El caso Boelter: violencia política, tragedia familiar y un atentado sin precedentes en Minnesota
El ataque a legisladores de Minnesota plantea inquietantes preguntas sobre la seguridad, la política y el extremismo en Estados Unidos
Un crimen premeditado con tintes políticos
Lo que ocurrió la madrugada del 14 de junio de 2025 en Minnesota ha estremecido al país y encendido las alarmas en torno a la seguridad de los funcionarios públicos. El senador estatal John Hoffman y su esposa, Yvette, fueron víctimas de un brutal ataque perpetrado por un hombre que fingía ser un oficial de policía. Ambos sobrevivieron tras recibir múltiples disparos, aunque Melissa Hortman, exlíder de la Cámara de Representantes de Minnesota, y su marido corrieron con peor suerte: fueron asesinados en su propia casa. El presunto autor, Vance Boelter, enfrenta cargos por asesinato y tentativa de asesinato en tribunales estatales y federales.
¿Quién es Vance Boelter?
Según documentos del FBI y declaraciones públicas, Boelter, un hombre con historial de ideas religiosas evangélicas y posturas políticas ultraconservadoras, se presentó en varios domicilios de legisladores estatales antes de efectuar los ataques. Vestido con un chaleco táctico negro y una máscara color piel que cubría su rostro, utilizó un vehículo alterado para parecer una patrulla.
El primero en ser atacado fue John Hoffman en su casa de Champlin. Después de despertar a la pareja en la madrugada, Boelter intentó engañarlos diciendo que era un oficial. Pero al notar la máscara, Yvette sospechó que algo andaba mal. El asaltante respondió afirmando: "Esto es un robo". Fue entonces cuando Hoffman intentó enfrentar al atacante. La consecuencia: nueve disparos contra él y ocho contra su esposa.
Una tragedia con secuelas físicas y emocionales
John Hoffman ahora se encuentra en una unidad de rehabilitación, tras una estadía hospitalaria intensa, mientras que su esposa fue dada de alta días después del ataque. En una imagen compartida por su familia, el senador aparece sonriente, dando un pulgar arriba, con una maleta a su lado. Sin embargo, su familia asegura que le espera “un largo camino de recuperación”.
Este no fue un acto aislado. Tras atacar a los Hoffman, Boelter se dirigió a los hogares de otros funcionarios. Solo en la casa de los Hortman logró consumar su ataque de manera fatal, matando tanto a Melissa como a su esposo Mark, y dejando gravemente herido a su perro, que tuvo que ser sacrificado.
¿Un atentado político?
La fiscalía federal no ha revelado un motivo claro. Sin embargo, la jefa de fiscales federales de Minnesota aseguró que el asesinato tiene características de “asesinato político”, un término que evoca lo peor del terrorismo doméstico. Mientras tanto, la defensa de Boelter ha rechazado hacer comentarios públicos sustanciales, limitándose a decir que “esperan que los hechos salgan a la luz”.
La pregunta que muchas personas —y no solo en Minnesota— se hacen es: ¿Estamos ante una nueva ola de violencia política como las sufridas en otras etapas críticas de la historia de Estados Unidos, como los años 60 o tras los disturbios del Capitolio en 2021?
Seguridad debilitada en una era inestable
Los ataques han provocado debate sobre la protección que reciben los legisladores estatales, quienes a menudo carecen de escoltas o protocolos de seguridad similares a los de funcionarios federales. En algunos estados, los legisladores ganan sueldos modestos y viven en barrios normales, sin mayor protección. Esta vulnerabilidad quedó expuesta de forma trágica.
El hecho de que Boelter usó una máscara, un chaleco táctico y modificó su vehículo para parecer un coche patrullero indica que planificó los ataques. También que poseía medios económicos o redes clandestinas para adquirir ese equipo. Según datos del FBI, ha habido un repunte del 158% en amenazas creíbles a funcionarios electos entre 2020 y 2023.
Un país dividido: política e ideología como combustible
Estados Unidos atraviesa una de sus etapas más tensas desde el punto de vista político. La polarización ideológica, avivada por redes sociales, medios de comunicación partidistas y figuras políticas extremas, ha creado un clima en el que ciertos individuos se sienten legitimados o inspirados para “actuar”.
Casos como el de Boelter recuerdan a otros como el de Cesar Sayoc, el hombre que en 2018 envió bombas caseras a figuras del Partido Demócrata, incluido Barack Obama. Boelter, aunque no ha sido vinculado a ningún grupo conocido, encaja en un perfil de extremismo individual que ha sido documentado por el Southern Poverty Law Center y el ADL (Anti-Defamation League).
El rol del extremismo religioso
Amigos del atacante lo han descrito como un “cristiano evangélico con ideas conservadoras”. Aunque ser evangélico no tiene relación directa con actos de violencia, expertos advierten que ciertas interpretaciones extremas de la religión pueden dar lugar a justificaciones ideológicas para cometer actos violentos, sobre todo cuando se combinan con delirios de grandeza o misiones personales.
El fenómeno de radicalización religiosa con componentes políticos no es nuevo. Ya en los años 90, el atentado de Oklahoma City por Timothy McVeigh encontró inspiración en textos conspirativos con fuerte carga religiosa y anti-gubernamental.
Una justicia que busca respuestas
Boelter permanece detenido sin derecho a fianza. El caso está siendo tratado tanto en cortes estatales como federales, lo que añade un matiz importante: el gobierno federal puede, en casos especiales, buscar la pena de muerte, incluso en estados donde ha sido abolida. Minnesota, de hecho, suprimió la pena capital en 1911. Será decisión de la fiscal general Pam Bondi determinar si se persigue esta vía en el caso federal.
Mientras avanza el juicio, la sociedad busca respuestas. La administración Biden estuvo presente simbólicamente en el proceso de apoyo: el propio Presidente visitó al senador Hoffman en el hospital durante su visita por el funeral de los Hortman, en un gesto marcadamente político y humano.
Un síntoma más del deterioro democrático
Para muchos analistas políticos, lo ocurrido en Minnesota no es un hecho aislado, sino un síntoma preocupante del deterioro institucional y democrático. “Lo más alarmante es que estos incidentes ya no se sienten lejanos ni improbables, sino como una posibilidad creciente. A la par que aumenta el lenguaje violento en la política, aumentan los actos”, comenta Rachel Kleinfeld, investigadora del Carnegie Endowment for International Peace.
El FBI y agencias estatales han intensificado sus esfuerzos para identificar a individuos que podrían conducir a actos de violencia motivados por ideologías, pero como ha ocurrido en casos anteriores, la acción llega tarde para las víctimas.
¿Qué sigue para Minnesota?
Las autoridades locales y estatales han prometido revisar los protocolos de seguridad para funcionarios, ampliar los recursos para enfrentar el extremismo doméstico y crear nuevas vías de prevención. A su vez, la comunidad política ha reaccionado con unidad y condena transversal a los ataques.
Sin embargo, lo ocurrido deja muchas heridas abiertas. La política norteamericana vive una etapa de riesgo, donde, más allá del debate partidario, la violencia amenaza con convertirse en una herramienta perversa.
Mientras Hoffman comienza un largo proceso de rehabilitación, y la familia Hortman llora su pérdida, un estado y un país entero deben hacer frente a una realidad inquietante: la amenaza ya no está tan lejos del poder. Está tocando a su puerta.