Cruzando la tormenta: Reino Unido y Francia frente a la crisis migratoria en el Canal de la Mancha
Macron y Starmer reviven la cooperación bilateral con el objetivo de frenar las peligrosas travesías marítimas impulsadas por redes de tráfico humano
La histórica relación entre Reino Unido y Francia está marcada por guerras, alianzas, acuerdos comerciales y rivalidades diplomáticas. En el siglo XXI, una nueva tensión ha emergido con fuerza: la lucha por contener las migraciones irregulares a través del Canal de la Mancha. Esta franja de mar de poco más de 30 kilómetros se ha convertido en una de las rutas más peligrosas —y mediáticas— para quienes sueñan con llegar a territorio británico.
Keir Starmer y Emmanuel Macron: una nueva etapa
Durante su reciente cumbre bilateral en Londres, el primer ministro británico Keir Starmer y el presidente francés Emmanuel Macron pusieron sobre la mesa un tema que ha frustrado a varias generaciones de gobiernos: cómo desmantelar el atractivo de Reino Unido para los inmigrantes irregulares y, al mismo tiempo, interrumpir el negocio de las mafias que organizan las travesías desde Francia.
Según palabras de Downing Street, ambos líderes acordaron que es un "tema prioritario que requiere una solución compartida", incluyendo nuevas medidas disuasorias para romper con el modelo de negocio de las bandas de tráfico humano.
Una crisis persistente y en crecimiento
Lejos de estabilizarse, la situación se ha exacerbado. En 2024 se detectaron unas 37,000 personas cruzando el canal, y solo en la primera mitad de 2025, más de 20,000 ya habían llegado al Reino Unido en frágiles embarcaciones sobrecargadas. Eso representa un aumento del 50% respecto al mismo período del año anterior.
Esta ola migratoria ha provocado decenas de muertes y ha alimentado tensiones políticas internas tanto en París como en Londres. Mientras que Francia acusa al Reino Unido de no hacer lo suficiente para abordar los factores de atracción (como el acceso informal al trabajo), Reino Unido exige que Francia refuerce sus patrullajes costeros y actúe de forma contundente contra las embarcaciones cuando ya estén en el mar.
Un tema con historia: de túneles a botes
Las medidas migratorias bilaterales no son nuevas. Ya en 2001, ambos países negociaban cómo evitar que migrantes se escondieran en los camiones que cruzaban el Túnel bajo el Canal. Pero esos controles llevaron a que el fenómeno migratorio mutara: lo que antes eran estancias en los campos de Calais, ahora son lanzamientos en zodiacs y botes inflables desde playas cercanas como Dunkerque o Boulogne-sur-Mer.
"Las redes de tráfico siempre se adaptan. Si les cierras una ruta, abren otra", explica Mihnea Cuibus, del Migration Observatory de la Universidad de Oxford. "Es un clásico juego del gato y el ratón".
¿Soluciones reales o acuerdos simbólicos?
Los esfuerzos recientes no han estado privados de polémica. El anterior gobierno conservador británico intentó implementar un plan para deportar a solicitantes de asilo hacia Ruanda, propuesta abortada por ser considerada inhumana e ilegal. Por su parte, el actual mandatario Starmer apuesta ahora a una estrategia de colaboración más estrecha con Francia, pero también con países de tránsito como Libia, Irak o Túnez.
El plan británico incluye la propuesta de un acuerdo “uno por uno”: Francia recibiría de vuelta a migrantes recién llegados al Reino Unido, a cambio de que Londres aceptara solicitudes de migrantes con familiares establecidos legalmente en el país.
Elementos nuevos en el tablero bilateral
Downing Street destacó que por primera vez han logrado persuadir al gobierno francés de revisar sus leyes y tácticas en la costa norte. Mientras tanto, el Reino Unido ha financiado con cientos de millones de libras el refuerzo de patrullajes franceses y la incorporación de drones que vigilan movimientos sospechosos antes de los lanzamientos.
Las imágenes de policías franceses perforando embarcaciones inflables con cuchillos han generado tanta aprobación en Westminster como indignación en ONG de derechos humanos, que acusan a ambos gobiernos de anteponer el control fronterizo a la dignidad humana.
¿Por qué quieren migrar hacia el Reino Unido?
Las razones son diversas y complejas. Muchos migrantes tienen conexiones familiares o comunitarias en el Reino Unido. Otros hablan inglés, lo que facilita la inclusión social. Y algunos consideran que encontrar empleo informal en Reino Unido es más factible que en países con regulaciones laborales más estrictas, como Alemania o Francia.
Macron ha señalado directamente estos “factores de atracción” como un obstáculo para la cooperación plena. Starmer, por su parte, ha prometido reforzar las inspecciones laborales y aplicar con más rigurosidad la legislación contra empleadores que contraten a migrantes irregulares.
El rol del Brexit
La salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2020 deterioró la cooperación legal sobre retorno de migrantes. El país ya no tiene acceso a los acuerdos de Dublín, que permitían devolver a solicitantes de asilo al primer país europeo donde ingresaron. Esta falta de mecanismos legales ha imposibilitado frenar y revertir muchas de las migraciones irregulares más visibles.
“La cooperación se ha reconstruido lentamente desde entonces, especialmente en asuntos de inteligencia, pero no es suficiente”, opina Sarah Teather, directora del Jesuit Refugee Service UK.
Perspectivas hacia el futuro
La reciente cumbre, que también abordó temas de defensa y crecimiento económico, incluyó una visita conjunta a una base militar y reuniones sobre la futura fuerza multinacional para vigilar el cese al fuego en Ucrania. Sin embargo, es el espectro de los migrantes en botes inflables el que más presión mediática genera.
Macron y Starmer hablan de “resultados tangibles”, pero los expertos advierten que sin una reforma radical del sistema de asilo, una respuesta realista a las causas de fondo —conflictos, pobreza, persecución— y una vía clara para la migración legal, esta problemática seguirá alimentando una narrativa política volátil y, sobre todo, un doloroso número de víctimas humanas.
Como dijo el académico Mihnea Cuibus: “Todo esto puede tener impacto, si se implementa debidamente. Pero ese ‘si’ es muy grande.”