La Amenaza Invisible: El Retorno del Gusano Barrenador y la Guerra Sanitaria en la Frontera México-EE.UU.

La reaparición del gusano barrenador del ganado pone en jaque la cooperación binacional, reavivando temores de pérdidas millonarias y tensiones sanitarias

Por décadas, el gusano barrenador del ganado —una larva carnívora que devora la carne viva de animales vivos— fue erradicado del territorio estadounidense gracias a uno de los esfuerzos sanitarios más exitosos en la historia de la agricultura. Hoy, su reaparición al norte de México ha forzado a Estados Unidos a cerrar su frontera sur a la importación de ganado, avivando tensiones diplomáticas y revelando un dilema sanitario que va mucho más allá de la ciencia veterinaria.

¿Qué es el gusano barrenador del ganado?

El gusano barrenador del ganado (conocido en inglés como New World screwworm) es la larva de una mosca (Cochliomyia hominivorax) que tiene una particularidad escalofriante: a diferencia de otras larvas que se alimentan de materia orgánica en descomposición, estas prefieren carne fresca. Es decir, animales vivos.

Las hembras ponen sus huevos en heridas abiertas de mamíferos, como vacas y caballos, pero también en humanos. Al eclosionar, las larvas devoran músculo y tejido conectivo, causando infecciones devastadoras. Si no se detectan a tiempo, pueden provocar la muerte del animal o la amputación de la parte afectada.

Una historia con final feliz… hasta ahora

En la década de 1950, la infestación era común en todo el sur de Estados Unidos, y en particular en Texas, donde causaba pérdidas económicas millonarias en la industria ganadera. En respuesta, un programa binacional de control implementó una técnica innovadora llamada SIT (Sterile Insect Technique): la liberación masiva de moscas macho estériles.

Estos machos estériles competían con los salvajes por el apareamiento, provocando huevos que no eclosionaban. El programa fue un éxito rotundo. En 1982, la plaga fue erradicada de EE. UU., y desde entonces se mantuvo contenida en Panamá a través de una barrera artificial: la liberación controlada de machos estériles en la frontera sur del país.

¿El resultado? Seguridad sanitaria y miles de millones en pérdidas económicas evitadas.

El rebrote en México: ¿alarma o exageración?

Pero todo eso está en riesgo. Desde finales de 2023, se reportan brotes del gusano en varios estados del sur de México. Lo alarmante es que el parásito ha avanzado más al norte de lo estimado, con casos detectados a 595 kilómetros de la frontera texana, en un punto 160 km más al norte de lo previamente reportado.

La situación provocó que el Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) cerrara completamente la frontera sur a la importación de ganado vivo (vacuno, caballo y bisonte) el pasado mes de mayo. Aunque el 30 de junio se permitió la reapertura parcial de tres puertos de entrada, los planes cambiaron cuando nuevos casos aparecieron más cerca del norte.

La secretaria de Agricultura estadounidense, Brooke Rollins, defendió la medida: “Gracias al seguimiento agresivo del USDA en ambos lados de la frontera, pudimos actuar rápida y decisivamente ante el avance de esta peste fatal”.

Sin embargo, en México, las autoridades no están convencidas. La presidenta Claudia Sheinbaum criticó la decisión, señalando que “desde nuestra perspectiva, fue una decisión totalmente exagerada”.

¿Cuán grave es el problema realmente?

Según cifras del mismo gobierno mexicano, actualmente se han detectado 392 animales infectados, una reducción del 19% desde el 24 de junio. Es decir, desde el punto máximo del brote.

Pero el problema no reside únicamente en las cifras actuales, sino en lo que está en juego si el gusano cruza la frontera. Se estima que, si el parásito se introduce en Texas, la industria ganadera podría enfrentar pérdidas superiores a los $1,000 millones de dólares en una década.

¿Cuál es la estrategia de Estados Unidos?

