Akihito y los retos del retiro imperial: salud, longevidad y dignidad en la monarquía japonesa

A los 91 años, el emperador emérito enfrenta nuevos desafíos de salud. ¿Cómo manejan los emperadores japoneses la vejez y la institucionalidad en una sociedad longeva?

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Un símbolo viviente en un Japón moderno

Akihito, emperador emérito de Japón, volvió a acaparar titulares en julio de 2025 tras ser hospitalizado a los 91 años para ajustar su tratamiento contra la isquemia miocárdica. Un diagnóstico crónico pero sin síntomas evidentes, que aun así requiere cuidado y vigilancia debido a su avanzada edad y condiciones previas de salud. Esta situación impulsa una reflexión más profunda sobre el papel de los emperadores en el Japón contemporáneo y cómo enfrentan los retos de la longevidad desde una posición de alta visibilidad pero limitada influencia política.

Una figura venerada, incluso tras la abdicación

Akihito abdicó en 2019 luego de tres décadas como emperador, convirtiéndose en el primer monarca japonés en dejar el trono por voluntad propia en más de dos siglos. Su sucesión marcó una nueva era imperial: Reiwa (“bella armonía”), bajo el reinado de su hijo, Naruhito. Desde entonces, Akihito mantiene el título de Emperador Emérito y vive discretamente con su esposa, la emperatriz emérita Michiko.

La decisión de abdicar no fue trivial sino un reflejo de su conciencia sobre las limitaciones físicas de la edad y el peso ceremonial del rol imperial. En un emotivo discurso televisado en 2016 —poco frecuente para un emperador— Akihito expresó su preocupación por no poder cumplir eficazmente con sus deberes, dejando entrever su deseo de dar paso a la siguiente generación.

Un historial médico frágil, pero resistente

El Emperador Emérito ha lidiado con diversos problemas de salud en las últimas dos décadas. En 2012, fue sometido a una cirugía de bypass coronario, una señal temprana de los desafíos cardíacos que enfrentaría posteriormente. Luego, en 2021, fue diagnosticado con insuficiencia cardíaca derecha relacionada con una insuficiencia de la válvula tricúspide, condición que puede llevar a acumulación de líquidos y deterioro progresivo del funcionamiento cardíaco.

En mayo de este año, se le diagnosticó la ya mencionada isquemia, frente a la cual los médicos optaron primero por un régimen de medicamentos y restricciones moderadas de esfuerzo físico e ingesta de líquidos. Sin embargo, ante la escasa mejora, ha sido necesario hospitalizarlo nuevamente para ajustar su medicación mediante un electrocardiograma y otros exámenes, en un proceso que busca evitar efectos secundarios peligrosos.

La vejez en la cultura japonesa: reverencia y desafío

Japón es mundialmente conocido por su alta esperanza de vida, que supera los 84 años. El respeto a los ancianos está profundamente arraigado en la cultura, marcada por influencias budistas, confucianas y sintoístas. No obstante, una longevidad creciente también presenta desafíos sociales importantes. Las tasas de natalidad han disminuido dramáticamente, mientras que el envejecimiento poblacional amenaza con colapsar los sistemas de bienestar y salud pública.

En este contexto, Akihito representa tanto una figura de estabilidad como un espejo en el que se reflejan los dilemas estructurales del Japón moderno. Su prolongada vida activa contrasta con la aún difusa planificación del retiro para los adultos mayores en un país donde muchos superan los 90 años, pero no necesariamente con calidad de vida ni oportunidades para un retiro digno.

Una historia de pionerismo y humanidad

Más allá de su posición ceremonial, Akihito fue un monarca con fuerte vocación humanitaria. Hijo del emperador Hirohito —de quien heredó el trono en 1989 tras su muerte— Akihito rompió muchas tradiciones: fue el primer monarca que se casó con una plebeya (Michiko Shoda) y el primero en visitar zonas de desastre, saludar directamente a sobrevivientes e involucrarse en actividades de reconciliación internacional, especialmente con países asiáticos afectados por la agresión japonesa en la Segunda Guerra Mundial.

Una anécdota significativa fue su reacción al gran terremoto de Tohoku en 2011. Akihito y Michiko visitaron refugios, hablaron con víctimas, se arrodillaron frente a ellos para escucharlos. La imagen del emperador imperial rompiendo todo protocolo para mostrar solidaridad humana consolidó su legado como un "emperador del pueblo".

La institución imperial ante el espejo del tiempo

La Agencia de la Casa Imperial (Kunaichō) se encarga de proteger no solo la salud sino también la imagen pública de la familia imperial. Sus comunicados oficiales son cuidadosos, formales y a veces parcos. En el caso reciente, indicaron que Akihito ha sido hospitalizado “para determinar cuidadosamente la dosis adecuada de la nueva medicación” y que su corazón será monitoreado mediante electrocardiogramas.

Sin embargo, no se han dado estimaciones del periodo de hospitalización ni mayores detalles clínicos. Esta rigidez informativa contrasta con el interés público y los crecientes llamados a modernizar el rol y la visibilidad de la familia imperial, respetando su dignidad pero también humanizándola frente a una ciudadanía cada vez más pragmática.

La discusión también toma relevancia con respecto al futuro de la institución. Aunque Naruhito y la emperatriz Masako mantienen una imagen positiva, el hecho de que su única hija, Aiko, no pueda heredar el trono según las reglas actuales, plantea interrogantes sobre la continuidad de la línea masculina imperial. Un debate que sigue sin resolución política firme, pese al interés social creciente en temas de equidad de género.

¿Qué representa Akihito hoy?

Quizás, más que una figura monárquica tradicional, Akihito encarna una síntesis entre ceremonia e introspección, entre historia y humanidad. Su salud frágil despierta compasión, pero también reflexión: ¿cómo deben envejecer los símbolos nacionales? ¿Qué lugar ocupa la dignidad en la vejez dentro del aparato estatal y ceremonial?

Para muchos japoneses, Akihito representó una transición pacífica hacia el Japón del siglo XXI. Lo hizo sin pompa, sin escándalos, con sensibilidad y respeto. Hoy, mientras lucha discretamente con su salud, permanece en el imaginario colectivo como un emperador que entendió su tiempo… incluso cuando ese tiempo comenzó a dejarlo atrás.

“Un símbolo no tiene poder, pero tiene alma”, dijo una vez el periodista japonés Hiroshi Mikitani. Y quizás por eso, Japón aún se inclina en respeto ante su emperador emérito.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press