El retorno de Trump y el ajedrez geopolítico: ¿una nueva era de disuasión militar?
El ataque sorpresa contra Irán reconfigura el tablero internacional y envía un mensaje contundente a China, Corea del Norte y Rusia
Donald Trump ha vuelto al centro de la arena geopolítica con un golpe inesperado: una operación militar quirúrgica contra instalaciones nucleares en Irán, realizada en medio de un conflicto latente entre Israel y Teherán. Utilizando bombarderos B-2 y misiles Tomahawk, el expresidente estadounidense demostró que su segundo mandato no será sinónimo de aislamiento, sino de una forma renovada de política exterior agresiva, pero calculada.
El ataque del 22 de junio de 2025 marcó no sólo un punto de inflexión en el conflicto entre Israel e Irán, que culminó en un alto al fuego apenas dos días después, sino que resonó profundamente en el Indo-Pacífico, donde las potencias como China y Corea del Norte observan con atención cada movimiento de Washington.
El gol en tiempo extra de la doctrina Trump
Durante su primera presidencia, Donald Trump se mantuvo fiel al eslogan de "América Primero", una política más inclinada al repliegue militar que al intervencionismo clásico. Si bien presionó a países rivales con fuerte retórica y sanciones, evitó caminos que llevaran al enfrentamiento bélico directo.
Pero esta vez la historia fue distinta. Trump optó por una acción concreta con implicaciones estratégicas profundas. Según Duyeon Kim del Center for a New American Security en Seúl:
“Los ataques muestran que Trump no teme usar la fuerza. Esto envía un mensaje claro no solo a Irán, sino también a Corea del Norte, China y Rusia.”
En un giro inesperado, y justo mientras estaban en marcha negociaciones diplomáticas con Irán, Trump eligió actuar. El mensaje quedó claro: Estados Unidos responderá con contundencia si sus intereses son amenazados, incluso en medio de conversaciones diplomáticas.
Asia mira de reojo: el eco del ataque en Beijing y Pyongyang
China, Corea del Norte y Rusia reaccionaron rápidamente al ataque calificándolo de "agresión sin provocación" y de "violación del derecho internacional". Sin embargo, hay una lectura más profunda que no se quedó sólo en la condena pública.
Según Zhao Minghao, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Fudan de Shanghái:
“La forma en que EE.UU. usó el poder mediante ataques aéreos contra Irán debe ser analizada cuidadosamente por China. Demuestra cómo Trump ejerce presión militar para forzar negociaciones, algo que podría replicarse ante un conflicto por Taiwán.”
El principio de “ambigüedad estratégica” que rige la relación entre Estados Unidos y Taiwán gana otra capa de complejidad. ¿Podría Trump actuar de forma similar si China avanza militarmente sobre la isla?
Desde Corea del Norte, por su parte, la lectura es aún más sombría. Joseph Dempsey, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, advirtió:
“Pionyang evaluará que si Irán hubiera tenido armas nucleares operativas, el ataque no habría ocurrido. Esto reafirma su decisión de mantener y expandir su arsenal nuclear.”
El efecto colateral: fortalecimiento de la doctrina de disuasión
Una de las consecuencias más significativas del ataque es su efecto sobre los aliados estadounidenses, especialmente en Asia-Pacífico. Para países como Japón, Corea del Sur y Australia, el mensaje fue claro: Estados Unidos no se quedará pasivo ante amenazas, incluso si eso implica acciones unilaterales de alto riesgo.
El analista australiano Euan Graham lo resume así:
“Si se ve como un ataque limitado con éxito para reforzar las líneas rojas, los aliados lo interpretarán como reafirmación del liderazgo estadounidense. Es un mensaje útil para quienes dudaban del compromiso de EE.UU. en la región.”
Este tipo de postura podría disuadir a China de cruzar ciertas fronteras, como una invasión directa a Taiwán. Sin embargo, también incrementa el riesgo de una escalada ante cualquier malentendido o provocación menor.
Israel y el modelo de ataque relámpago: ¿la excepción o el nuevo patrón?
Uno de los factores que permitió el éxito de la misión fue la participación indirecta de Israel. En los días anteriores al ataque estadounidense, fuerzas israelíes eliminaron las defensas antimisiles iraníes, abriendo una ventana crucial para el ingreso sin oposición de los bombarderos invisibles B-2.
No existe en Asia un equivalente a Israel: un aliado tecnológicamente avanzado, con intereses alineados y voluntad para atacar por adelantado. Esto hace que la réplica del modelo en China o Corea del Norte sea mucho más improbable y peligrosa.
Trump, la imprevisibilidad como doctrina
Una regla geopolítica no escrita dice que los líderes deben ser predecibles para fomentar la estabilidad. Trump, sin embargo, parece fomentar deliberadamente la incertidumbre como herramienta de presión.
Como apunta Drew Thompson del RSIS en Singapur:
“El ataque sorprendió incluso a miembros del aparato de seguridad internacional. Refleja una tolerancia por el riesgo que podríamos no haber asociado con su primer mandato.”
Esta volatilidad podría tener consecuencias negativas: aliados y enemigos deben adivinar cada jugada, lo cual, en un entorno nuclear como Asia-Pacífico, puede derivar en errores catastróficos.
¿Una Taiwán envalentonada?
Un fenómeno paralelo que preocupa a los analistas es el efecto psicológico en Taiwán. El presidente Lai Ching-te ha intensificado su retórica contra China. Algunos expertos temen que busque provocar un “nuevo crisis del Estrecho” con el objetivo de consolidar apoyo internacional.
Lyle Goldstein, de Defense Priorities, lo advierte:
“Los discursos de Lai parecen diseñados para provocar una respuesta de Beijing y ganar más respaldo de aliados como Estados Unidos y Japón. Es una estrategia extremadamente arriesgada.”
¿Las negociaciones como tapadera de ataques?
El hecho de que Washington haya atacado mientras aún estaban en marcha negociaciones con Irán es particularmente inquietante para Corea del Norte, que ya ve los diálogos con escepticismo.
Según Hong Min, del Instituto de Unificación Nacional de Corea del Sur:
“Pionyang concluirá que el diálogo podría ser usado como pretexto para justificar agresión futura. Es probable que adopten una postura aún más pasiva hacia EE.UU., enfocándose en fortalecer capacidades internas y alianzas con Rusia.”
Este punto sugiere que la estrategia Trump podría minar cualquier tentativa diplomática futura en la península coreana, haciendo del enfrentamiento indirecto la nueva norma.
Lo que viene: ¿disuasión efectiva o caos controlado?
La historia juzgará si el ataque contra Irán fue una jugada maestra o un paso hacia un nuevo ciclo de tensiones. Lo que ya es claro, es que el tablero mundial está cambiando. Ya no se trata solo de proyectar poder, sino de proyectar imprevisibilidad estratégica.
Como lo han comprendido recientemente en Beijing, Seúl, Moscú e incluso Tel Aviv, la era Trump 2.0 no será de pasividad, sino de acción sorpresiva, calculada, y con ecos globales.