¿Preparada Europa para defenderse? La urgencia de una industria militar propia y fuerte

Entre advertencias sobre Rusia, debates sobre gasto militar y el lento rearme, Europa encara una década decisiva para su seguridad

STRASBURGO, FRANCIA – En un mundo cada vez más inestable, Europa enfrenta un dilema histórico: ¿está verdaderamente preparada para defenderse sola ante una posible agresión militar? Las recientes advertencias de líderes como la primera ministra danesa Mette Frederiksen y las propuestas de Bruselas para consolidar una industria de defensa sólida revelan que la seguridad del continente pende de un hilo.

Un nuevo despertar militar ante la sombra de Rusia

Durante años, muchos países europeos se beneficiaron de los llamados "dividendos de la paz" tras la Guerra Fría. Se recortaron presupuestos militares, se cerraron bases y se redujeron arsenales bajo el supuesto de que la guerra de gran escala en suelo europeo era algo del pasado. Sin embargo, la invasión rusa a Ucrania en 2022 revivió viejos fantasmas y ha obligado al continente a evaluar su preparación defensiva con urgencia.

Reducir nuestro gasto en defensa durante los últimos 30 años fue un error monumental”, sostuvo Frederiksen el martes pasado en un discurso ante el Parlamento Europeo, marcando el inicio de la presidencia semestral de Dinamarca del Consejo de la UE.

La mandataria danesa fue más allá al señalar que Rusia podría convertirse en una amenaza militar creíble para el continente dentro de dos a cinco años. Una advertencia que, si bien no es nueva, cobra intensidad en el actual contexto geopolítico.

Europa entre su estrategia de rearme y la dependencia de EE. UU.

La OTAN y la UE comparten numerosos miembros, pero sus estrategias de defensa no siempre convergen. Aunque la OTAN exige que sus miembros gasten al menos el 2% del PIB en defensa, solo unos pocos cumplen este umbral. España, por ejemplo, fue la nación que menos invirtió en 2023 con apenas el 1,28% de su PIB dedicado a defensa.

Este desfase ha llevado a propuestas concretas: la UE lanzó su plan “Readiness 2030”, con el objetivo de preparar al continente desde el punto de vista bélico en menos de una década. Este plan incluye un fondo de 150.000 millones de euros para financiar una reindustrialización armamentística a gran escala. Entre otros objetivos, se pretende aumentar la producción europea de municiones, drones, misiles y sistemas de defensa antiaérea.

Sin embargo, entre la ambición y la realidad hay un abismo. “Las cosas no avanzan lo suficientemente rápido para poder defendernos en cinco años”, reconoció el ministro de Defensa danés, Troels Lund Poulsen.

La lógica militar contra la lógica en tiempos de paz

Uno de los grandes obstáculos para el rearme europeo está en la mentalidad. Según Joachim Finkielman, director de las Industrias Danesas de Defensa y Seguridad, la industria no invertirá en aumentar su capacidad si los gobiernos no hacen pedidos a largo plazo: “No puedes esperar que la industria invierta en capacidad de producción si no tienes pedidos a largo plazo”. La producción de munición de 155 mm, muy demandada por Ucrania, es el mejor ejemplo: los encargos actuales solo cubren unos tres años, mientras que las fábricas requieren entre cinco y diez años de seguridad para ampliarse.

Además, Finkielman denuncia una contradicción de raíz: “Estamos atrapados en una lógica de tiempos de paz en una situación en la que hay guerra en Europa”.

EE. UU.: ¿aliado o aliado en retirada?

A pesar de haber sido durante décadas el pilar de la defensa occidental, Estados Unidos ha dado señales de que su prioridad ya no es Europa. Tanto la administración de Barack Obama como la de Donald Trump han dejado entrever que Asia y Oriente Medio dominan cada vez más la agenda geoestratégica de Washington.

El compromiso de la OTAN de invertir el 5% del PIB en defensa para 2035 parece más una declaración de intenciones que una realidad palpable. Muchos países luchan con sus economías, incluido el propio motor de Europa, Alemania, cuyo gasto actual se mantiene por debajo de lo exigido.

Mientras tanto, países aliados deben decidir si continúan dependiendo del paraguas estadounidense o si construyen su propio escudo. Actualmente, el 78% del gasto militar de la OTAN proviene de Estados Unidos, dejando al continente vulnerable si ese respaldo disminuye.

Reindustrializar la defensa: ¿oportunidad política y económica?

El plan europeo no solo busca cubrir una necesidad estratégica: también es una apuesta industrial. Al incentivar la compra de sistemas militares europeos, la UE quiere impulsar el empleo y el desarrollo tecnológico del sector armamentista.

Se trata de construir autonomía estratégica, no solo de reducir la dependencia de Estados Unidos, sino también de países como Turquía y Corea del Sur, que hoy exportan sistemas militares cruciales a varios países europeos.

Además, Ucrania aparece como una pieza central de este rompecabezas. El país es capaz de producir armas más baratas y rápidas que varios miembros de la UE. Según estimaciones ucranianas, con inversión europea adecuada podrían explotarse más del 40% de su capacidad industrial aún disponible.

Ucrania: frente de batalla y fábrica de guerra

El plan “Readiness 2030” prevé una ayuda masiva para Ucrania que va más allá del suministro militar. Incluye:

  • Al menos 2 millones de proyectiles de artillería al año
  • Más sistemas de defensa aérea
  • Más drones y misiles de precisión
  • Entrenamiento anual para decenas de miles de soldados ucranianos
  • Financiación para revitalizar las fábricas de armas ucranianas

El compromiso con Ucrania representa una de las apuestas geopolíticas más grandes de la UE en décadas. Pero este compromiso también pone a prueba la unidad europea, especialmente si el conflicto se prolonga, si el apoyo público flaquea o si el presupuesto se ve presionado por otros asuntos internos.

El riesgo de no actuar

Si bien algunos gobiernos ven con escepticismo los objetivos de gasto del 5% del PIB, la realidad es que la falta de acción podría ser mucho más cara. Un ataque a uno de los miembros de la OTAN (por ejemplo, Estonia o Lituania) activaría el famoso Artículo 5, obligando a todos a una respuesta militar.

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, advirtió: “Aunque Europa no está en guerra, no está en paz tampoco”. Las amenazas híbridas como el sabotaje, las campañas de desinformación y los ciberataques se están empleando activamente para socavar las democracias occidentales.

¿Está preparada Europa para defenderse sola?

La pregunta golpea en el centro de la estrategia de seguridad del continente. A corto plazo, Europa depende de Estados Unidos. A largo plazo, deberá construir su propia capacidad disuasoria si quiere ser un actor geopolítico soberano.

Como dijo Frederiksen en su discurso final: “Jamás debemos permitir que Europa vuelva a estar en una posición en la que no puede defenderse”.

Si se logra esa independencia o no, dependerá más de decisiones políticas valientes que de discursos solemnes.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press