La Iglesia Católica entre la fe y el miedo: una mirada al decreto del Obispo Alberto Rojas

El líder de la diócesis de San Bernardino suspende la obligación dominical ante redadas migratorias que siembran pánico en sus parroquias

Por primera vez desde la pandemia del COVID-19, la Diócesis de San Bernardino ha emitido una dispensa formal para eximir a sus feligreses del precepto católico de asistir a misa dominical. Esta decisión no obedece a una emergencia sanitaria, sino a una escalada de miedo y ansiedad entre las comunidades inmigrantes ante las redadas migratorias en propiedades parroquiales. Al frente de esta medida se encuentra el obispo Alberto Rojas, quien ha decidido intervenir pastoralmente frente a la creciente crisis humanitaria en su diócesis.

Contexto: una decisión extraordinaria

La fe católica establece como deber moral la asistencia a misa todos los domingos y días de precepto. Tal obligación puede ser dispensada solamente por causas graves, como fue el caso de la pandemia. Ahora, el miedo a ser detenido por agentes de inmigración se presenta como causa igualmente grave. Según lo expresó el obispo Rojas:

“Hay un miedo real que atenaza a muchos en nuestras comunidades parroquiales. Si acuden a un espacio público, temen ser arrestados por oficiales de inmigración. Lamentablemente, eso incluye asistir a misa”.

La medida surge tras la detención de personas en dos parroquias diferentes de la diócesis, un hecho que intensificó el temor y la incertidumbre entre fieles sin estatus migratorio legal. Esta decisión pastoral ha sido calificada como un gesto de “valentía moral y cuidado pastoral” por líderes comunitarios como el pastor Omar Coronado.

Una diócesis en cifras

La Diócesis de San Bernardino, creada en 1978, abarca los condados de Riverside y San Bernardino en el sur de California. Es la quinta diócesis católica más grande de Estados Unidos y la segunda en California, después de la Arquidiócesis de Los Ángeles, con más de 1.5 millones de fieles.

  • El condado de Riverside tiene una población latina del 52.5%.
  • El condado de San Bernardino alcanza un 56.4% de población latina.

Estas cifras reflejan la fuerte presencia de comunidades inmigrantes, muchas de las cuales están compuestas por personas en situación migratoria irregular pero activas en la vida religiosa y comunitaria.

Una postura coherente con su misión

El obispo Rojas, nacido en Aguascalientes, México, ha sido consistente en su apoyo a las comunidades inmigrantes desde que asumió su cargo. Ha dicho que una de sus prioridades es el acompañamiento pastoral a quienes viven marginados por su estatus migratorio. En junio de 2025, después de redadas masivas en el sur de California, Rojas denunció públicamente la presencia de agentes federales en propiedades eclesiásticas, quienes "detuvieron a varias personas", generando un clima de miedo entre los fieles.

“Esto no responde al Evangelio de Jesucristo, que guía todas nuestras acciones. Pido a los líderes políticos que reconsideren estas tácticas, en favor de una reforma migratoria más humana y duradera”.

¿Una Iglesia que se oculta o que defiende?

Emite una pregunta necesaria dentro del debate que la decisión de Rojas ha suscitado: ¿la Iglesia debe proteger su sacramento a toda costa, o ponerse del lado de los oprimidos incluso si eso significa suspender una obligación centenaria? El gesto de Rojas responde claramente a la segunda opción.

También resuena con otras acciones similares, aunque menos formales, como la declaración de la Diócesis de Nashville en Tennessee, que en mayo eximió informalmente a sus fieles del deber dominical por razones similares. Sin embargo, el caso de San Bernardino tiene otro peso debido a su tamaño y relevancia.

De la fe al miedo: el nuevo rostro de la inseguridad

La decisión se fundamenta en una realidad puntual: la comunidad no ha dejado de ser devota, simplemente tiene miedo. Como lo expresa Rojas:

“Sé que muchos estarían en la iglesia si no existiera esta amenaza contra su seguridad y la unidad de sus familias”.

Esto nos lleva a reflexionar no sólo sobre el papel de la Iglesia, sino sobre cómo las políticas migratorias están socavando espacios de espiritualidad, contención y comunidad.

El silencio de otras diócesis

A diferencia de San Bernardino, ni la Arquidiócesis de Los Ángeles ni la Diócesis de Orange han emitido una dispensa formal. No obstante, han implementado acciones paliativas:

  • Celebración de misas en casas privadas para quienes temen salir.
  • Protocolos para enfrentar la presencia de agentes migratorios en escuelas y parroquias.
  • Acompañamiento espiritual en tribunales de inmigración.

Estas acciones evidencian la diversidad de respuestas dentro de la Iglesia ante una misma emergencia social, pero también la resonancia moral que adquiere la posición de Rojas.

La voz de la comunidad

La respuesta comunitaria ha sido de agradecimiento. Omar Coronado, pastor y miembro de Inland Congregations United for Change, elogió la decisión en estos términos:

“Es un extraordinario acto de coraje moral y cuidado pastoral. En un momento donde tantas familias viven con temor, la voz del obispo no sólo ofrece protección, sino esperanza”.

Entre la legalidad y la compasión

El debate entre obligación litúrgica y responsabilidad pastoral pone en tensión dos pilares de la Iglesia: la doctrina y la compasión. La historia muestra que, en tiempos de guerra, epidemias o persecución, la Iglesia ha sabido adaptar sus exigencias litúrgicas a las realidades del pueblo fiel. Lo ocurrido en San Bernardino se suma a esos precedentes, pero con matices contemporáneos.

Estamos ante un nuevo tipo de emergencia: una que fragmenta comunidades desde adentro, no con balas ni virus, sino con la constante amenaza de separación forzada de familias. Esta emergencia, como bien lo señala Rojas, requiere respuestas proféticas.

Un llamado al alma de la nación

Finalmente, el llamado no es sólo para los fieles católicos. Es una interpelación directa a la conciencia de los líderes políticos de Estados Unidos. Una invitación a repensar las políticas migratorias no como un tema de seguridad, sino como un deber humanitario y ético. ¿Puede una nación que se precia de ser fundada por inmigrantes seguir criminalizando a quienes buscan el mismo sueño?

El gesto del obispo Alberto Rojas no es una rendición de la fe, sino una declaración de fuerza moral. Un recordatorio de que la Iglesia no es un edificio, sino un pueblo que camina con los suyos, sobre todo con los más vulnerables.

“La fe no está hecha para esconderse tras muros, sino para plantarse junto a los vulnerables”, concluyó Coronado. Y esa, quizá, sea la mayor lección.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press