Trump, Ucrania y la guerra infinita: el vaivén armamentístico que divide su gabinete

Entre pausas, presiones y promesas de paz, el presidente republicano ahora apunta a un renovado arsenal para Kiev mientras su discurso hacia Putin se endurece

Pausa inesperada y molestia presidencial

La reciente decisión del presidente Donald Trump de reanudar el envío de armas a Ucrania ha generado múltiples reacciones, tanto dentro como fuera de su administración. La Casa Blanca quedó «tomada por sorpresa» cuando el Pentágono anunció una pausa en entregas críticas de misiles y artillería guiada la semana pasada. Según tres fuentes cercanas a las discusiones internas, Trump se sintió “descolocado” por la decisión, la cual, afirma, no fue adecuadamente consultada con él.

La medida coincidió con un momento especialmente crítico para Ucrania, que enfrenta una intensificación de ataques aéreos rusos altamente destructivos. Entre las armas afectadas estaban misiles Patriot, proyectiles Hellfire, obuses y cohetes GMLRS, todos vitales para la defensa aérea ucraniana. El cambio de posición de Trump evidencia una lucha interna entre el Ejecutivo y el Pentágono, particularmente con la figura de Elbridge Colby, jefe de política del Departamento de Defensa y coordinador de la controvertida pausa.

Los motivos detrás del giro: escasez y prioridades

El Pentágono había justificado la interrupción por posibles bajas en las reservas estadounidenses. Sin embargo, el presidente consideró que la amenaza rusa era demasiado significativa como para suspender la ayuda. “Tienen que poder defenderse. Están recibiendo golpes muy duros ahora”, afirmó Trump el lunes al anunciar la reversión de la pausa.

La industria militar estadounidense enfrenta serios retos productivos, especialmente con la fabricación de municiones de largo alcance. Por ejemplo, el Ejército había proyectado producir 100,000 proyectiles de 155 mm por mes para 2025, pero ahora espera alcanzar esa cifra en 2026. La producción de misiles Patriot también está por debajo de lo esperado. Mientras tanto, se elaboraban gráficos tipo semáforo (“verde, amarillo, rojo”) para medir la disponibilidad del arsenal.

Trump se aleja (un poco) de Putin

En un giro no menor, Trump ha moderado su retórica con respecto a Vladimir Putin. Si anteriormente mostraba simpatía y sugería que podría convencer al líder ruso de terminar la guerra en poco tiempo, ahora el tono es diferente. “No estoy contento con él. Esto está matando a mucha gente”, declaró durante una reunión con su gabinete el martes. Incluso reconoció que “convencer a Putin” sobre la paz resultó mucho más difícil de lo que imaginaba.

Sus palabras reflejan una frustración creciente tras la última llamada telefónica entre ambos mandatarios. “Putin es muy amable todo el tiempo, pero termina siendo inútil”, se le oyó decir. Además, Trump insinuó nuevas sanciones al petróleo ruso para presionar al Kremlin, incluyendo un arancel del 500% a productos de países que compren crudo ruso. La medida, impulsada por el senador Lindsey Graham, afectaría directamente a China e India.

Divisiones internas: ¿quién manda en Defensa?

La pregunta sin respuesta es: ¿quién ordenó la pausa en los envíos? Cuando se le cuestionó sobre quién autorizó el freno, Trump respondió irónicamente: “No lo sé. ¿Por qué no me lo dices tú?”. La falta de comunicación entre la Secretaría de Defensa, liderada por Pete Hegseth, y la Casa Blanca es ahora objeto de disputa.

El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, confirmó que el reevaluado plan de envíos forma parte de la política “America First” orientada a revisar los compromisos militares globales. Pero no se detalló qué tipo de armas exactamente se enviarán ahora ni si ya salieron nuevas unidades hacia Ucrania.

Opiniones encontradas en el Senado

El respaldo político tampoco es unánime. El líder republicano del Senado, Mitch McConnell, aplaudió la decisión del presidente de continuar el apoyo a Ucrania, pero criticó duramente a otros miembros de la administración. “El presidente debe rechazar las voces aislacionistas dentro de su gobierno y no limitar estas entregas a simples armas defensivas”, dijo en un comunicado el martes. Además, exigió que se invierta seriosamente en expandir la producción de municiones.

Este respaldo se interpreta como un mensaje claro a facciones del Partido Republicano partidarias de una política exterior menos intervencionista, que han estado presionando para recortar costos en conflictos internacionales.

¿Un cambio estructural o un ajuste táctico?

Trump ha reiterado que su objetivo es terminar la guerra lo antes posible. Durante su campaña electoral prometió que, si volvía al poder, forzaría una negociación en cuestión de días. Sin embargo, tras seis meses nuevamente en la Casa Blanca, el presidente reconoce que la situación no era tan sencilla como la imaginaba. “Sería una guerra que duraría tres o cuatro días. Pero (Ucrania) tuvo la ventaja de un equipo increíble”, aseguró en la más reciente reunión con su gabinete.

En consecuencia, su administración parece empujada en direcciones opuestas: por un lado, su promesa de reducir la huella militar exterior; por otro, una imperiosa necesidad de no ceder terreno estratégico en Europa ante Rusia. La combinación es peligrosa: dejar desarmado a Ucrania puede reforzar el relato ruso de debilidad occidental, mientras que mantener los envíos puede tener un costo político entre su base electoral más conservadora.

La paradoja del “America First”: más presencia global

El mantra de “América primero” choca con las realidades de un mundo multipolar. Reforzar las defensas de Kiev implica comprometerse más profundamente con los conflictos europeos, justo lo contrario de lo que muchos seguidores de Trump esperaban. A esto se añade la fragilidad interna de las cadenas de producción militar, que obliga a redoblar esfuerzos industriales o reevaluar alianzas con otros países productores.

En última instancia, la política exterior de Donald Trump hacia Ucrania y Rusia está transitando un delicado equilibrio entre pragmatismo militar y retórica populista. Sus comentarios hacia Putin se han tornado más críticos, pero su administración aún no define claramente si está preparada para sostener a largo plazo el esfuerzo logístico y económico que implica una guerra como la de Ucrania.

Todo indica que el presidente está atrapado entre su dura promesa de paz rápida y la realidad cruda de un conflicto que no tiene fin a la vista.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press