El arma que salvó millones de vidas contra el VIH está bajo amenaza
El retiro del financiamiento estadounidense al programa PEPFAR ha provocado un colapso en los sistemas de salud globales que podría revertir décadas de avances contra el SIDA
La historia de una lucha ganada...
Desde su instauración en 2003 durante el mandato del presidente George W. Bush, el Plan de Emergencia del Presidente de EE. UU. para el Alivio del SIDA (PEPFAR) se convirtió en una herramienta fundamental en la lucha contra la epidemia global del VIH y el SIDA. Gracias a esta iniciativa, más de 20 millones de personas accedieron a tratamientos antirretrovirales y se financiaron pruebas de VIH para más de 84 millones de personas en el mundo.
PEPFAR representa el mayor compromiso jamás realizado por un país para una sola enfermedad. Ha sido una pieza clave para que el número de muertes relacionadas con el SIDA disminuyera de unos 2 millones en 2004 a alrededor de 630.000 en 2024, según datos de ONUSIDA.
Una retirada devastadora
En enero de 2025, el presidente Donald Trump tomó la decisión de suspender toda la ayuda internacional, incluyendo los 4 mil millones de dólares que EE. UU. había prometido para la respuesta mundial al VIH en 2025. El efecto fue inmediato y devastador.
La ONUSIDA advirtió de un “choque sistémico” a causa de esta repentina pérdida de financiación:
- Se han interrumpido cadenas de suministro de medicamentos;
- Clínicas han cerrado o quedado sin personal;
- Programas de prevención y pruebas han sido cancelados;
- Organizaciones comunitarias han tenido que pausar sus operaciones.
¿Qué está en juego?
La magnitud del impacto es aterradora. ONUSIDA estima que, si no se reemplaza este financiamiento antes de 2029, podría haber más de 4 millones de muertes relacionadas con el SIDA adicionales y hasta 6 millones de nuevas infecciones por VIH.
“Podríamos estar terminando con el SIDA. En lugar de eso, EE. UU. está abandonando la lucha”, declaró Peter Maybarduk, de la organización Public Citizen.
Andrew Hill, experto en VIH de la Universidad de Liverpool, expresó su indignación: “Cualquier gobierno responsable habría proporcionado alertas previas para que los países pudieran planificar. En su lugar, abandonaron a pacientes africanos de la noche a la mañana”.
África y Asia, los más afectados
El 50% de todas las nuevas infecciones por VIH ocurren en África subsahariana, y más de la mitad de las personas que necesitan tratamiento y no lo reciben viven en África y Asia. En países como Nigeria, el 99.9% del presupuesto de medicamentos preventivos del VIH provenía de PEPFAR.
Tom Ellman, de la unidad médica en Sudáfrica de Médicos Sin Fronteras, explicó: “Algunos países pobres estaban comenzando a financiar sus propios programas, pero es imposible llenar el vacío que deja EE. UU.”
“A los pocos meses de interrumpirse el tratamiento, la gente comenzará a enfermarse gravemente, y podríamos ver una explosión en las infecciones y muertes”, agregó Ellman.
Piloto automático sin datos
Además de interrumpir tratamientos y prevención, se ha perdido gran parte del sistema de vigilancia y análisis de datos sobre VIH. Según el Dr. Chris Beyrer, director del Instituto Global de Salud en la Universidad de Duke, “la información sobre cómo, dónde y entre quiénes se propaga el VIH ha dejado de recopilarse”.
Sin estos datos, es imposible diseñar respuestas efectivas ni establecer prioridades de intervención y prevención. Es como volar a ciegas en una tormenta.
La esperanza existe, pero no llega a todos
La situación es especialmente frustrante si se considera que la ciencia ha dado pasos gigantes. En 2023, se publicaron estudios que demostraban que el fármaco Sunlenca (de Gilead Sciences), administrado dos veces al año en forma de inyección, era 100% efectivo en prevenir la infección por VIH.
En junio de 2024, la FDA aprobó este medicamento, lo que debería haber marcado un punto de inflexión en la lucha contra la epidemia. Sin embargo, como ocurre tantas veces, el precio y la falta de acceso lo han convertido en una ilusión para millones.
Gilead acordó vender versiones genéricas en 120 países con altos índices de VIH, excluyendo a casi toda América Latina, donde los índices son menores, pero están en rápida escalada.
Una estrategia que va más allá de la enfermedad
Como afirmó ONUSIDA en su informe, la cooperación multilateral está en peligro. Ya sea por guerras, transformaciones geopolíticas o el cambio climático, los compromisos globales con salud pública están siendo relegados.
La situación actual no solo pone de rodillas a los sistemas de salud de países con escasos recursos. También cuestiona la lógica de las políticas de salud global: ¿puede el acceso a medicamentos y atención médica seguir dependiendo de decisiones políticas tan volátiles?
¿Y ahora qué?
Organizaciones como Médicos Sin Fronteras, ONUSIDA y Public Citizen exigen que otros países asuman la responsabilidad y cubran el vacío dejado por EE. UU., además de sistemas de financiamiento más diversificados y sostenibles.
De lo contrario, los logros de más de dos décadas podrían desvanecerse en cuestión de años, y millones de personas, especialmente en el sur global, podrían pagar con sus vidas.
La historia del VIH y el SIDA nos ha enseñado que la solidaridad internacional puede salvar millones. Romper ese pacto ahora no solo sería una catástrofe sanitaria. Sería una traición histórica.