El renacer silencioso de la curva: ¿Está desapareciendo el arte más antiguo del béisbol?

Mientras el béisbol moderno se obsesiona con la velocidad y el poder, el legendario lanzamiento de curva se desvanece del mapa. ¿Podría esta joya táctica volver a brillar?

Una curva en la tradición: más de 150 años de historia

La curva es posiblemente el lanzamiento más poético del béisbol. Se atribuye su invención a Candy Cummings en 1863, cuando tenía apenas 14 años y descubrió accidentalmente cómo hacerla al lanzar conchas marinas al mar. Para otros, fue Fred Goldsmith quien la presentó al mundo en 1870. Sea como fuere, desde su nacimiento, la curva ha hecho tambalear los bates de generaciones de bateadores.

Desde leyendas como Sandy Koufax, Nolan Ryan y Clayton Kershaw hasta los estrategas modernos, la curva siempre ha sido una herramienta para confundir, desequilibrar y dominar. Su estética inconfundible —ese movimiento desde las "nubes hasta el tobillo"— ha sido descrita por comentaristas, jugadores e incluso poetas que admiran la danza que forma en el aire. Es el arte frente a la brutalidad del lanzamiento recto.

La estadística no miente: la curva en peligro de extinción

En 2019, los lanzadores de Grandes Ligas utilizaban la curva en 10.7% de sus lanzamientos. Para 2023, esa cifra descendió al 8.1%, marcando el punto más bajo desde que la MLB comenzó a rastrear estadísticas detalladas en 2008. Aunque esta temporada ha mostrado una leve recuperación a 8.5%, lo cierto es que se han lanzado 22,962 curvas menos en 2024 que hace cinco años.

Por ejemplo, Los Atléticos de Oakland la utilizan en apenas 2.5% de sus pitcheos. Charlie Morton, veterano de 41 años de los Orioles de Baltimore, sigue siendo uno de los guardianes de la tradición, con un 39% de sus lanzamientos siendo curvas. En contraste, la mayoría de jóvenes lanzadores prefieren sliders, cutters y sweepers.

“Ya casi no ves a nadie lanzando curvas 12-6. Prefieren un slider rápido o un sweeper. Es mucho más fácil de ejecutar”, dice Shane Baz, de los Rays de Tampa Bay, quien todavía lanza curvas en un 28.1% de sus pitcheos.

La obsesión por la velocidad

El béisbol moderno se ha entregado a la velocidad como medida de excelencia. En 2008, se registraron solo 214 pitcheos de más de 100 mph. En 2022, el número se disparó a 3,880, y en 2024 la proyección alcanza las 3,252 conexiones supersónicas.

A este fenómeno se le suma el descenso del rol del abridor: mientras en los 80s promediaban 6 1/3 innings, hoy esa cifra apenas supera los 5 1/3. La especialización de los relevistas, con apariciones breves y explosivas, premia más una recta intimidante que una curva engañosa.

“Se ha convertido en una industria de tirar más que de lanzar,” señala Omar Minaya, asesor senior de los Yankees. “Lo que buscan es velocidad, no habilidad para mezclar lanzamientos. Es lamentable como scout ver eso.”

La herencia cultural de la curva

No solo es un recurso de pitcheo; la curva ha trascendido al lenguaje común. Expresiones como “me lanzaron una curva” o “eso fue un screwball total”, hablan de lo impredecible y sorpresivo. Hoy, el uso de la curva se considera parte de un béisbol romántico, que valora la astucia más que la fuerza bruta.

Dallas Braden, ex lanzador y hoy comentarista, lamenta que esa belleza haya pasado de moda:

“Casi sientes simpatía por el bateador cuando ves una buena curva. Piensas: 'Rayos, ni yo podría haberle pegado a eso'. El eephus, usado muchas veces por jugadores de posición cuando lanzan, es quizá lo más cercano —esa estética visual donde parece que el pitcheo cae desde las nubes—”, dice.

La contraofensiva de los viejos sabios

Mientras la velocidad devora el protagonismo, unos pocos veteranos resisten. Charlie Morton, quien aprendió a lanzar curvas por un consejo de su padre —“como si lanzaras un cuchillo al reves”— lidera la liga con su paciente y letal dominio de la curva. Su longevidad y eficacia demuestra que hay lugar aún para el arte.

Además, se ha observado que las curvas pueden ser herramienta clave para proteger el brazo del lanzador. Al ser más lentas (velocidad promedio: 80.2 mph), reducen el desgaste. Y para los bateadores cada vez más entrenados para detectar velocidad, una buena curva aún puede dejarlos descolocados.

¿Un swing hacia el futuro o un retorno al pasado?

Es necesario considerar el equilibrio. Si todo gira alrededor de la velocidad, el béisbol corre el riesgo de desgastar sus talentos, homogeneizar el juego y perder una de sus riquezas estilísticas. La diversidad de recursos tácticos fue, por décadas, lo que elevó este deporte a arte. Hoy, con restricciones en lanzamientos (restricciones de reloj, límite de lanzamientos), un pitcheo que balancea efectividad y duración como la curva puede volver a tener sentido.

En un contexto donde los “sabermetrics” ya superaron la simple lógica del poder y se enfocan en limitar el contacto fuerte, la curva podría tener su revancha. Una bola curva bien ubicada sigue siendo una joya que, al rotar sobre sí misma, gira también la cabeza del aficionado.

Quizá en ligas menores, en universidades, haya entrenadores que estén sembrando esa semilla. O quizás los próximos Koufax y Kershaw estén hoy aburridos de lanzar sliders y se atrevan a lanzar una curva, no por nostalgia, sino por eficacia... y belleza.

Cuando el béisbol exige más que músculo

El béisbol siempre ha sido un deporte de inteligencia táctica además de talento físico. De estrategias, engaños, ritmo y tempos. La curva es la expresión refinada de esa escuela. Cuando un pitcher logra que un bateador se balancee en el aire, pensando que verá una recta, solo para terminar viendo la pelota retorcerse hasta el piso, estamos ante una pequeña obra de arte.

Y como el arte, la curva puede pasar de moda... pero jamás desaparecerá del todo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press