El regreso del caos: violencia sectaria y luchas por el poder en la nueva Siria

Clanes beduinos, milicias drusas e intereses internacionales alimentan el conflicto tras la caída del régimen de Assad

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La transición post-Assad en Siria está generando más incertidumbre que esperanza. A meses de la caída del presidente Bashar al-Assad, el conflicto armado da señales de transformarse en una guerra civil sectaria y tribal que amenaza con desestabilizar aún más al país. Esta vez, el epicentro del caos lo protagonizan los enfrentamientos entre las milicias drusas, clanes beduinos y fuerzas del nuevo gobierno, en medio de una débil institucionalidad y crecientes tensiones religiosas.

¿Quiénes son los Drusos y por qué están en el centro del conflicto?

Los drusos, una minoría religiosa que emergió como una rama del ismaelismo en el siglo X, han jugado históricamente un papel importante pero siempre ambiguo en la política siria. Con una población mundial estimada de alrededor de un millón de personas, más de la mitad vive en Siria, principalmente en la provincia de Sweida y en suburbios del sur de Damasco como Jaramana y Ashrafiyat Sahnaya.

Durante el régimen de los Assad –padre e hijo–, los drusos gozaron de cierta autonomía y coexistencia dentro de un sistema que enfatizaba el nacionalismo árabe y la laicidad. Pero tras la caída de Bashar al-Assad a finales de 2024, la escena cambió drásticamente. El nuevo gobierno prometió inclusión, pero solo un druso, el Ministro de Agricultura Amjad Badr, fue incluido en el gabinete de 23 miembros.

El inicio del conflicto: un incidente local con consecuencias nacionales

La chispa que encendió esta nueva ola de violencia fue aparentemente menor: un miembro de una tribu beduina atacó y robó a un druso en un punto de control en la provincia de Sweida. Sin embargo, lo que siguió fue una escalada inmediata de represalias mutuas entre ambas comunidades, acompañada de secuestros y ataques armados.

Las fuerzas del gobierno intervinieron, presuntamente para restaurar el orden, pero fueron vistas como aliadas de los clanes beduinos. Esta percepción de parcialidad reforzó la narrativa drusa de exclusión y discriminación dentro del nuevo orden sirio.

El factor sectario: entre la identidad y la supervivencia

El nuevo presidente interino, Ahmad al-Sharaa, es un político con raíces en el islamismo radical y antecedentes en grupos como Al Qaeda. Aunque ha intentado distanciarse de su pasado prometiendo respetar los derechos de las minorías, los recientes asesinatos sectarios dentro del país y la escasa representación de los drusos contradicen esa promesa.

Durante la guerra civil, las comunidades minoritarias, en especial los drusos, establecieron milicias para defenderse del acoso de grupos islamistas extremistas. En 2018, por ejemplo, el Estado Islámico mató a más de 200 drusos en un ataque en Sweida y secuestró a decenas más.

Israel y su rol ambivalente

En este conflicto no solo están presentes los actores locales. Israel, que considera a los drusos como una minoría leal y cuenta con muchos de ellos en sus fuerzas armadas, ha intervenido en varias ocasiones, incluyendo ataques a tanques en el sur de Siria. Oficialmente, el objetivo israelí es evitar la expansión de islamistas cerca de su frontera.

No obstante, los drusos sirios han manifestado ambivalencia frente a cualquier intervención israelí. Aunque una parte de la comunidad ve a Israel como un posible defensor frente al islamismo, muchos consideran su involucramiento como un riesgo geopolítico que podría justificar más represión desde Damasco.

Una nación sin ley: otras grietas en el mapa sirio

El caso de los drusos no es un fenómeno aislado. En marzo, un ataque a fuerzas gubernamentales leales al antiguo régimen de Assad provocó una ola de asesinatos sectarios que dejó cientos de muertos, en su mayoría alauitas —la secta a la que pertenecía el clan Assad. A pesar de la creación de una comisión investigadora, sus resultados aún no han sido publicados.

En paralelo, el norte del país sufre su propia fragmentación. Las autoridades kurdas del noreste han tenido fuertes tensiones con el nuevo gobierno central. En marzo se intentó unificar tropas, pero el acuerdo fracasó a las pocas semanas. La desconfianza entre comunidades y nuevas élites emergentes impide la construcción de un estado funcional.

El costo humano y económico de un país en ruinas

La inestabilidad prolongada no solo ha cobrado cientos de vidas en enfrentamientos recientes, sino que amenaza con frenar cualquier intento de reconstrucción. Ya en 2017, la ONU estimó en $250 mil millones de dólares la necesidad para reconstruir Siria, pero ahora esa cifra podría acercarse a los $400 mil millones, según expertos internacionales.

El país también enfrenta una grave crisis humanitaria. Más de la mitad de los 23 millones de habitantes que tenía antes de la guerra están desplazados interna o externamente, sin acceso a servicios básicos, empleo o seguridad.

¿Una nueva guerra civil a la vista?

La violencia entre comunidades y el vació de poder podrían desembocar en un nuevo conflicto civil, incluso más complejo y fragmentado que el anterior. El trauma del pasado reciente aún está fresco en la memoria colectiva, pero la falta de institucionalidad, seguridad e inclusión amenaza con repetir la historia.

El analista político Ammar Waqqaf resume la situación con un tono sombrío: “Siria es hoy una colección de islas de poder local, muchas veces armadas y sin coordinación nacional. A menos que surja una autoridad inclusiva de verdad, podría haber una repetición de 2011.”

¿Qué se necesita para evitar el colapso?

  • Reforma institucional significativa: Un gobierno transicional verdaderamente incluyente con representación efectiva de drusos, kurdos, alauitas y sunitas moderados.
  • Desarme de milicias y control del territorio: Un plan conjunto con vigilancia internacional para desmantelar fuerzas irregulares que no se alineen con el Estado.
  • Iniciativas de reconciliación entre comunidades para reducir las tensiones sectarias y étnicas.
  • Asistencia internacional coordinada sin imposición geopolítica, especialmente de actores como Rusia, Irán, Turquía e Israel.

Aunque hoy el panorama luce desolador, la historia de Siria también ha sido una de resistencia cultural y cohesión frente a las adversidades. Pero para llegar a esa Siria pacífica, incluyente y democrática, es urgente detener la escalada actual y crear un espacio real de entendimiento nacional.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press