Mark Buehrle y el legado eterno del título de los White Sox de 2005
Un recorrido nostálgico por la historia de una de las plantillas más dominantes de la MLB, liderada por un pitcher único que hoy tiene una estatua en su honor.
Una estatua para un símbolo del sur de Chicago
Con la emoción reflejada en su rostro y rodeado de sus excompañeros y familiares, Mark Buehrle presenció el pasado viernes la develación de su estatua en el Guaranteed Rate Field, justo en el bosque derecho, donde la historia de los Chicago White Sox de 2005 volvió a brillar como hace dos décadas.
Durante la ceremonia, el público vibró con un mar de camisetas con el número 56. Este homenaje a Buehrle formó parte de la conmemoración del 20 aniversario de la histórica conquista de la Serie Mundial por parte de los White Sox en 2005, un título que rompió una sequía de 88 años.
Mark Buehrle: un perfil fuera de lo común
Mark Buehrle no fue nunca el lanzador más mediático, pero sí uno de los más efectivos y queridos. En sus 12 temporadas con los White Sox (de 2000 a 2011), consiguió una marca de 161 victorias y 119 derrotas, con una ERA de 3.83 en 390 partidos, incluyendo 365 aperturas.
Era conocido por trabajar rápidamente desde el montículo, rara vez haciendo uso de reportes de ojeo o complicadas señales. Su ex receptor, A.J. Pierzynski, lo resumió de forma magistral: “Mark no hacía scouteo, simplemente recibía la bola y lanzaba”.
El zurdo fue elegido cinco veces All-Star y logró cuatro Guantes de Oro, ilustrando no sólo su consistencia, sino también su habilidad defensiva. Además, registró 1,870 ponches y sólo 734 bases por bolas durante sus 16 años en las Grandes Ligas.
2005: un dominio para la historia
Mucho se ha hablado sobre las sorpresas en la postemporada del béisbol, pero pocas veces se ha visto un dominio tan abrumador como el de los White Sox en los playoffs de 2005. Chicago terminó con un récord de 11-1, incluyendo una barrida en la Serie Mundial ante los Houston Astros.
La rotación de abridores de aquel equipo pasará a la historia: Mark Buehrle, Freddy García, Jon Garland y José Contreras. Los cuatro lanzaron juegos completos consecutivos en la Serie de Campeonato de la Liga Americana frente a los Angels, un hito que, como dijo Pierzynski, “nunca volveremos a ver”.
En esa postemporada, Buehrle tuvo una actuación sin desperdicio: 2-0 con una ERA de 3.47 en cuatro apariciones. Incluso sumó un inesperado salvamento en el épico Juego 3 de la Serie Mundial cuando lanzó el último out en la decimocuarta entrada.
Una carrera cimentada en la humildad
Buehrle, ahora con 46 años, se mostró abrumado por los homenajes: “Literalmente salía a jugar porque me encanta el béisbol y competir. Jamás imaginé que retirarían mi número o que tendría una estatua”.
Durante la celebración, capturó simbólicamente el primer lanzamiento ceremonial que realizó su hija Brooklyn, mientras su hijo Braden interpretaba el himno nacional. Ambos momentos reflejaron que, más allá del profesional, Buehrle es también un hombre de familia, y la atención en su persona siempre lo incomodó: “No dormí, no comí. Me sentía enfermo del estómago todo el día. Esto no es mi zona de confort”.
El recuerdo de Bobby Jenks y la hermandad de 2005
La noche también estuvo marcada por la ausencia del ex cerrador Bobby Jenks, fallecido apenas una semana antes en Portugal. Jenks, clave en la Serie Mundial del 2005, murió a los 44 años de edad a causa de un adenocarcinoma, una forma agresiva de cáncer estomacal.
Buehrle se quebró al hablar del que fuera su compañero: “Siempre estaba bromeando, era un niño atrapado en el cuerpo de un gigante. Me afectó más de lo que pensé”.
A aquella ceremonia acudieron también grandes figuras de esa histórica plantilla: Jermaine Dye, MVP de la Serie Mundial; Aurelio Rodríguez; Paul Konerko; y el dominicano Orlando “El Duque” Hernández, reforzando el mito grupal de un conjunto que, aunque no contaba con una constelación de estrellas, sí tenía una química inquebrantable.
Un lanzador para las generaciones futuras
Mark Buehrle representa la esencia del béisbol tradicional. En una época donde el análisis de datos y los algoritmos dominan la estrategia, Buehrle era puro instinto y sencillez. Su rapidez en el montículo desafía cualquier métrica moderna. En promedio, un juego completo de Buehrle podía durar poco más de 2 horas y 10 minutos, cuando el promedio general de MLB superaba las 3 horas.
Fue también parte del exclusivo club de los lanzadores que lograron un juego perfecto. El 23 de julio de 2009, defendiendo la camiseta de los White Sox, retiró a los 27 bateadores consecutivos de los Tampa Bay Rays. El acto culminó con una espectacular atrapada de Dewayne Wise en el jardín central, considerada una de las mejores del siglo XXI.
La inmortalidad, un paso a la vez
El número 56 ya estaba retirado desde 2017. Ahora, su estatua ocupa un lugar privilegiado entre las leyendas de la franquicia. Su estampa de zurdo, congelada en el tiempo con esa inconfundible mecánica de lanzamiento, es parte del paisaje eterno del sur de Chicago.
Según las cifras históricas de Baseball-Reference, Buehrle acumuló 59.1 WAR (Wins Above Replacement), colocándose entre los 100 mejores lanzadores de todos los tiempos en dicho indicador. Sin embargo, su legado no está en las estadísticas exclusivamente, sino en la forma de hacer del béisbol un arte directo.
¿Debería entrar al Salón de la Fama de Cooperstown? El debate sigue. Pero en Chicago, para la afición de los White Sox, ese asunto quedó resuelto hace años: Mark Buehrle ya es leyenda, carne y bronce.