Amr, el Rostro de la Tragedia Infantil en Gaza
Un niño de tres años herido por un ataque israelí encarna el costo humano de una guerra sin fin: sin tratamiento médico adecuado, sin familia, sin futuro claro
Una infancia interrumpida por la guerra
En Gaza, los estragos del conflicto se materializan rotundamente en la figura frágil de Amr al-Hams, un niño palestino de apenas tres años cuya vida cambió para siempre por el impacto directo de un proyectil israelí. Con esquirlas incrustadas en su cerebro, sin capacidad para moverse ni hablar, Amr sobrevive junto a su tía Nour al-Hams, que lo cuida con devoción en el Hospital Nasser de Khan Younis, al sur del enclave.
La historia de Amr es una entre miles, pero se ha convertido en símbolo de la crisis humanitaria que atraviesa Gaza desde octubre de 2023, cuando comenzó una de las fases más cruentas del conflicto entre Israel y Hamas. Su madre, embarazada, murió durante el ataque que destruyó la tienda donde vivían; su padre está emocionalmente paralizado por el dolor; sus hermanos también fallecieron. Amr ha tenido que reconstruir lo poco que queda de su existencia con el cuerpo destrozado y sin los recursos que podrían aliviar su sufrimiento.
Un sistema de salud colapsado: el legado de la guerra
Según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 57,000 palestinos han muerto desde el inicio del conflicto, y se estima que 33,000 niños han sido heridos, de los cuales 5,000 requieren rehabilitación a largo plazo. De ellos, más de 1,000 sufren lesiones cerebrales, daños en la médula espinal o han perdido extremidades.
La guerra no solo ha destruido viviendas: también ha devastado el sistema de salud. De los 36 hospitales en Gaza, más de la mitad están fuera de servicio. Los que restan operan parcialmente y enfrentan escasez de insumos esenciales como respiradores, gasas, analgésicos, leche de fórmula fortificada, antibióticos y equipos de diagnóstico.
“Gaza enfrentará generaciones de niños con discapacidades prevenibles si el sistema de salud no recupera su capacidad básica”, afirma Tanya Haj-Hassan, pediatra de cuidados intensivos que ha colaborado con organizaciones médicas internacionales en Gaza. “Las heridas no son solo físicas, también psicológicas y existenciales.”
Una travesía marcada por el peligro
La historia de Amr adquiere tintes aún más dramáticos al conocer los detalles del ataque que lo dejó malherido. Ocurrió en abril de 2025, durante una visita familiar al norte de Gaza. A pesar de estar embarazada y en sus últimos días de gestación, su madre Inas convenció a su esposo para visitar a sus padres. Durante la cena, un ataque aéreo reventó la tienda donde se encontraban.
El saldo fue devastador: la madre de Amr, su bebé no nato, su abuelo y sus hermanos murieron. Él fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos del Hospital Indonesio en estado crítico. No podía respirar por sí mismo, y su escáner mostró daños cerebrales severos por esquirlas.
La situación se agravó cuando ese hospital fue bombardeado, sus servicios cortados y sus pacientes evacuados. Amr, en estado crítico, fue llevado en un mototaxi durante 25 kilómetros hasta el Hospital Nasser en el sur. Llegó con niveles de oxígeno peligrosamente bajos.
El limbo de la asistencia humanitaria
Israel mantuvo un bloqueo total sobre Gaza por más de dos meses, impidiendo la entrada de alimentos, medicamentos y otros insumos esenciales, alegando que Hamas desviaba la ayuda. No obstante, la ONU no ha encontrado evidencia sistemática de tal desvío.
A partir de mayo, la ayuda comenzó a entrar lentamente, pero aún es insuficiente. En palabras de Tess Ingram, portavoz de UNICEF para Gaza: “La única esperanza real para muchos niños heridos gravemente es ser evacuados. Necesitan países que abran las puertas y los corazones.”
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde que empezó el bloqueo en marzo solo han sido evacuados 317 pacientes —de los cuales 216 son niños— junto a unos 500 acompañantes. Mientras tanto, más de 10,000 personas esperan autorización para salir, incluyendo unos 2,500 niños necesitados de atención médica urgente.
Sin recursos para la rehabilitación
Una vez en Nasser, Amr recibió estabilización mínima. El Dr. Ahmed al-Farra, jefe de pediatría, explica que no hay nutrición intravenosa ni fórmulas lácteas disponibles, lo que ha hecho que el niño pierda la mitad de su peso.
Su tía Nour, su única figura protectora y una enfermera capacitada, duerme a su lado y lo alimenta moliendo arroz o lentejas hasta convertirlo en puré, el cual le administra con una jeringa directamente en el estómago. “No hay nada para comer, Gaza está al borde de una hambruna”, lamenta.
Amr padece crisis epilépticas, necesita sedantes para dormir y no puede hablar. Su tía jura que trata de decir “mamá” cuando mueve los labios. Entre lágrimas, se pregunta: “¿Podrá caminar algún día? Mientras esté en Gaza, no hay posibilidad de que se recupere.”
La guerra y la niñez: una combinación mortal
El caso de Amr pone en evidencia algo doloroso pero cierto: el conflicto israelí-palestino no solo destruye infraestructuras y cobra vidas, sino que arranca futuros. Cada niño como Amr representa no solo una tragedia individual sino un desafío moral para la humanidad.
Más allá de las cifras —que dada su escala terminan por deshumanizar el dolor— los ojos confundidos de Amr y su búsqueda silenciosa de una madre que no regresará nos recuerdan que las guerras contemporáneas, más que nunca, se libran en los cuerpos frágiles de los inocentes.
Un llamado a la comunidad internacional
La comunidad internacional ha sido tibia en su respuesta. Mientras se debate sobre política exterior, sanciones, tratados comerciales y balances geoestratégicos, niños como Amr languidecen sin atención ni tratamiento adecuado. Las evacuaciones, cuando llegan, lo hacen tardes.
Sin claridad de cuándo o cómo Amr podrá salir de Gaza para obtener atención especializada fuera del enclave, su situación continúa empeorando día tras día. Y como él, miles esperan, en silencio, en camas improvisadas, en hospitales sin electricidad, en ruinas que alguna vez fueron hogares.
¿Quién asume esta responsabilidad? ¿Dónde está la rendición de cuentas?
La historia de Amr es una súplica: no mirada política, sino humanitaria. Una exigencia de empatía, de acción concreta y de respuestas reales frente a la catástrofe que vive Gaza. Mientras el mundo mira hacia otro lado, él sigue allí, con los ojos abiertos, buscando lo que ya no volverá.