Extorsión en México: el cáncer que devora a los pequeños negocios
Amenazas, impunidad y miedo: cómo la extorsión ha obligado a miles de emprendedores a cerrar sus puertas en el país
Una llamada, una amenaza, una vida destruida
“Necesito que me tengas 10,000 pesos listos cada semana o tendremos que hacer algo”, dijo la voz telefónica al otro lado de la línea. Así comenzó el infierno para un comerciante del Centro Histórico de la Ciudad de México, quien se negó a ceder y terminó pagando un precio más alto: el cierre de su negocio familiar establecido en 1936.
Esta no es una historia aislada. Es el reflejo de una crisis nacional: la extorsión se ha convertido en uno de los delitos de mayor crecimiento en México, superando incluso otras formas de violencia en algunas regiones y estrangulando bajo amenazas a miles de pequeños comerciantes.
Cifras que revelan una crisis silenciosa
En el primer trimestre de 2025, los casos de extorsión en México aumentaron un 10% respecto al mismo periodo de 2024, según datos federales. Aunque las cifras oficiales son alarmantes, representan solo la punta del iceberg. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) estima que el 97% de los casos de extorsión no se denuncian.
¿Por qué este silencio? La respuesta es clara: miedo e incredulidad. La gran mayoría de las víctimas siente que denunciar los expone a represalias —y pocas veces conduce a justicia. En la Ciudad de México, los casos reportados pasaron de 249 en los primeros cinco meses de 2024 a 498 en el mismo periodo de 2025, la cifra más alta en seis años, según datos del Gobierno Federal.
Extorsión: más que una amenaza, un negocio organizado
Lo que anteriormente eran amenazas telefónicas de delincuentes locales, hoy ha evolucionado hasta convertirse en una sofisticada red de generación de ingresos para cárteles del crimen organizado. Según el analista de seguridad David Saucedo, “la extorsión se ha convertido en una división dentro del portafolio criminal del Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación”.
Esto ha abierto la puerta para que individuos, muchas veces relacionados o simplemente inspirados por estos grupos, operen de manera independiente o semi-independiente, utilizando el miedo a los cárteles como herramienta de intimidación.
El costo invisible: negocios cerrados, herencias destruidas
Las grandes cadenas comerciales muchas veces pueden absorber estos costos como “costo de operación”. Pero para los pequeños empresarios, las amenazas, la violencia y el saqueo sistemático los empujan a cerrar sus puertas.
Un ejemplo es el de Daniel Bernardi, cuya familia ha operado una paletería en el Centro Histórico de la capital mexicana durante 85 años. “No hay mucho que hacer. Pagas cuando tienes que pagar”, afirma con resignación.
La historia del empresario de ropa que cerró su tienda de tres generaciones ilustra con crudeza esta realidad. “Cuando cerré sentí mucha tristeza. Y luego me dio coraje, porque podía seguir. Pero por miedo, no pude”, dijo.
Impotencia y desconfianza en el sistema de justicia
El comerciante denunció finalmente al Ministerio Público después de dos años de amenazas y robos. ¿El resultado? Nada. “Me pidieron pruebas que no tenía porque todas las amenazas eran verbales”, relató.
Así como él, miles de víctimas lo intentan en vano. Pablo Vásquez Camacho, jefe de la policía capitalina, reconoció en entrevista que muchos casos no se reportan. “No podemos resolver lo que no estamos viendo ni lo que no se denuncia”, declaró.
Medidas recientes no alcanzan a contener la ola
La presidenta Claudia Sheinbaum anunció en julio que propondrá una legislación para dar mayores facultades al gobierno para combatir esta plaga. Su administración también lanzó una estrategia nacional que incluye:
- Un número telefónico anónimo para reportar casos de extorsión.
- La anulación inmediata de números telefónicos involucrados.
- Unidades locales especializadas en extorsión.
- Participación de la Unidad de Inteligencia Financiera para congelar cuentas bancarias vinculadas.
Pero expertos como Vicente Gutiérrez Camposeco, presidente de la Cámara de Comercio de la Ciudad de México, advierten que el problema está tan arraigado que las medidas recientes apenas rascan la superficie.
Cuando pagar no es suficiente
El miedo se mantiene aún entre quienes acceden a pagar las “cuotas de seguridad”. Los extorsionadores escalan rápidamente: lo que empieza con una llamada telefónica se transforma pronto en visitas presenciales con armas e intimidaciones físicas.
En uno de los asaltos más graves sufridos por el comerciante de ropa, sus empleados fueron amarrados y encerrados en el baño, mientras los delincuentes vaciaban la caja registradora.
Incluso si alguien decide pagar, no hay garantía de que las amenazas cesen. Es un ciclo sin fin de dependencia, angustia y deterioro económico. “Pagas, pero siempre temes que no sea suficiente”, dijo otro comerciante del barrio Tepito que pidió anonimato.
¿Qué se necesita para recuperar la confianza?
Los especialistas coinciden en que una estrategia efectiva contra la extorsión deberá contener:
- Fortalecimiento del Estado de derecho a nivel local, donde más se siente el temor ciudadano.
- Mejor capacitación y control de cuerpos policiales que muchas veces están “cooptados”.
- Garantías reales de protección para denunciantes.
- Programas económicos y sociales enfocados en prevención y reinserción social.
También se requiere un enfoque cultural para combatir la idea de que es mejor rendirse. “Necesitamos hacerle entender al ciudadano que denunciar sí vale la pena, pero para eso el aparato judicial tiene que funcionar de verdad”, explicó María Novoa, especialista en justicia penal del Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C.
Una ciudad aterrada, un país endeudado
En diciembre de 2023, el comerciante de ropa vio salir los últimos muebles de su tienda familiar. Con lágrimas en los ojos decía: “Trabajé toda mi vida para que me destruyeran”. Lo que perdió él no solo fue su negocio, sino también la herencia de generaciones y su sentido de seguridad.
La extorsión en México se ha transformado de un delito común a una epidemia estructural, impulsada por ideologías violentas, abandono institucional y apatía política. Hasta que no se ataque desde todos los frentes, seguiremos escuchando historias similares: empresarios obligados a elegir entre pagar o morir, vivir con miedo o cerrar definitivamente.