Trump y la Corona: una segunda visita con más simbolismo que diplomacia

El expresidente Donald Trump recibirá un honor sin precedentes al ser invitado a una segunda visita de Estado al Reino Unido. ¿Qué significa esto y qué consecuencias podría tener para la geopolítica internacional?

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Donald Trump regresará al Reino Unido en septiembre de 2025 para una segunda visita de Estado, un acontecimiento inédito en la historia diplomática moderna entre ambos países. La estadía, que se llevará a cabo entre el 17 y 19 de septiembre y tendrá lugar en el Castillo de Windsor, ha sido confirmada por el Palacio de Buckingham.

Esta nueva visita pone en primer plano la compleja relación entre los Estados Unidos y el Reino Unido, así como el papel del monarca británico en cuestiones diplomáticas. Más allá del pomposo protocolo, está en juego no solo la elección política del primer ministro Keir Starmer de mantener buenas relaciones con Trump, sino también la percepción internacional del Reino Unido frente a un posible regreso del republicano al poder.

Una invitación sin precedentes

Desde la instauración de las visitas de Estado modernas en el Reino Unido, ningún presidente estadounidense había sido invitado en dos ocasiones. Tanto George W. Bush como Barack Obama realizaron visitas oficiales, pero sus regresos fueron mucho más discretos, limitándose a almuerzos o encuentros en Windsor, nunca con el fasto y ceremonial de una visita de Estado.

Trump, sin embargo, parece romper la norma. Su primera visita de Estado en junio de 2019 fue recibida con protestas, pero también con pompa, banquetes en el Palacio de Buckingham y reuniones con la entonces reina Isabel II. Ahora, con Carlos III como nuevo monarca, Trump se convierte en el primer mandatario estadounidense en ser invitado por segunda vez a este tipo de ceremonia, lo que ha generado tanto apoyo como críticas.

¿Por qué ahora? Política y pragmatismo

La invitación, según se ha informado, fue entregada personalmente por el primer ministro británico Keir Starmer durante una visita oficial a la Casa Blanca en febrero de 2025. La decisión parece responder a un deseo de fortalecer los lazos con Trump en un contexto político aún inestable, a meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Starmer intenta posicionarse estratégicamente en un mundo geopolítico cambiante. A pesar de ser líder del Partido Laborista, tradicionalmente más distante de las políticas trumpistas, opta por una jugada pragmática: mantener una buena relación con uno de los posibles hombres más poderosos del planeta en 2025.

Además, como señala el analista político británico Daniel MacKenzie de la London School of Economics, “este tipo de gestos diplomáticos envían señales poderosas a aliados y adversarios. Estar cerca de Trump, aunque controvertido, puede proteger al Reino Unido de medidas arancelarias u otras represalias económicas”.

La logística de una visita llena de pompa… y dilemas

Durante su estadía, Trump y su esposa Melania Trump se alojarán en Windsor Castle. Esto se debe a que el Palacio de Buckingham está siendo renovado, una remodelación multimillonaria que comenzó en 2017 y se espera que dure al menos hasta 2027.

El protocolo típico de las visitas de Estado británicas incluye:

  • Revisión de tropas con la Guardia Real
  • Desfile en carruaje real
  • Banquete estatal con la realeza
  • Reuniones con el primer ministro y figuras del Parlamento

Pero no todo será recibimiento cálido: en su anterior visita en 2019, miles de manifestantes salieron a las calles de Londres, con pancartas como “Dump Trump” y un famoso globo gigante que lo caricaturizaba como un bebé enojado y anaranjado. Las autoridades esperan manifestaciones similares este año.

Implicaciones internacionales: Canadá, Israel y la tensión global

Uno de los aspectos más delicados de la visita será la posición diplomática del rey Carlos III, quien también es jefe de Estado de Canadá. Trump ha hecho declaraciones polémicas sobre convertir Canadá en el “estado número 51” de Estados Unidos, minimizando así la soberanía del país.

En mayo de 2025, Carlos III realizó un discurso ante el Parlamento canadiense donde afirmó con firmeza: “The True North is indeed strong and free”, evocando el himno nacional y reafirmando la identidad soberana del país. La visita de Trump, por tanto, podría poner en tensión la postura diplomática del rey, obligado a ser cordial con Trump mientras defiende la dignidad de otras naciones bajo su reinado.

Por otro lado, el apoyo incondicional de Trump a la operación militar de Israel en Gaza ha generado fricciones en Reino Unido, especialmente con miembros del Partido Laborista. Varios parlamentarios han cuestionado que se le otorgue semejante honor a quien ha tomado posiciones tan controvertidas en la política internacional reciente.

El rol del rey Carlos III: entre lo ceremonial y lo político

Aunque el rey no tiene poder ejecutivo, su imagen pública y relaciones diplomáticas tienen efectos concretos. Desde que asumió el trono, Carlos III ha intentado mantener una postura más prudente que su madre, pero no ha podido evitar que su figura se politice, especialmente en eventos tan simbólicos como este.

Esta visita lo pondrá a prueba: por un lado, como símbolo de continuidad institucional; por otro, como puente entre el Reino Unido y un socio potencialmente volátil como Trump.

¿Qué nos dice este evento del mundo actual?

La decisión de invitar por segunda vez a Donald Trump habla del nuevo realismo diplomático en tiempos post-Brexit y de incertidumbre global. El Reino Unido necesita reafirmar su independencia y posicionarse como interlocutor clave en el ámbito internacional. Hacerlo con un gesto hacia Trump podría garantizar influencia en Washington, aunque el precio sea alto a nivel interno y en la opinión pública.

En palabras de Emily Thornberry, parlamentaria laborista y excanciller en la sombra, “este tipo de invitaciones no son neutrales. Son declaraciones políticas. Y decirle al mundo que recibiremos de nuevo a Trump con alfombra roja es demasiado elocuente”.

El futuro dirá si este segundo capítulo de Trump en la realeza británica será una jugada magistral de política exterior o un error diplomático difícil de olvidar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press