“Eddington”: El caos de Ari Aster que retrata el delirio colectivo de nuestros tiempos
Una sátira oscura, provocadora y profundamente incómoda que cuestiona la cordura de toda una sociedad
Una entrada en la mente fracturada de una nación
“Eddington”, la más reciente obra del director Ari Aster, es una experiencia cinematográfica que, más que disfrutarse, se sobrevive. Quienes acudan al cine esperando una narrativa clara o personajes entrañables, saldrán completamente descolocados. Pero no se trata de falta de talento; “Eddington” está diseñada desde su génesis para incomodar, retar y hasta repeler a sus espectadores.
Con un reparto estelar encabezado por Joaquin Phoenix y Pedro Pascal, este largometraje con tintes de sátira social lleva a los límites extremos temas como la pandemia, el auge de la desinformación, el fanatismo ideológico e incluso la cultura digital. Todo esto enmarcado en un pequeño y ficticio pueblo de Nuevo México, durante la convulsa primavera de 2020.
Una sinfonía anti-escapista
Durante décadas, el cine ha sido una vía de escape ante la crudeza del mundo real. Pero no es el caso aquí. “Eddington” es un filme frontal, una bomba de provocación ensordecedora que impulsa al espectador a preguntarse: ¿perdimos la cordura como sociedad y aún no nos hemos dado cuenta?
Desde el primer minuto, Aster impregna su obra con un sentido de desesperación monotonal. Un hombre sin casa divaga histérico ante la cámara, dando inicio a un descenso sin frenos hacia lo absurdo y lo siniestro. El pueblo entero se convierte en un teatro de lo grotesco: rebeldes antivacunas, algoritmos que dictan el pensamiento, profetas digitales de TikTok y racismo institucionalizado.
Joaquin Phoenix en su faceta más sutil y perturbadora
Joaquin Phoenix interpreta a Joe Cross, el sheriff de Eddington, un hombre suave en apariencia, obsesionado con su paternidad frustrada y dominado por la paranoia creciente a su alrededor. Su antagonista es Ted Garcia (Pedro Pascal), un alcalde carismático pero oportunista, que representa a esa clase política que surfea las tendencias para mantenerse en el poder.
La historia pronto se transforma en una guerra cultural imparable, desdibujando las líneas entre lo racional y lo grotesco. A través de los ojos de Joe, vemos cómo los personajes más comunes, como su esposa (Emma Stone), su suegra fanática de las conspiraciones, o incluso su joven hija, se sumergen en el delirio colectivo.
Las verdades incómodas de Ari Aster
Este no es un filme sobre buenos contra malos. Aster ataca todas las ideologías sin piedad. Las caricaturas abundan: una adolescente blanca regañando a un policía negro por “no sumarse a la causa”, conspiracionistas que cometen errores ortográficos en sus pancartas, y devotos cegados por gurús de internet con más ego que argumentos. Todos lucen ridículos. Y eso es, precisamente, parte del punto.
“Eddington” no ofrece consuelo ni soluciones. Es más, no intenta educar. Solo muestra, con un realismo deformado, lo fácil que es perder el juicio cuando la realidad se torna demasiado absurda como para soportarla.
Referencias sociales: Más que pandemia, un espejo de disfunción
Inspirándose en eventos reales como el auge de QAnon, los debates sobre el uso obligatorio de mascarillas, la polarización durante el movimiento Black Lives Matter y el crecimiento desmedido del contenido digital en redes sociales, Aster logra una visión penetrante aunque caótica. En un momento, un personaje menciona: "La verdad ya no existe. Solo queda sobrevivir a las narrativas".
La referencia más clara puede ser al año 2020, pero la lectura va más allá. “Eddington” es un retrato de cómo las sociedades digitales modernas pueden implosionar por su propio exceso de ruido. ¿Es este el nuevo cine político de nuestro tiempo?
Una obra que no será para todos
Desde un punto de vista técnico, Eddington es impecable. La fotografía, el montaje y la dirección artística llevan el sello perturbador que ha caracterizado a Ari Aster en obras previas como “Hereditary” y “Midsommar”. Pero a diferencia de esas películas, esta nueva entrega no ofrece ninguna catarsis emocional.
Se podría argumentar que “Eddington” es difícil de soportar a propósito. Sus 148 minutos se sienten como una prueba de resistencia. Y si uno logra permanecer hasta el final, la recompensa será más filosófica que narrativa.
¿Una visión adelantada o simplemente innecesaria?
Críticos han lamentado que Eddington aparezca en un momento donde muchos aún no han sanado de los traumas pandémicos, y mucho menos desean revivirlos en pantalla. ¿Demasiado pronto? ¿O demasiado tarde? Esa es la pregunta que flota silenciosamente al salir del cine.
No obstante, es posible que este filme envejezca mejor de lo esperado. Tal como ocurrió con el cine paranoico de los años 70, obras incomprendidas en su tiempo —como “The Parallax View” o “Network”— ahora son objetos de análisis y culto. Quizá, dentro de unos 10 o 15 años, las nuevas generaciones etiqueten a “Eddington” como un manifiesto visionario.
¿Qué nos dice realmente “Eddington”?
- Que la locura colectiva es contagiosa: Un tema que se ha explorado en clásicos como “Dr. Strangelove” o “Brazil”.
- Que la verdad es moldeable: Una crítica a la era de la posverdad donde el algoritmo decide la narrativa dominante.
- Que nadie está a salvo de caer en el delirio: Desde el liberal influenciable al ultraconservador negacionista.
En palabras del propio Joe Cross en una escena vital del filme: “He visto los ojos de todos estos vecinos. No hay justicia, ni verdad, ni dios que valga si no hay likes que te respalden”.
Una advertencia disfrazada de cine
“Eddington” no es un producto para el mainstream. Aster no aspira a la taquilla ni busca escalar en la opinión pública: quiere que salgas del cine con la cabeza hecha trizas y el alma inquieta. Logra eso y más.
Puede que no sea la película que queríamos, ni la que pensábamos necesitar, pero quizás sí es la que merecemos. Como si Ari Aster nos dijera con brutal franqueza: “Miren lo que han hecho del mundo, y ahora vívanlo en carne propia”.