La tragedia en Kerr County: cuando la negligencia costó más que dinero
Un análisis profundo de cómo años de indecisión y falta de acción condenaron a decenas de personas en una de las zonas más propensas a inundaciones en Texas
El desastre anunciado
La madrugada del 4 de julio en Kerr County, Texas, se convirtió en una pesadilla para decenas de familias. La crecida súbita del río Guadalupe —en el famoso “flash-flood alley” — dejó al menos 120 muertos y un número aún desconocido de desaparecidos. Uno podría pensar que un fenómeno tan devastador fue inevitable, resultado de un evento climático extremo. Pero la verdad es mucho más dolorosa: esta tragedia pudo prevenirse.
Una década de advertencias ignoradas
Desde la inundación del Día de los Caídos en 2015, que ya había provocado muertes en la misma región, las autoridades locales debatían sobre la necesidad de un sistema de alerta y monitoreo de inundaciones. La propuesta incluía sensores y sirenas en zonas críticas, como el Camp Mystic, donde acuden miles de jóvenes que disfrutan de campamentos de verano.
El costo del sistema: 1 millón de dólares. Para una perspectiva más clara, esa suma equivale al 1.5% del presupuesto anual del condado o lo que se gasta en seguridad del juzgado cada dos años. Insignificante, considerando que estaba en juego la vida de 50,000 residentes permanentes y miles de turistas.
Sirenas silenciadas por el miedo y la burocracia
¿Qué pasó entonces? La propuesta se encontró con oposición. Algunos residentes y funcionarios no querían sirenas por temor al “ruido innecesario” o el “alarmismo”. Optaron por una versión sin sirenas, confiando en que las autoridades locales alertarían al público en caso de subida peligrosa del río. Pero esa confianza también requería sensores que nunca fueron instalados.
En 2017, justo después de que el plan parecía tomar forma, la ciudad de Kerrville votó en contra de aportar su parte —$50,000— para aplicar a una subvención conjunta. La Agencia de Manejo de Emergencias del estado rechazó dos veces la solicitud del condado, primero por deficiencias técnicas y luego porque priorizó fondos para las zonas afectadas por el huracán Harvey.
Incluso cuando el Fondo Estatal de Infraestructura para Inundaciones ofreció un préstamo sin intereses, fue rechazado por no ser suficientemente generoso. Mientras tanto, otros pueblos cercanos como Comfort sí instalaron sirenas. Gracias a eso, sus 2,000 habitantes fueron evacuados con éxito la misma noche de la tragedia en Kerr County.
Tragedia con nombres y rostros
Las cifras son aterradoras, pero se vuelven aún más desgarradoras cuando se plasma el testimonio de personas como Nicole Wilson, una madre que logró evacuar a sus hijas de un campamento minutos antes del desastre. Wilson ha iniciado una petición en línea exigiendo que se instalen sirenas en el condado. “No puede haber un ‘no’ esta vez”, declaró con firmeza.
La frustración también se hizo eco en boca de Raymond Howard, concejal de la ciudad de Ingram—parte del condado de Kerr— quien calificó como “inconcebible” que los líderes locales no tomaran acción: “Están subiendo impuestos todo el tiempo para tonterías. Esto era más importante. ¡Son vidas humanas!”
Una cadena constante de promesas rotas
El patrón de negligencia es difícil de ignorar:
- En 1987, una inundación ya mató a ocho personas en un autobús de campamento religioso. Una tragedia similar.
- En 2015, el Día de los Caídos dejó decenas de muertos… la conversación volvió al Congreso del condado.
- En 2016, el condado solicitó fondos, pero fue rechazado por no cumplir con todos los requisitos federales.
- En 2017, aplicaron de nuevo, pero Harvey desvió todos los fondos a otras regiones. Kerrville, la ciudad principal, se negó a apoyar con una mínima contribución.
- En 2019, los votantes crearon un nuevo fondo de $800 millones para infraestructura ante inundaciones. Aún así, Kerr County recibió una oferta de préstamo que consideraron “económicamente desfavorable”.
El resultado: cero acciones, hasta que fue demasiado tarde.
Una comunidad dividida entre el luto y la rabia
Las autoridades estatales, como el gobernador Greg Abbott, pidieron evitar hacer señalamientos tras la tragedia. Una respuesta esperada en el contexto emocional, pero insuficiente para muchos ciudadanos. Algunos funcionarios, como Glenn Andrew, ex concejal de Kerrville que en 2017 votó en contra del proyecto, prefirieron “no hablar aún porque es demasiado reciente”.
No obstante, Steven Aranyi, vocero del vicegobernador de Texas, Dan Patrick, confirmó que en la próxima sesión especial legislativa se aprobarán recursos para sistemas de emergencias como las sirenas. Demasiado tarde para 120 familias.
¿Inundaciones impredecibles? La ciencia lo dice claro
Texas es uno de los estados más propensos a las inundaciones relámpago. La región entre Austin y San Antonio, que incluye a Kerr County, es conocida como “Flash Flood Alley” debido a su topografía montañosa y suelos pobres para absorción. Según el Servicio Meteorológico Nacional, una pulgada de lluvia en estas zonas puede convertirse en un incremento de varios pies en el caudal de los ríos en cuestión de horas.
Por ello, existe todo un arsenal de tecnología ya utilizado en decenas de condados: sensores, estaciones de vigilancia y sistemas de notificación masiva (sirenas, alertas de celular y correos electrónicos) que activan planes de evacuación. Todo esto funciona, si se decide implementarlo con antelación. Pero Kerr County no lo hizo.
Una lección demasiado cara
Esta tragedia representa el choque entre la inversión preventiva y el costo irreversible. Porque el millón de dólares que pudo haberse usado en sensores y sirenas será insignificante frente a los cientos de millones en seguros, reconstrucción y, sobre todo, el peso incalculable del duelo.
Estados Unidos dedica cada año miles de millones a infraestructura vial, militar e incluso deportiva, pero sigue relegando la inversión en protección civil. Como lo dijo el ingeniero ambiental Dr. Robert Mace, director ejecutivo del Meadows Center for Water and the Environment en Texas: “invertir en prevención siempre es más barato que reconstruir y llorar”.
¿Y ahora qué?
La historia de Kerr County no es sólo una tragedia local. Es una advertencia nacional. La emergencia climática y las condiciones extremas ya no son futuros hipotéticos, sino presentes desgarradores. Las palabras de Nicole Wilson son un resumen exacto del sentir colectivo: “simplemente no puede haber otro ‘no’ esta vez”.
El país debe preguntarse: ¿cuántas muertes más harán falta para entender que la prevención también salva vidas? En Texas —y en muchas otras regiones— la respuesta costó más que dinero.