La otra pandemia: el retroceso mundial en la vacunación infantil

Mientras millones de niños siguen sin acceso a vacunas esenciales, los recortes en ayuda internacional y las campañas de desinformación amenazan décadas de avances en salud pública

Una crisis silenciosa pero devastadora

En un mundo que apenas se está recuperando de la pandemia de COVID-19, otra crisis sanitaria avanza de forma silenciosa pero implacable: millones de niños no tienen acceso a vacunas esenciales. De acuerdo con un informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, más de 14 millones de niños en todo el mundo no recibieron ni una sola vacuna en 2024.

Esta cifra, prácticamente idéntica a la registrada en 2023, revela un preocupante estancamiento en los esfuerzos globales por lograr la inmunización infantil universal. Si bien la cobertura del primer ciclo de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina alcanzó un 89% y el ciclo completo subió mínimamente al 85%, los expertos advierten que estos avances son insuficientes para frenar el resurgimiento de enfermedades prevenibles.

Más de la mitad de los niños no vacunados están en solo 9 países

El informe destaca que la desigualdad en el acceso a vacunas es alarmante. De hecho, nueve países concentran al 52% de todos los niños completamente desprotegidos:

  • Nigeria
  • India
  • Sudán
  • República Democrática del Congo
  • Etiopía
  • Indonesia
  • Yemen
  • Afganistán
  • Angola

En naciones como Sudán, el colapso del sistema sanitario por múltiples crisis humanitarias ha mermado dramáticamente la cobertura contra enfermedades básicas como la difteria y el sarampión.

El impacto de los recortes en ayuda internacional

Uno de los factores que más ha contribuido a esta situación en el último año ha sido el colapso del apoyo financiero internacional a los organismos dedicados a la salud.

En enero de 2024, el presidente estadounidense Donald Trump retiró a su país de la OMS, congeló la mayoría de las ayudas humanitarias y tomó medidas para desmantelar la United States Agency for International Development (USAID). Un mes más tarde, el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr. —conocido por su postura antivacunas— anunció el retiro de miles de millones de dólares que EE.UU. había destinado a la Alianza Global para las Vacunas (Gavi). Entre sus argumentos, afirmó que la organización “ha ignorado la ciencia”.

Estas acciones han dejado a miles de programas desamparados, afectando directamente la logística y la distribución de vacunas en zonas críticas.

“Los recortes drásticos en la ayuda, combinados con la desinformación sobre la seguridad de las vacunas, amenazan con deshacer décadas de progreso”,

— Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS

El resurgimiento del sarampión: una alarma encendida

Aunque la cobertura de la vacuna contra el sarampión aumentó levemente —al 76% de los niños con ambas dosis—, esto sigue siendo insuficiente. Se necesita una cobertura del 95% para evitar brotes de este virus altamente contagioso.

Tan solo en 2024, 125,000 casos de sarampión fueron reportados en Europa, el doble que en 2023. Incluso en países desarrollados como el Reino Unido, donde se esperaría una alta cobertura, el índice apenas alcanza el 84%.

Un niño falleció recientemente en Liverpool tras contraer sarampión, un hecho que encendió las alarmas entre expertos y autoridades sanitarias.

“Es sumamente preocupante, pero para nada sorprendente, que sigamos viendo brotes de sarampión. La única forma de detenerlo es mediante la vacunación”,

— Helen Bradford, profesora de salud infantil en University College London

Vacunas: un escudo probado contra la muerte

Según cifras de las Naciones Unidas, las vacunas actualmente previenen entre 3.5 y 5 millones de muertes cada año. Estas incluyen enfermedades como la tos ferina, el sarampión, la polio y la fiebre amarilla.

La vacuna DTP (difteria, tétanos y tos ferina), por ejemplo, ha sido objeto de más de cinco décadas de estudios y seguimiento global, demostrando un perfil de seguridad y efectividad que ha salvado incontables vidas.

No obstante, figuras públicas con amplia difusión, como Kennedy Jr., continúan promoviendo dudas infundadas que generan desconfianza y reducen las tasas de vacunación incluso en países con buena infraestructura sanitaria.

La desinformación: una amenaza de salud pública

La proliferación de teorías conspirativas y desinformación ha erosionado la confianza en los programas de vacunación. Las redes sociales han sido el principal canal de expansión de estas ideas, con millones de usuarios expuestos a información errónea que vincula falsamente las vacunas con enfermedades como el autismo —un vínculo que ha sido desmentido científicamente desde hace años.

Un ejemplo ilustrativo: en 1998, un estudio publicado por Andrew Wakefield en *The Lancet* vinculó la vacuna triple vírica con el autismo. Años después se descubrió que se trataba de un fraude científico, y la revista retiró el estudio. No obstante, el daño ya estaba hecho.

Cuando la vacunación retrocede, el pasado regresa

La reemergencia de enfermedades que se consideraban controladas en varios países no es una coincidencia. El sarampión tuvo repuntes considerables en EE.UU., Alemania, Ucrania y el Reino Unido durante la última década, algo que expertos vinculan directamente con un descenso en los niveles de vacunación.

En 2019, la OMS catalogó a la “reticencia a vacunarse” como una de las diez principales amenazas a la salud global. En muchos casos, la causa es la falta de información adecuada y accesible. En otros, es el miedo alimentado por líderes de opinión, influencers o medios sin rigor científico.

¿Qué se puede hacer para revertir esta tendencia?

Las organizaciones internacionales y gobiernos deben actuar con urgencia. Entre las medidas más importantes:

  • Restaurar la ayuda internacional a programas de vacunación.
  • Combatir activamente la desinformación con campañas claras, transparentes y basadas en evidencia.
  • Fortalecer los sistemas de salud pública en regiones vulnerables.
  • Facilitar la accesibilidad a centros de vacunación y capacitar al personal sanitario.
  • Involucrar a las comunidades para reforzar la confianza en las vacunas desde lo local.

Como dijo alguna vez el epidemiólogo estadounidense Dr. William Foege: “Cuando vacunas a un niño, no solo lo proteges a él, sino a toda su comunidad”.

Una responsabilidad compartida

El futuro de millones de niños depende de las decisiones que se tomen hoy. No se trata solo de ciencia, sino también de voluntad política, solidaridad global y ética humanitaria. Al igual que la COVID-19 nos enseñó la importancia de una respuesta conjunta y basada en datos, la vacunación infantil exige el mismo nivel de compromiso colectivo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press