Del dibujo a la amenaza: el peligroso terreno de la sátira política en Estados Unidos
El caso de Adam Zyglis y el editorial que desató una tormenta ilustra la creciente tensión entre libertad de prensa y polarización ideológica
La caricatura que incendió las redes
En medio de una catástrofe natural que dejó más de 120 muertos y más de 170 desaparecidos en Texas, una caricatura editorial provocó una polémica que rápidamente se transformó en una ola de amenazas y hostigamiento. Adam Zyglis, galardonado con el Premio Pulitzer y caricaturista editorial de The Buffalo News, publicó una imagen que representaba a un hombre con una gorra MAGA (Make America Great Again), símbolo del movimiento político asociado al expresidente Donald Trump, siendo arrastrado por las inundaciones mientras sostenía un cartel que decía "Help". A su lado, flotando en el agua, una burbuja de diálogo rezaba: “El gobierno es el problema, no la solución”.
La sátira mordaz pretendía evidenciar las contradicciones del discurso anti-gobierno que, al momento de las tragedias, acude precisamente al mismo Estado del que deseaba prescindir. Pero la respuesta fue mucho más virulenta de lo esperado: amenazas de muerte, intimidaciones familiares y la cancelación de un evento público dedicado a resaltar el valor del periodismo local.
El evento cancelado y una comunidad amenazada
El Museo de Historia de Buffalo iba a acoger un evento llamado “Dibujando Apoyo para el Periodismo Local”. El objetivo era doble: resaltar la importancia de este tipo de periodismo en un momento en el que muchas redacciones locales desaparecen, e inaugurar una muestra del trabajo de Zyglis.
Sin embargo, el ambiente se tornó hostil cuando comenzaron los llamados a boicotear el evento, que luego se convirtieron en esfuerzos organizados para confrontar al caricaturista en persona. La Guild of Buffalo Newspaper denunció que, como consecuencia de ello, tanto Zyglis como su familia comenzaron a recibir amenazas de muerte.
“Condenamos profundamente a quienes han convertido un evento positivo en un intento de aterrorizar y silenciar a Zyglis, diseminar el miedo entre periodistas y tergiversar la misión de una prensa libre”, señaló el gremio en redes sociales.
Ante estos riesgos inminentes, el evento fue pospuesto hasta nuevo aviso. Zyglis, por su parte, escribió en Instagram: “Amenazas hacia mí o mi familia nunca son una respuesta aceptable a estar en desacuerdo con una caricatura editorial.”
¿Dónde termina la crítica y comienza el peligro?
El caso Zyglis no es aislado. El periodismo estadounidense —en especial el de opinión— ha sido blanco de creciente violencia simbólica e incluso física. Según un estudio del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), solo en 2023 se reportaron más de 370 incidentes de amenazas, agresiones o detenciones a periodistas en territorio estadounidense, una cifra alarmante que duplica los registros de 2019.
Por su parte, la Fundación Knight encontró en su Barómetro de la Confianza en Medios (2022) que el 41% de los estadounidenses considera que los medios buscan engañar al público de manera deliberada. Este escepticismo ha sido cultivado por una retórica política cada vez más antagónica hacia los medios tradicionales.
Y es que las caricaturas editoriales, por su misma naturaleza satírica, son terreno fértil para las controversias. Su estilo mordaz y provocador existe precisamente para cuestionar el poder y señalar incoherencias. No buscan la aceptación universal, sino remover conciencias.
La historia de la sátira política estadounidense
Desde Thomas Nast, considerado el padre de la caricatura política en EE. UU. durante el siglo XIX, hasta referentes como Herblock o Pat Oliphant, la historia del país está profundamente entrelazada con estas representaciones gráficas de crítica social y política.
Durante la Guerra de Secesión, la sátira ayudó a definir posturas ideológicas. En los años 60, acompañó los reclamos contra la segregación y, en los 2000, criticó duramente la Guerra de Irak. En cada etapa, los caricaturistas han sufrido ataques, demandas y censura, pero también han recibido reconocimiento por su papel como vigías de la democracia.
La hipersensibilidad contemporánea: ¿una amenaza para la libertad de expresión?
Vivimos una era hiperconectada donde la palabra (y la imagen) circulan con una velocidad sin precedentes. La consecuencia directa es la intensificación de las reacciones: lo que antes provocaba cartas al editor, hoy genera campañas coordinadas de boicot o ataques personales.
Paradójicamente, esta cultura de la indignación amenaza a la misma libertad que ciertos sectores claman defender. Cuando una sátira es respondida con amenazas de violencia, el mensaje claro es que hay límites implícitos dictados por el miedo.
Muchos periodistas, editores y editoriales enfrentan ahora el dilema ético de moderar sus contenidos para evitar la reacción del "escrache digital", lo que abre la puerta a una forma moderna de autocensura.
¿Debemos volver a defender lo obvio?
La sátira política no es un apéndice cultural, es parte fundamental de una democracia saludable. Nos recuerda las contradicciones del poder, señala nuestras propias incoherencias como sociedad y nos permite reír —incluso— en medio del caos.
El izquierdista francés Voltaire es citado frecuentemente: “Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Esta frase, atribuida erróneamente a él pero nacida en el espíritu del Siglo de las Luces, sigue vigente en tiempos oscuros.
Vale preguntarse: si una caricatura editorial genera tal nivel de amenaza, ¿qué le espera a quien ose investigar al poder real? ¿Quién se atreverá a criticar, cuestionar o desenterrar verdades si el precio es su seguridad personal?
El periodismo local como bastión democrático
En este episodio también subyace una realidad preocupante: el progresivo debilitamiento del periodismo local. Según el Media Landscape Report, más de 2.500 periódicos locales en EE. UU. han cerrado desde el año 2005, dejando a millones de personas sin acceso a información contextualizada.
Eventos como el pospuesto en Buffalo intentan justamente proteger lo que queda de este ecosistema: una prensa cercana, aún conectada con la comunidad y alejada del sensacionalismo predominante en grandes cadenas. Amenazar a los que la sostienen es amenazar la estructura misma de una ciudadanía informada.
La libertad de prensa no es negociable
Adam Zyglis no buscaba ofender. Como todo caricaturista perspicaz, buscaba provocar reflexión. Tal vez lo hizo con un trazo burlesco, con una tinta ácida; pero lo hizo con la convicción de quien cree que el lápiz aún puede más que la espada.
En una época en que tantos quieren callar mediante el miedo, la única respuesta posible debe ser redoblar el apoyo a voces críticas e independientes. No para coincidir con todas, sino para garantizar que puedan decir lo que piensan en voz alta y sin temor.