Gaza: El hambre como arma de guerra en el siglo XXI

Una mirada crítica a la crisis humanitaria en Gaza mientras miles de palestinos luchan diariamente por sobrevivir con un plato de comida

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El rostro del hambre en Gaza

La imagen es estremecedora: decenas de personas, entre ellas mujeres, ancianos y niños, extienden desesperadamente las manos para recibir una porción de comida en una cocina comunitaria en Gaza City, en el norte de la Franja de Gaza. Una escena que podría parecer sacada de un periodo de hambruna medieval, pero que ocurre hoy, en pleno 2025, en una de las regiones más densamente pobladas y asediadas del planeta.

Esta situación no es ni azarosa ni resultado de un simple conflicto armado. Es el producto de un cerco prolongado, bombardeos constantes y una guerra que ha convertido a la población civil en víctima directa de una estrategia militar y política de asfixia.

Una guerra que ha destruido más que edificios

Desde que comenzó la actual escalada del conflicto entre Israel y el grupo militante Hamás, Gaza ha sido el escenario de una crisis que no conoce tregua. A lo largo de los últimos meses, más del 80% de su población —unos 2 millones de personas— ha sido desplazada de sus hogares, según UNRWA, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos. Las instalaciones sanitarias han sido destruidas, las escuelas convertidas en refugios y las infraestructuras básicas, como el suministro de agua potable, quedaron al borde del colapso.

Organizaciones como Médicos Sin Fronteras, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) o Cruz Roja han advertido que están luchando —literalmente— para poder entregar ayuda. Las restricciones a la entrada de bienes esenciales, la inseguridad extrema y lo que expertos humanitarios han calificado como un “bloqueo total”, han contribuido a que hoy Gaza enfrente una hambruna inminente.

¿Hambre como arma de guerra?

No es la primera vez que se acusa a una parte en conflicto de utilizar el hambre como táctica de guerra, prohibida mayoritariamente por el derecho internacional humanitario. El artículo 54 del Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra señala que "se prohíbe atacar, destruir, trasladar o inutilizar bienes indispensables para la supervivencia de la población civil".

Sin embargo, en Gaza, camiones con ayuda alimentaria son regularmente detenidos o retrasados. Las imágenes de julio de 2025 muestran a niños palestinos con los rostros demacrados, esperando bajo el sol inclemente un pedazo de pan. La periodista noruega Line Frøysaa Mevik, que cubre la situación desde Gaza, escribió que "hay días en que los víveres no alcanzan más que para una cucharada de arroz y un puño de lentejas por familia".

Consecuencias de una política de asfixia prolongada

Antes del estallido de esta guerra, Gaza ya dependía en un 70% de la ayuda internacional. El desempleo superaba el 50% y más del 80% de la población vivía bajo la línea de pobreza, de acuerdo con la ONU. Desde el inicio del conflicto, el desempleo ha llegado a niveles aún más extremos, los negocios locales han desaparecido y el sistema de salud está “colapsado más allá de lo imaginable”, según The Lancet.

Los alimentos, en el mejor de los casos, escasean. En el peor, simplemente no llegan. Las imágenes del fotógrafo Jehad Alshrafi muestran a personas discutiendo o empujándose entre sí para acceder a las raciones que reparten las cocinas comunitarias. Un niño de no más de seis años aparece solo entre adultos, aferrado a una olla para su familia.

¿Dónde está la comunidad internacional?

Numerosos países occidentales han expresado "preocupación" por la situación, pero poco han hecho en términos prácticos. Mientras la Unión Europea debate aún sobre nuevas sanciones o aumentos en los envíos de ayuda, voces del mundo académico y de ONGs reclaman medidas más contundentes.

Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para Refugiados, declaró: "Gaza es un laboratorio del fracaso internacional. Sabemos qué está ocurriendo, sabemos qué se necesita hacer, pero no actuamos". La falta de acción se ha traducido en carencias fundamentales: hay días en los que solo uno de cada seis camiones de ayuda logra ingresar a la Franja. Y aún menos logran llegar al norte, el área más afectada.

Futuro incierto: efectos a largo plazo

Expertos en nutrición infantil alertan que incluso si mañana se levantaran todas las medidas que restringen el ingreso de productos, el daño ya está hecho. Más del 45% de los menores de cinco años en Gaza presentan signos de malnutrición aguda. Decenas de hospitales han colapsado o cerrado y el personal médico ha debido improvisar salas de emergencia en garajes, mezquitas e incluso en escuelas abandonadas.

Los efectos psicosociales también preocupan. La UNICEF ha advertido que más de un millón de niños están "en riesgo inmediato de trauma severo" debido al hambre crónica, la violencia constante y la separación o muerte de sus familiares.

Voces desde Gaza: resistencia y dignidad

A pesar de todo, la comunidad de Gaza no se rinde. Las cocinas comunitarias, dirigidas muchas veces por mujeres, se han convertido en centros vitales de la vida cotidiana. Fatima, una voluntaria en una de estas cocinas, explica: "No tenemos mucho, pero compartimos lo poco que conseguimos. Nuestro pueblo ha sufrido antes; sobreviviremos. Pero necesitamos que el mundo despierte".

La sociedad palestina en Gaza, desgastada pero no rota, continúa luchando por su supervivencia. Con recursos limitados, redes de apoyo vecinales, y una extraordinaria resiliencia, intentan mantener viva la esperanza. "Cocinar para 500 personas cada mañana con solo una olla y veinte kilos de arroz es un acto de resistencia", dice Abu Youssef, otro voluntario.

El hambre no es un efecto colateral

No estamos frente a una catástrofe natural ni a una hambruna derivada de la escasez clásica. Estamos ante una crisis inducida, un castigo colectivo que convierte a cada bocado de comida en un acto político. Las cocinas comunitarias, entonces, se vuelven trincheras de dignidad. Y cada ciudadano que logra recibir su comida diaria, un testimonio de resistencia.

Como dijera el analista y periodista Gideon Levy: "Lo que ocurre en Gaza no tiene justificación alguna. Es hora de llamar las cosas por su nombre: estamos viendo el uso sistemático del hambre como arma de guerra".

El mundo debe decidir si seguirá observando esta situación con indiferencia, o si finalmente actuará para detener una tragedia que, aunque tiene actores identificados y soluciones posibles, se repite cíclicamente frente a nuestros ojos —con consecuencias cada vez más devastadoras.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press