El regreso forzado a la oficina: Starbucks y el fin de la utopía del trabajo remoto
La decisión de Starbucks de revertir parcialmente el trabajo remoto ilustra un fenómeno creciente entre grandes corporaciones: la revalorización de la presencialidad corporativa
El fin del experimento remoto para Starbucks
El CEO de Starbucks, Laxman Narasimhan, ha anunciado oficialmente que la empresa exigirá a sus empleados corporativos asistir a las oficinas centrales de Seattle o Toronto al menos cuatro días por semana a partir de octubre. Esta decisión marca un nuevo paso en el retroceso gradual del trabajo remoto que tantas grandes corporaciones han estado adoptando en silencio desde finales de la pandemia.
Narasimhan, a través de una carta dirigida a sus empleados, justificó este cambio como una necesidad para "reestablecer nuestra cultura de oficina", argumentando que la colaboración cara a cara permite compartir ideas más eficazmente y resolver problemas complejos con mayor agilidad. "Hacemos nuestro mejor trabajo cuando estamos juntos", afirmó.
¿Retroceso o evolución?
El anuncio de Starbucks ha sido recibido con opiniones divididas entre sus 16,000 empleados de soporte corporativo alrededor del mundo. Aunque la exigencia de presencialidad es sólo para los líderes de personas ('people leaders') y los nuevos cargos o transferencias laterales, la señal es clara: Starbucks prioriza la centralización del trabajo.
La medida también incluye un cambio logístico relevante: los altos cargos deben reubicarse permanentemente en Seattle o Toronto en un periodo de 12 meses, algo que en febrero se limitaba solo a vicepresidentes. A aquellos que decidan no hacerlo se les ofrece una salida voluntaria remunerada.
Starbucks no está sola
Este movimiento de la empresa no ocurre en aislamiento. Grandes nombres como Amazon, AT&T y entidades gubernamentales han endurecido sus políticas de trabajo remoto durante el último año. De hecho, según Forbes, el 77% de las grandes empresas planean aumentar su presencia en oficinas físicas antes del final de 2024.
El caso de Amazon es emblemático: la compañía anunció en 2023 que sus empleados deberían regresar al menos tres días por semana a las oficinas, generando protestas internas y hasta amenazas de renuncia masiva. Sin embargo, su CEO, Andy Jassy, insistió que las dinámicas de colaboración y cultura empresarial se ven gravemente afectadas con el trabajo 100% remoto.
En Starbucks, una paradoja crece: mientras a Brian Niccol, su anterior CEO, se le permitió trabajar desde California con uso de un jet corporativo, ahora se exige presencialidad regional a cargos menores. Aunque desde entonces Niccol ha comprado una casa en Seattle, el trato desigual no ha pasado desapercibido en redes internas.
¿Dónde queda la productividad?
Durante la pandemia, una gran cantidad de estudios mostraron que la productividad no solo se mantenía, sino que incluso aumentaba en modelos híbridos o completamente remotos. Un informe de Harvard Business Review señaló que el 83% de los trabajadores se sentían más productivos trabajando desde casa.
Esto contrasta con una narrativa construida recientemente por ejecutivos que insisten en la necesidad de regresar al modelo tradicional. ¿Se trata de un argumento racional sobre dinámica corporativa o simplemente una nostalgia empresarial del modelo jerárquico clásico?
En palabras del Dr. Nicholas Bloom, profesor de economía en Stanford, hay un desconexión creciente entre lo que desean los trabajadores y lo que las estructuras corporativas buscan imponer: "La mayoría de los empleados pide al menos dos días de trabajo desde casa. Estas normativas estrictas arriesgan no sólo el talento, sino también el compromiso".
¿Y los beneficios del modelo mixto?
No es casualidad que las empresas tecnológicas, las más innovadoras, hayan sido las primeras en adoptar el modelo híbrido de manera permanente. Desde Google y Meta hasta Slack y Dropbox, muchos han optado por ofrecer flexibilidad total.
Dropbox, por ejemplo, ha transformado sus oficinas en "estudios de colaboración", lugares pensados no para trabajar diariamente, sino para reunirse cuando sea necesario. Según declaraciones de su CEO, Drew Houston: "El trabajo remoto nos permite acceder al mejor talento del mundo, no sólo a quienes viven cerca de nuestras oficinas".
El problema para Starbucks —y otras marcas tradicionales— puede estar en su estructura operativa clásica. Si bien sus tiendas requieren empleados presenciales, su base administrativa podría beneficiarse de esta misma flexibilidad que ahora rechazan.
¿Por qué ahora?
El momento también parece estratégico. Starbucks ha enfrentado varios desafíos recientes, incluyendo:
- Una ola de huelgas de baristas en protesta por condiciones laborales.
- Un rendimiento financiero insuficiente pese a promesas de recuperación (su utilidad trimestral bajó respecto al año anterior).
- Un clima laboral tenso tras intentos frustrados de frenar esfuerzos sindicales en varias locaciones.
La exigencia normativa de presencialidad podría estar orientada a recuperar el control cultural interno en medio de estas tensiones. Volver a la oficina puede ser un modo simbólico de consolidar la disciplina organizacional que el trabajo remoto ha hecho más fluida.
Una batalla cultural en curso
A nivel global, el trabajo remoto ha dejado de ser una solución provisional para convertirse en una nueva cultura del trabajo. Para muchos millennials y centennials —sectores crecientes dentro de la fuerza laboral—, la flexibilidad no es un beneficio: es un derecho.
La reimposición de políticas más rígidas podría dañar la imagen de marcas que antes se habían ganado un lugar en rankings de "mejores lugares para trabajar". La paradoja de 2024 es clara: mientras más marcas apostaban por la innovación digital, muchas están volviendo lentamente al siglo XX.
¿Hacia dónde va Starbucks?
Starbucks está redibujando las fronteras entre su cultura de tienda y su cultura corporativa. Exigir presencia física no garantiza innovación, y más aún, puede disminuir la satisfacción laboral si no hay compensaciones claras.
En un mercado donde la competencia por el talento se acelera, la equidad y flexibilidad se posicionan como activos estratégicos. Tal vez el verdadero problema no sea estar juntos en un lugar, sino rediseñar cómo, cuándo y por qué nos reunimos.
¿Una oportunidad perdida?
El regreso obligatorio a las oficinas plantea una pregunta clave sobre futuros modelos de trabajo: ¿es este el preludio de una reversión del teletrabajo de forma permanente, o simplemente un intento desesperado por parte de ciertas compañías de recuperar un orden perdido?
Por ahora, Starbucks parece inclinarse por lo segundo. Pero si el talento comienza a migrar hacia empresas más flexibles, este podría ser un experimento que termine costando mucho más que una casa en Seattle y un jet privado.