. Forest Service y del Department of the Interior para revisar qué decisiones se tomaron y por qué se tardó tanto en actuar.
Esta preocupación ha sido respaldada también por los senadores federales Mark Kelly y Ruben Gallego, quienes enviaron una carta al Secretario del Interior cuestionando qué mecanismos se están usando para implementar una orden ejecutiva reciente que busca consolidar todas las fuerzas federales de lucha contra incendios en un único programa coordinado. “Queremos saber cómo se están tomando las decisiones bajo estas nuevas políticas”, dijeron en el documento.
Evacuaciones, cancelaciones y afectaciones al turismo
Las consecuencias no solo se han sentido en el plano ambiental o político. Decenas de visitantes que se encontraban en la Ribera Norte fueron evacuados, se cerraron senderos icónicos como el North Kaibab Trail, y se suspendió el acceso a Phantom Ranch, un histórico punto de descanso para los senderistas y rafters del río Colorado.
“Fue como una película de ciencia ficción; en la tarde el cañón estaba completamente cubierto de humo. No podías ver ni el borde opuesto”, dijo Christi Anderson, turista de California que tuvo que cambiar su reserva a la Ribera Sur, lo que la salvó de ser evacuada.
La situación también ha tenido impacto en el turismo fluvial: los guías del Colorado River han debido modificar sus rutas para evitar poblados afectados, mientras que miles de turistas han reprogramado sus visitas o incluso cancelado completamente sus tours guiados.
El dilema de la gestión del fuego: ¿dejar quemar o controlar desde el inicio?
El debate sobre cómo gestionar incendios forestales se reaviva con cada tragedia, pero este caso es especialmente ilustrativo. Durante décadas, el Gran Cañón fue ejemplo mundial de cómo el fuego puede ser usado como una herramienta de restauración. Sin embargo, esta política debe adaptarse a la nueva realidad climática.
“Ya no estamos en los años 90. Las condiciones actuales son peores, los combustibles más secos y el clima mucho más extremo. No hay cabida para improvisación”, dijo Raymond Nylund, excomandante de incidentes del US Forest Service. “Es momento de revisar completamente nuestro paradigma de gestión del fuego”.
Los defensores del enfoque tradicional insisten en que una proporción de fuegos controlados es positiva para eliminar material seco y prevenir incendios aún mayores. Sin embargo, críticos argumentan que se necesita mayor presupuesto y mejores herramientas para monitorear constantemente los fuegos que se “permiten arder”. Y, en última instancia, errar en la vigilancia puede ser más catastrófico que beneficioso.
Lecciones dolorosas para el futuro
El incendio Dragon Bravo y su devastación en el Gran Cañón representan más que una tragedia ambiental: muestran un sistema de gestión en crisis enfrentado a realidades nuevas y extremas. Con el aumento de los incendios forestales en el hemisferio norte, fenómenos como este podrían hacerse más comunes si no se toman decisiones basadas en datos actuales, proyecciones climáticas fiables y equipos multidisciplinarios.
La pregunta ya no es solo qué provoca estos incendios, sino cómo responder cuando lo imprevisible se vuelve la norma. Y en ese sentido, el fuego del Gran Cañón podría ser la chispa que obligue a un replanteamiento profundo de las políticas públicas, tanto estatales como federales.
“La historia de los parques nacionales es resiliente”, dijo una portavoz del Servicio de Parques. “Reconstruiremos, pero más importante aún, aprenderemos”.