El duelo por la interfaz del futuro: OpenAI, Jony Ive e iyO en una batalla por la innovación y la propiedad

Una guerra tecnológica en los tribunales que revela los secretos mejor guardados sobre cómo hablaremos con las inteligencias artificiales en el futuro

Una tormenta entre visionarios: Altman, Ive y Rugolo

En el corazón de Silicon Valley se está librando una batalla legal que podría definir cómo los humanos interactuaremos con las inteligencias artificiales (IA) en las próximas décadas. El litigio entre iyO Inc., el visionario diseñador Jony Ive (creador del iPhone) y Sam Altman (CEO de OpenAI) no solamente involucra marcas registradas, sino también ideas, innovación y traiciones corporativas.

¿De qué se trata realmente esta disputa?

En la superficie, el caso judicial gira alrededor de una supuesta infracción de marca y la apropiación indebida de secretos comerciales. Pero más allá del tecnicismo legal, está en juego quién podrá definir el futuro de las interfaces de IA. Esta no es una simple disputa sobre nombres similares —io vs. iyO—, sino sobre una visión compartida y combatida del sustituto de los smartphones.

iyO, liderada por Jason Rugolo, ex director de proyectos especiales en Google X, desarrolló un dispositivo bautizado como un "computador de audio". Rugolo lo presentó como una alternativa a las pantallas, donde se pueda interactuar con la IA sin mirar ni teclear. En su charla TED del 2023, Rugolo mostró al mundo un pequeño wearable que prometía cambiar la manera de interactuar con la tecnología. Pero aparentemente, no fue solo el público quien tomó nota...

Cuando las ideas vuelan demasiado cerca del sol

Rugolo afirma haber presentado sus ideas tanto a Sam Altman como a Jony Ive en 2022, a través de distintos canales, incluyendo la firma de inversión Apollo Projects. A pesar de consultas, encuentros y demostraciones, ambas partes rechazaron públicamente seguir con el proyecto de Rugolo. Pero tras ese "no", OpenAI adquirió io Products, cofundada en secreto por Ive, en una operación valorada en 6.500 millones de dólares.

Unos meses más tarde, en mayo de 2024, OpenAI anunció su nuevo proyecto con Ive, bautizado como "io", con una estética y concepto sospechosamente similares a los prototipos de Rugolo. En palabras del propio Altman, se trataba de un nuevo paradigma para "entradas y salidas" en dispositivos, referenciando al clásico término informático input/output. ¿Coincidencia o plagio disfrazado de innovación?

Una marca, dos visiones... y un tribunal

El caso se volvió más espinoso cuando en junio, la jueza federal Trina Thompson dictaminó que la demanda de iyO tenía mérito suficiente y ordenó a Altman, Ive y OpenAI suspender el uso del nombre "io" hasta el juicio, incluyendo la eliminación de su página web. Un golpe simbólico pero potente en el mundo de la tecnología, donde el branding muchas veces vale tanto como el producto.

La situación escaló con una segunda demanda esta semana contra el exejecutivo de iyO, Dan Sargent, acusándolo de filtrar información y reunirse con Tang Yew Tan, cofundador de io y ex líder del diseño del Apple Watch. Esta jugada levantó sospechas sobre la ética detrás de la colaboración ocultada entre Ive y Altman.

El contexto: la carrera por la IA sin pantallas

Detrás del drama legal está la obsesión por crear una interfaz post-smartphone. Desde hace años, empresas y startups exploran cómo hacer que la inteligencia artificial sea más omnipresente e invisible. Que la interacción no dependa de mirar una pantalla o decir "Alexa".

Humane, por ejemplo, intentó con un pin vestible que resultó un fracaso comercial. Luego de críticas por su rendimiento y utilidad limitada, fue adquirido por HP para liquidarlo, al precio de sus activos. Otros intentos, como los auriculares inteligentes de Bose y dispositivos contextuales de Google, tampoco pudieron generar un mercado masivo.

Rugolo insiste en que su propuesta sí apunta a lo que la industria está buscando: un minicomputador auditivo que utiliza la conversación como interfaz principal, sin necesidad de pantallas ni gestos.

¿Una venganza silenciosa?: El testimonio de Altman y su misterioso prototipo

En declaraciones judiciales, Altman afirmó que desde hace meses prueba un prototipo de io en casa, diseñado por Ive, y lo describió como “el dispositivo tecnológico más impresionante que el mundo haya visto jamás”.

Sin embargo, una carta de Tang Yew Tan en la corte indicó que el diseño aún no está finalizado y que no será un dispositivo de uso en el oído ni vestible, como el de iyO. Una diferenciación vital para intentar despegarse de la acusación de plagio.

Pero esta declaración también reveló conversaciones entre Tan y un ingeniero de iyO, lo que fue suficiente para que la empresa demandante acusara a Sargent de filtrar esta conexión.

El juego de poder detrás del talento de Silicon Valley

En palabras del CEO de iyO: “Lo que nos duele no es perder talento, es que un ejecutivo cercano a nosotros haya sido seducido por quienes tienen más poder y dinero”. La lucha revela no sólo una competencia empresarial, sino una guerra entre gigantes y soñadores. Entre quienes han moldeado el presente (Apple, OpenAI) y quienes intentan construir el futuro en sus propios términos.

Y peor aún: revela cómo muchas veces las ideas, aunque protegidas legalmente, se convierten en piezas del juego de ajedrez corporativo.

¿Quién tiene la razón?

Para algunos analistas, el argumento de Altman sobre el uso del término "io" por su referencia informática clásica puede tener sustento. Apple, por ejemplo, realiza su conferencia anual Google I/O desde mediados de los 2000, sin problemas legales. Pero para otros, el patrón de reuniones entre los implicados, la adquisición posterior de io Products y la semejanza de conceptos representan una apropiación indebida de propiedad intelectual en toda regla.

Las acusaciones de que iyO aún no ha entregado un producto funcional también debilitan un poco su postura. Sin embargo, el prototipo mostrado por Rugolo en diversos eventos, junto al hecho de haber aceptado pedidos anticipadamente, indica que su desarrollo va más allá del simple vaporware.

Lo que está en juego: mucho más que un gadget

Lo que hace tan relevante a esta batalla no es sólo el producto, sino la transformación cultural que implica. Así como el iPhone rediseñó por completo nuestra relación con el mundo digital, una interfaz conversacional y sin pantallas podría redefinir no sólo el cómo, sino también el dónde y cuándo usamos tecnología. Esto tiene implicaciones para la privacidad, la ubicuidad de la IA, la identidad digital y la dependencia tecnológica.

Y quien controle esa interfaz, controlará una buena parte del futuro digital.

Un cierre (por ahora) con sabor a traición

“Me siento tonto ahora”, confesó públicamente Rugolo. “Nos reunimos muchas veces; mostré mis ideas a sus equipos, incluso había admiración mutua. Ahora todo eso parece haber sido una pantalla”.

Sam Altman, por su parte, desestima las acusaciones como “ridículas” y sostiene que la innovación siempre implica competir con ideas similares.

En la era de la inteligencia artificial y la disrupción continua, el verdadero dilema tal vez no sea quién tiene razón, sino quién llega primero con una solución funcional, ética y revolucionaria.

Mientras tanto, los tribunales decidirán si estamos ante una coincidencia desafortunada o un caso emblemático de robo de ideas en la megacapitalismo tecnológico.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press