El paraíso (cerrado) de Kim Jong Un: Turismo de cartón piedra y propaganda en Corea del Norte

El nuevo resort de Wonsan-Kalma quiere atraer masas, pero la realidad geopolítica y económica cuenta otra historia

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Un oasis turístico... sin turistas extranjeros

En una llamativa muestra de infraestructura costera, el régimen norcoreano ha inaugurado oficialmente su colosal complejo turístico Wonsan-Kalma, construido a orillas del Mar de Japón. Con capacidad para unas 20,000 personas, el resort fue presentado por Kim Jong Un como uno de los grandes logros de Corea del Norte para este año. Sin embargo, más allá de los toboganes de agua, los parasoles rojos y blancos y las imágenes cuidadosamente escogidas de familias disfrutando bajo el sol, la verdadera meta de este ambicioso proyecto podría estar aún muy distante.

El turismo como vía de salvación

Corea del Norte ha estado aislada económicamente durante décadas debido a las sanciones internacionales, su propio hermetismo y, más recientemente, la pandemia del COVID-19. El impulso de Kim al turismo tiene una raíz evidente: diversificar una economía severamente afectada por las sanciones impuestas después de repetidos ensayos nucleares y lanzamientos de misiles.

Ya en 2013, Kim delineó su plan de convertir a Wonsan, su ciudad natal, en un nodo central para el turismo internacional. Según informes del medio estatal Korean Central News Agency (KCNA), el objetivo era tener un complejo con "estándares globales" que pudiera atraer visitantes, contribuir a la prosperidad regional y mostrar un rostro moderno del país más aislado del mundo.

Propaganda en traje de baño

Las imágenes publicadas por los medios oficiales muestran una escena veraniega de ensueño: niños jugando con pelotas inflables, adultos deslizándose por los toboganes y una atmósfera de relajación tan impostada como la retórica de la KCNA, que calificó el evento de apertura como “una manifestación del florecimiento sin precedentes de nuestra cultura turística al estilo coreano durante la era del Partido de los Trabajadores”.

La realidad, sin embargo, es más sunta. Con las fronteras aún cerradas a la mayoría de los extranjeros, y con los turistas chinos —que representaban antes de la pandemia más del 90% del turismo extranjero— aún ausentes, el futuro del complejo es incierto.

¿Y los turistas?

Desde el inicio del cierre por la pandemia en 2020, Corea del Norte suspendió completamente el ingreso de extranjeros. Aunque desde 2022 se han empezado a relajar algunas medidas y se acogieron recientemente a turistas rusos como parte de una nueva etapa en la cooperación bilateral, los números son decepcionantes. Solo unos 880 rusos fueron realmente turistas entre los más de 2,000 que ingresaron al país en el último año según datos del gobierno ruso, lo cual es irrisorio para sostener un desarrollo turístico de esta magnitud.

Un viaje de prueba al resort de Wonsan-Kalma para un grupo de turistas rusos ha sido agendado para el 7 de julio, incluyendo una visita a Pyongyang. Pero ningún otro grupo, ni siquiera de los aliados tradicionales como China, ha mostrado interés inmediato en reactivar flujos turísticos hacia el estado gobernado por Kim Jong Un. Además, un programa piloto de visita a la ciudad fronteriza de Rason para viajeros internacionales en febrero fue suspendido en menos de un mes.

Turismo en una burbuja

El régimen ha invertido cuantiosas sumas en estos proyectos. Expertos estiman que la construcción del complejo costó entre USD 400 y 900 millones, una cifra astronómica comparada con los presupuestos públicos norcoreanos.

Gran parte del financiamiento provino de la “movilización popular”, es decir, trabajadores obligados a donar su salario o trabajar gratis para acelerar las obras. Todo esto se enmarca en un modelo propagandístico donde la población debe demostrar entusiasmo por cada iniciativa del “Querido Líder”, mientras las verdaderas condiciones sociales siguen siendo críticas.

En este contexto, incluso el turismo interno es un acto más de control ideológico que de esparcimiento. Según testimonios de desertores, muchas de las visitas de ciudadanos norcoreanos a destinos turísticos como Kumgangsan o Wonsan no son voluntarias, sino organizadas por el Partido y bajo vigilancia.

El espejismo de la apertura

¿Por qué construir un resort sin turistas? La respuesta parece estar más en el plano interno que en lo económico. Para Kim, esta infraestructura es una postal propagandística. Una vitrina para mostrar al mundo —y a su pueblo— que Corea del Norte puede tener los mismos estándares que sus enemigos capitalistas, incluso sin la ayuda de Occidente.

Además, podría haber una agenda diplomática oculta. Al permitir la entrada de turistas rusos, se fortalece la alianza estratégica con Moscú, que ha dado señales claras de respaldo militar y económico a Pyongyang. Incluso se habla, según medios surcoreanos, de futuros programas conjuntos de desarrollo industrial y actividades turísticas entre las dos naciones.

El turismo como herramienta de poder blando

Corea del Norte ya había intentado en años anteriores practicar un turismo “filtrado” a través de proyectos controlados como el fallido resort turístico de Monte Kumgang, una colaboración con Corea del Sur que acabó abruptamente cuando un turista surcoreano fue asesinado por cruzar sin permiso a una zona militar.

El país también ha recibido ocasionalmente grupos de turistas occidentales bajo vigilancia estricta (especialmente antes de 2019). Uno de los casos más emblemáticos fue el del estudiante estadounidense Otto Warmbier, quien murió tras ser detenido por presunto robo de propaganda en un hotel.

¿Puede el turismo salvar la economía norcoreana?

A pesar del discurso triunfalista, las cifras económicas siguen sin dar respiro. Según datos de la Korea Development Institute, el PIB norcoreano cayó un 4.5% en 2020 y apenas un 0.6% en recuperación en 2023. El turismo, si bien es una fuente válida para otras economías sancionadas como Cuba o Irán, requiere de un mínimo de apertura y confianza internacional, algo que Pyongyang sigue sin demostrar.

Para 2024, casi ningún país del G20 ha establecido tratados específicos de cooperación turística con Corea del Norte, y el índice de libertad de prensa del país sigue siendo el más bajo del mundo según Reporteros Sin Fronteras (clasificado 180/180).

Turismo sin acceso: un símbolo de las contradicciones del régimen

La apertura de Wonsan-Kalma es otro ejemplo de cómo Corea del Norte invierte en la imagen antes que en la infraestructura pública esencial. Mientras la mayoría de su población depende del racionamiento de alimentos, la construcción de lujosos resorts para turistas ajenos —o recreaciones para las castas internas del Partido— revela la desconexión entre la cúpula gobernante y las necesidades ciudadanas.

En última instancia, el resort no deja de ser una escenografía glorificada, dentro del guion de propaganda de uno de los regímenes más herméticos y autocráticos del mundo. Sus piscinas podrían estar llenas de agua, pero su promesa de desarrollo queda, por ahora, desierta de turistas y sueños.

Fuentes:

Este artículo fue redactado con información de Associated Press