Criptomonedas, Trump y el nuevo juego de poder en el Congreso: ¿quién gana realmente?
Los tropiezos legislativos de las leyes sobre criptomonedas muestran un cambio profundo en la política estadounidense, en el que intereses económicos, estrategias electorales y debates éticos sobre transparencia se entrelazan
Un Congreso dividido por la criptomoneda
Las criptomonedas, una vez un nicho digital reservado a los tecnólogos y libertarios, han irrumpido con fuerza en el corazón del poder político estadounidense. Esta semana, un ambicioso paquete legislativo para regular el sector cripto colapsó en la Cámara de Representantes. El fracaso legislativo no solo ha detenido lo que se denominaba la “cripto semana” del Congreso, sino que ha expuesto grietas profundas dentro del Partido Republicano y entre sus bases.
Una coalición inesperada de 13 republicanos se unieron a los demócratas para bloquear el inicio del debate sobre los proyectos de ley. Este revés representa una bofetada a los planes del expresidente Donald Trump, quien ha convertido la regulación benigna de criptoactivos en una bandera económica y política.
Trump y el sueño de convertir a EE.UU. en la capital cripto
“Queremos ser la capital mundial del cripto”, afirmó Trump esta semana. Y sus acciones lo demuestran. Ha promovido con insistencia leyes favorables a las criptomonedas, especialmente a las stablecoins (monedas digitales ancladas a monedas fiduciarias como el dólar). Pero el fracaso de los proyectos de ley para avanzar en la Cámara revela cuán intrincado es el panorama legislativo y cómo el propio partido republicano no está completamente alineado con Trump en este frente.
La urgencia del asunto se debe a la necesidad de que EE.UU. recupere el terreno perdido frente a otras regiones como Europa y Asia, donde la regulación sobre criptomonedas está más avanzada. Faryar Shirzad, director de política pública de Coinbase —el mayor exchange cripto de EE.UU.— declaró tras el fracaso de la votación: “Veremos quién realmente quiere leyes pro-cripto y quién no”.
Stablecoins y conflictos de intereses
Uno de los focos del debate gira en torno a las stablecoins. El Senado ya aprobó un proyecto para regularlas. Pero el texto incluye excepciones polémicas: mientras prohíbe a miembros del Congreso beneficiarse de estos activos, deja fuera al presidente y a sus familiares. Esto ha provocado alarma, ya que la familia Trump posee participaciones en World Liberty Financial, una empresa que recientemente lanzó su propia stablecoin, USD1.
La línea divisoria es clara: Trump y sus aliados quieren avanzar rápido, aprobar los proyectos por separado para que las stablecoins se regulen antes del receso de agosto. Sus detractores republicanos temen que dividir el paquete legislativo haga que las otras leyes —como la que impide que la Reserva Federal cree un dólar digital— queden en un limbo sin votación en el Senado.
Una industria con musculo político
El sector cripto no ha sido ajeno al poder político. La elección de 2024 fue testigo de un gasto millonario por parte de grupos pro-cripto para elegir legisladores afines. El super PAC Fairshake, por ejemplo, anunció que tiene más de 140 millones de dólares listos para gastarse en las elecciones intermedias de 2026.
Josh Vlasto, vocero del PAC, dijo tras el fracaso legislativo: “Los votantes fueron claros: el Congreso debe dejar de jugar con la cripto y aprobar una regulación seria”. La agenda de Fairshake es clara: empujar candidatos pron-cripto y apuntar contra los que bloquean “el futuro digital de EE.UU.”.
El componente electoral y Trump
Para Trump, el apoyo a las criptomonedas tiene un valor estratégico. Representa una manera de conectarse con un electorado joven, libertario y tecnológicamente inclinado. Además, puede presentarse como el presidente “amigo de la innovación financiera” y contraponerse al supuesto celo regulatorio del gobierno demócrata.
Sin embargo, el vínculo entre Trump y el sector cripto no está libre de suspicacia. El hecho de que la legislación pase por alto los potenciales conflictos de interés de la familia presidencial pone un reflector sobre su integridad ética.
¿Dónde queda el consumidor?
En medio del juego político, los intereses del consumidor promedio quedan diluidos. Actualmente, el mercado cripto estadounidense carece de fundamentos legales sólidos. Casos como el colapso del exchange FTX, que costó miles de millones a miles de usuarios, siguen resonando.
La regulación de las stablecoins, por ejemplo, busca limitar fraudes y garantizar que exista una «reserva 1:1» en dólares por cada moneda emitida. En esencia, estas leyes buscan aumentar la completa confianza del público en este nuevo sistema financiero descentralizado.
Tensiones en la bancada republicana
La ruptura entre los republicanos se explica, en parte, por el contexto más amplio. Muchos congresistas dudan de que el Senado —aún bajo control demócrata— adopte rápidamente leyes que no hayan sido previamente votadas en la Cámara Alta. Quieren que todo el paquete legislativo se vote como un todo. El problema: esto retrasaría aún más el proceso.
El representante Glenn Thompson de Pensilvania, coautor de uno de los proyectos, explicó que muchos republicanos tienen “poca fe en que el Senado haga avanzar estas leyes si se presentan de forma individual”.
¿Una oportunidad perdida?
Para los defensores del ecosistema digital, el traspié de esta semana ha sido una derrota significativa. Sin una regulación clara, los innovadores y emprendedores podrían seguir migrando hacia países con entornos normativos más predecibles, como Alemania, Suiza o incluso países del Caribe como Bahamas, que ya tienen marcos legales para exchanges de criptomonedas.
En EE.UU., la falta de claridad mantiene a muchas compañías en una zona gris legal. Algunas enfrentan demandas de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC), mientras que otras evitan siquiera operar en suelo americano.
¿Futuro digital o espejismo político?
El auge del interés en las criptomonedas por parte de los grandes actores políticos ha situado al sector como pieza clave en la economía del siglo XXI. Pero también lo ha convertido en una herramienta de poder e instrumento electoral.
¿Defenderá el Congreso el interés público o será rehén de lobbies millonarios como Fairshake? ¿Logrará Trump consolidar su visión de una nación pro-cripto antes de las elecciones? Y, más aún, ¿podrán los actores políticos separar sus propios intereses financieros de las necesidades del país?
Por ahora, la respuesta está en suspenso, pero lo que queda claro es que el dinero digital ya no es cosa de futuristas excéntricos. Es, para bien o para mal, una plataforma clave del nuevo poder en Washington.