El legado del Clotilda: memoria, resistencia y la lucha por la dignidad afroamericana

Más de 160 años después del último barco esclavista que llegó a Estados Unidos, sus descendientes se reunieron en Mobile, Alabama, para honrar su historia y reclamar su espacio en el relato nacional

Una ceremonia cargada de historia y significado

El 5 de julio de 2025, en las tranquilas orillas del río Mobile, Alabama, se celebró una ceremonia profundamente simbólica: descendientes de los 110 africanos traídos a Estados Unidos a bordo del Clotilda —el último barco esclavista documentado en haber llegado al país en 1860— se reunieron para rendir homenaje a sus ancestros y mantener viva su memoria.

Vestidos en su mayoría de blanco, los asistentes participaron en rituales ancestrales, escucharon lecturas conmovedoras de nombres y colocaron ofrendas florales junto al lugar donde descansan los restos del Clotilda, aún sumergido debido a su avanzado estado de deterioro.

La historia del Clotilda: crimen, secretos y resiliencia

El Clotilda trajo ilegalmente a sus 110 pasajeros desde África Occidental en 1860, más de cinco décadas después de que el Congreso de los Estados Unidos prohibiera la importación de esclavos mediante una ley promulgada en 1807. Financiado por empresarios sureños que querían desafiar abiertamente la ley, el barco fue hundido deliberadamente para encubrir el crimen.

Durante más de 150 años, su existencia sobrevivió como una historia oral contada por sobrevivientes a sus hijos y nietos hasta que, en 2019, investigadores confirmaron su hallazgo en aguas turbias cerca de la costa del Golfo de Alabama. Fue un descubrimiento de magnitud histórica comparable al hallazgo de restos arqueológicos de culturas antiguas.

Africatown: un pueblo fundado desde la libertad

Después de la Guerra Civil, 32 de los africanos liberados del Clotilda fundaron una comunidad a escasos cinco kilómetros del lugar del desembarco. Esa comunidad, inicialmente conocida como Plateau y actualmente llamada Africatown, se convirtió en un símbolo de resistencia cultural. Sus fundadores intentaron reconstruir lo que les fue robado: su vida, su hogar y su dignidad.

Construyeron iglesias, escuelas y negocios, luchando contra la discriminación institucional y la marginación histórica. Hoy en día, Africatown sigue siendo el hogar de sus descendientes, muchos de los cuales han asumido el compromiso de reafirmar la identidad africana en el relato estadounidense.

Una memoria viva: voces desde la descendencia

“Fue algo muy sagrado y personal, no importa si eres descendiente o no,” afirmó Cherrelle Jefferson Smith —residente de Africatown—, luego de asistir al evento por primera vez. Las lágrimas le brotaron cuando escuchó los nombres leídos en voz alta.

Walter Jermaine Bell, quien viajó desde Atlanta para liderar la procesión de ofrendas florales al río, expresó: “Es sumamente gratificante y redentor poder hacer algo que conecte el pasado con el presente, no solo para nuestro grupo, sino para mis hijos. Quiero que ellos lo vean y participen.”

Para Chanelle Blackwell, organizadora del evento, “la historia del Clotilda y la comunidad que construyeron en Africatown es algo que celebramos, comentamos y honramos constantemente.”

Clotilda y el debate sobre la memoria pública

El barco ha sido objeto de extensas investigaciones arqueológicas y debates institucionales. El estado de Alabama destinó aproximadamente un millón de dólares para estudiar las condiciones de excavación del barco, con la intención de eventualmente construir un museo en Africatown que no solo sirva como sitio de memoria, sino también como fuente de ingresos para la empobrecida comunidad.

Sin embargo, equipos de arqueólogos, ingenieros e historiadores recomendaron no extraer los restos, pues el paso de barcos comerciales por el río pudo haberlo dividido en dos. En su lugar, se propone la instalación de pilares submarinos a modo de protección ecológica y patrimonial.

La fuerza de la historia oral y el activismo comunitario

Aunque la historia estuvo silenciada por siglos, la sociedad formada por descendientes del Clotilda hace más de 40 años ha luchado por rescatar la memoria. Eventos como este no presentan solo un espacio ceremonial, sino una plataforma política y cultural que exige reconocimiento a la historia afroamericana más allá de los márgenes del dolor.

“No somos solo descendientes de esclavizados, somos sobrevivientes. Y nuestros ancestros dejaron legado, fuerza y comunidad,” dijo Delisha Marshal durante su intervención, nieta de uno de los africanos transportados en el Clotilda.

La importancia de no olvidar

La historia del Clotilda representa más que una tragedia. Es una fuerza vital para comprender el origen de muchas problemáticas sociales actuales y para sanar heridas históricas irreparables.

En palabras del historiador africano Cheikh Anta Diop: “Un pueblo sin conocimiento de su historia es como un árbol sin raíces.” Africatown, con sus rituales, música de tambor africano, y ceremonias libatorias, demuestra que sus raíces no sólo sobreviven, sino que florecen aún en medio del dolor, reinventándose en cada generación.

La lucha continúa

Mientras que las aguas del río Mobile siguen resguardando los restos del Clotilda, sus descendientes desafían la invisibilización histórica. Esta ceremonia es también un llamado para que Estados Unidos repiense sus narrativas patrióticas y reconozca con justicia el papel de la esclavitud africana en la construcción del país.

En el actual contexto de revisión histórica y tensiones raciales, contar la historia del Clotilda no es un simple acto de rememoración. Es una forma de resistencia, una afirmación de dignidad y una exigencia de visibilidad.

Por eso, cada julio, la reunión de los descendientes es mucho más que un ritual conmemorativo: es una muestra del poder de la memoria colectiva, del derecho a llorar y también a celebrar, del coraje de reconstruir una verdad que por mucho tiempo se quiso enterrar en el barro del olvido.

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Este artículo fue redactado con información de Associated Press