La prioridad para el Departamento de Agricultura es reactivar el sistema de contención. Entre las estrategias anunciadas están:

  • Inversión de $30 millones de dólares para nuevos centros de crianza de moscas estériles.
  • Ampliación de la planta productora de moscas en Pacora, Panamá, la única en su tipo hasta ahora.
  • Construcción de una nueva planta en el sur de México, con apertura prevista para julio de 2026.
  • Instalación de una base operativa en el sur de Texas para distribuir moscas estériles si se detectan nuevos casos en la zona fronteriza.

Además, los congresistas Tony Gonzalez (Texas) y Kat McCammack (Florida) instaron al gobierno federal a autorizar el uso de tratamientos antiparasitarios ya existentes, pero que no han sido oficialmente etiquetados para este tipo de infestaciones.

“No podemos esperar a que el gusano se cruce la frontera”, declaró Gonzalez. “Debemos actuar ahora con las herramientas disponibles”.

¿Colaboración o conflicto binacional?

El caso pone en evidencia cómo una amenaza biológica puede convertirse en un asunto de carácter geopolítico. México ha seguido protocolos internacionales, inspeccionado ganado, aislado brotes e incluso cuenta con el apoyo técnico del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en la implementación de nuevas plantas SIT.

Pero para EE. UU., incluso el más mínimo riesgo de reinfección representa un costo demasiado alto. Lo que para México es un problema bajo control, para EE. UU. es una alerta roja.

Esta tensión se inscribe en un contexto histórico más amplio. En los años 1970, cuando el gusano aún era endémico en Texas, un solo brote podía obligar al sacrificio de miles de animales. En 1972, se reportaron 62.000 casos. Hoy en día, aún con 392 infectados detectados al sur del Río Bravo, el miedo justifica medidas drásticas.

Ciencia, diplomacia y producción alimentaria

El verdadero reto no es sólo el control del insecto, sino la coordinación entre países vecinos con realidades ganaderas disímiles y presiones políticas distintas. Mientras EE. UU. ejerce presión hacia medidas inmediatas, México busca proteger su sector sin sobrerreaccionar.

“La colaboración entre naciones es indispensable”, dijo un especialista del Centro Panameño-Estadounidense para la Erradicación del Gusano Barrenador (COPEG). “El virus no respeta fronteras. Combatirlo requiere cooperación, no desconfianza”.

Este centro binacional ha sido pilar en la contención del parásito en el istmo de Panamá desde 1997, cuando se consolidó el cordón sanitario permanente financiado en conjunto por ambos países. La expansión del brote actual demuestra que este escudo necesita refuerzo urgente.

¿Y si el gusano regresa?

De llegar nuevamente a EE. UU., el gusano barrenador podría convertirse en una pesadilla económica y sanitaria. No sólo afectaría al ganado bovino. También caballos, venados, mascotas, e incluso, humanos vulnerables pueden ser víctimas de este parásito.

Además, la percepción de riesgo por parte de los consumidores internacionales podría impactar seriamente las exportaciones de carne estadounidense, justo en un momento donde se promueve el crecimiento de este sector frente a mercados como China y Europa.

La historia nos recuerda que la erradicación de este insecto, financiada parcialmente por el Departamento de Defensa y organismos agrícolas, fue considerada uno de los logros más notables en salud animal del siglo XX. Perder ese legado sería imperdonable.

Más allá de las larvas: lecciones globales

El caso del gusano barrenador ejemplifica cómo una sola especie invasiva puede desestabilizar redes económicas, relaciones diplomáticas y paradigmas sanitarios. También abre la puerta a reflexiones sobre cómo gestionar amenazas emergentes en un mundo interconectado, donde la bioseguridad será tan importante como la seguridad fronteriza.

Mientras continúa el monitoreo, con esperanza de que la mosca no cruce el Río Bravo, la pregunta que flota en el aire es clara: ¿sabremos evitar una tragedia anunciada? La ciencia tiene las herramientas. Ahora falta la voluntad política.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press