‘The Old Guard 2’: El eterno cliché inmortal que no supo morir con dignidad
Netflix apuesta por la inmortalidad... pero se le acaba el tiempo. Un análisis del decepcionante regreso de Charlize Theron y su banda de guerreros eternos
“La inmortalidad no debería ser aburrida. Al menos no en pantalla.” Eso parecía ser el mantra de The Old Guard en 2020, cuando Charlize Theron y su equipo de guerreros inmortales llegaron a Netflix en medio de un mundo pandémico que necesitaba escapismo como el aire.
Este año, Netflix nos entrega The Old Guard 2, una secuela que prometía darle continuidad a una fórmula que conectó inicialmente: acción estilizada, carisma de su elenco, diversidad y una historia que jugaba con la filosofía de vivir para siempre. Pero la promesa se queda atrapada en el tiempo. Literalmente.
Una expectativa en ascenso... hasta que se detiene
La primera película nos dejó con un cliffhanger intrigante: el regreso de Quynh (Vân Veronica Ngô), compañera de Andy (Charlize Theron), rescatada del fondo del mar tras siglos de tormento. The Old Guard 2 retoma desde ahí, pero en lugar de construir con ritmo, se arrastra entre escenas explicativas y una narrativa sin rumbo, para terminar... sin terminar.
Así es. La película no tiene final. No es molestia menor. Es un problema estructural. Más cerca de una serie de episodios que de una película autocontenida, la historia literalmente se corta en medio de su clímax, sin promesa clara de una continuación. No hay créditos que digan “Parte 1”, ni justificación narrativa. Simplemente: se detiene.
Como dijo un crítico: “Una película que olvida ser película”.
El relevo: Victoria Mahoney y el legado de la dirección
Una de las principales diferencias con respecto a la entrega original es el cambio de dirección. Victoria Mahoney, conocida por su trabajo en series como You o Queen Sugar y por ser directora de segunda unidad en Star Wars: The Rise of Skywalker, toma el relevo de Gina Prince-Bythewood. Con una carga importante que llevar, Mahoney intenta dar su propia impronta, pero se siente limitada por una estructura más preocupada por preparar que por contar.
La apertura promete: una escena de acción contundente donde Nicky y Joe protagonizan una persecución automovilística tipo James Bond, mientras Andy y Nile van al cuerpo a cuerpo. Pero tras ese pico inicial, lo que sigue es una resaca cinematográfica: explicaciones innecesarias, conversaciones repetitivas sobre el tiempo, la muerte y la traición. Espiritualidad barata sobre la eternidad.
¿Dónde está el carisma inmortal?
El elenco sigue siendo uno de los puntos fuertes, aún si no están al servicio de un guion dinámico. Charlize Theron conserva el aura de la guerrera cansada del mundo, aunque aquí parece más como si estuviera esperando a que alguien llame “corte”. KiKi Layne, como Nile, sigue siendo efectiva, pero su evolución es escasa.
Matthias Schoenaerts ofrece momentos de humanidad sincera, mientras que Uma Thurman, como la nueva villana Discord (sí, ese es su nombre), entrega una actuación intensa pero contenida, en lo que claramente parece una preparación para algo que aún no veremos. Tal vez en una “Parte 3”, si Netflix se digna a aclarar que existen esas partes.
Sobre la representación LGBTQ+
Uno de los puntos destacados de The Old Guard fue su representación abierta de una pareja homosexual en plena acción. Joe (Marwan Kenzari) y Nicky (Luca Marinelli) no sólo eran combatientes de siglos, sino una sólida pareja gay sin ambigüedades. Esa misma valentía parece ausente cuando el guion evita definir claramente la relación entre Andy y Quynh, a pesar de múltiples insinuaciones y una historia compartida de siglos. ¿Por qué la insinuación y no la confirmación?
En un contexto cinematográfico donde Hollywood intenta avanzar en representación real, esta omisión parece más una cobardía que una ambigüedad artística.
Netflix y el hábito peligroso del “ya vendrá la secuela”
Este comportamiento es cada vez más frecuente: estudios que asumen que una película puede vivir incompleta si el gancho es lo suficientemente potente. Como si el público estuviera obligado a ver múltiples entregas para obtener una historia completa.
Películas como Dune: Part One o sagas como Wicked y Mission: Impossible al menos tienen la decencia de comunicar que son parte de algo más amplio, y ofrecen narrativa y producción que justifican esa ambición.
The Old Guard 2 no hace eso. Netflix ofrece una pieza truncada, sin aviso, sin redención para sus personajes, sin clímax, con una estructura que sólo sirve a una estrategia corporativa: retención de suscriptores.
Una sombra de lo que fue
La primera Old Guard llegó en 2020 con 112 millones de vistas en el primer mes, según cifras de Netflix, convirtiéndola en un éxito inesperado. Se estrenó en plena pandemia, en un momento de aislamiento global donde las aventuras sobre la vida eterna y empatía parecían el escape perfecto.
Cuatro años después, “The Old Guard 2” llega sin ese contexto emocional, sin urgencia narrativa y, lo peor, sin alma. En un entorno donde el cine de acción se reinventa con propuestas como John Wick o la nueva etapa de Mad Max (también con Charlize Theron, por cierto), esta propuesta cae estrepitosamente en lo monótono, lo genérico, y lo inacabado.
¿Vale la pena verla?
- Duración: 105 minutos. Se hacen sentir largos.
- Calificación: R por violencia gráfica y lenguaje.
- Plataforma: Netflix.
Salvo por fanáticos absolutos del primer filme o admiradores de Theron, la película carece de urgencia. Es un entretenimiento de fondo, de esos que puedes dejar mientras haces la comida o contestas correos. Pero no cumple como evento cinematográfico por sí mismo. Y eso, en estos tiempos, es casi imperdonable.
Franquicias: ¿el futuro del cine o su sentencia?
“No hay nada divertido en descubrir que vimos una parte 1 sin saberlo.” Esta frase, compartida en varios foros de fans, lo resume bien. El fenómeno de los cliffhangers sin resolución se ha extendido peligrosamente. Netflix, en su obsesión por crear universos duraderos, ha olvidado una máxima del cine: cada historia merece su cierre.
The Old Guard 2 es ejemplo de cómo la sobreplanificación narrativa y la incertidumbre corporativa pueden matar la magia. Una historia sobre inmortales atrapada en una plataforma que no supo cómo dejarla morir... o vivir con dignidad.