La nueva era ultraconservadora: el plan fiscal de Trump y el terremoto político en Estados Unidos

Debate interno, recortes sociales, tensiones políticas y la presión de Elon Musk: el futuro económico de EE. UU. se define en una tormenta ideológica

El regreso del plan fiscal de Trump: ¿un déjà vu o una nueva ofensiva?

En una maratónica y tensa sesión del Senado celebrada el pasado fin de semana, los republicanos, con el respaldo del expresidente Donald Trump, lograron avanzar en una nueva legislación que busca renovar radicalmente la política fiscal de Estados Unidos. El paquete, de casi 1,000 páginas, incluye la extensión de recortes fiscales valorados en 3.8 billones de dólares, recortes sustanciales en programas sociales, dinero destinado a seguridad nacional y fondos para deportaciones masivas.

El proyecto ha despertado profundas divisiones no solo entre demócratas y republicanos, sino también dentro de las propias filas del Partido Republicano. Y es que más allá del contenido económico, el proyecto es una declaración ideológica sobre el rumbo que quiere tomar el país.

Una votación de alto voltaje

El procedimiento en el Senado alcanzó un nivel de drama pocas veces visto. La votación, que terminó 51-49, estuvo estancada durante horas mientras senadores republicanos indecisos negociaban a puerta cerrada. Finalmente, incluso con la posibilidad de que el vicepresidente JD Vance tuviera que intervenir en caso de empate, el proyecto avanzó. Dos senadores republicanos —Thom Tillis y Rand Paul— votaron en contra, alzando la voz contra los recortes al Medicaid.

“Esta noche hemos logrado una GRAN VICTORIA en el Senado”, celebró Trump en sus redes sociales tras la votación. Pero el entusiasmo del expresidente contrasta con la preocupación palpable, incluso entre algunas figuras conservadoras.

¿Quién gana y quién pierde con el plan?

Según un análisis de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), este plan fiscal aumentaría en 11.8 millones el número de personas sin seguro médico para 2034. A su vez, el CBO estima que los hogares con mayores ingresos podrían beneficiarse con un recorte de impuestos de alrededor de $12,000 anuales, mientras que los sectores más pobres perderían aproximadamente $1,600.

El proyecto incluye la eliminación de impuestos sobre propinas y nuevos beneficios fiscales permanentes que, técnicamente, debían expirar este año. También incluye 350 mil millones de dólares en gastos de seguridad nacional con foco en deportaciones. Hasta ahí, suena a una clara victoria conservadora.

Pero los costos vienen de la mano de recortes en programas sociales claves: Medicaid, el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (comida) y subsidios a las energías renovables. Estas reducciones han generado disensiones dentro del bloque republicano, especialmente entre legisladores de estados con grandes poblaciones rurales y bajos ingresos.

Elon Musk: un verdugo inesperado

Uno de los críticos más feroces del paquete ha sido Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, y exfuncionario del gobierno. Musk no escatimó palabras en sus redes sociales, calificando la iniciativa como “suicidio político” y “una aberración llena de sobornos”.

“El último borrador del Senado destruirá millones de empleos en América y causará un daño estratégico inmenso a nuestro país”, escribió Musk en X.

Su crítica se centra en la idea de que el plan premia “industrias del pasado” mientras asfixia los sectores tecnológicos emergentes que podrían liderar la economía del futuro. Esto ha reabierto un conflicto entre Musk y Trump, otrora aliados. Musk incluso insinuó en redes que Trump podría estar vinculado a los archivos del escándalo Epstein —algo que incendió aún más la polémica.

Presión social e impopularidades emergentes

El plan también revive una de las batallas fiscales más controversiales: el límite de deducciones fiscales por impuestos estatales y locales (la cláusula SALT). En el borrador actual, los legisladores proponen elevarlo de $10,000 a $40,000, pero solo por cinco años. Esto fue aplaudido por algunos republicanos en estados con altos impuestos como Nueva York y California, pero criticado por conservadores fiscales del mismo partido.

Al respecto, la líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, denunció que el texto se presentó “en la oscuridad de la noche” y obligó a una lectura completa del borrador que duró hasta la madrugada. La oposición demócrata ha sido frontal, acusando al proyecto de favorecer a los ricos a expensas de los más vulnerables.

La influencia del ala dura republicana

El impulso detrás de esta legislación no solo resume las prioridades fiscales de Trump, sino que también refuerza la creciente influencia del ala más dura del partido, la cual exige disciplina fiscal pero en realidad está apostando por un modelo que favorece grandes intereses y erosiona la red de protección social.

El senador Rand Paul, uno de los “no” en la votación, se mostró preocupado no solo por Medicaid, sino por “el legado de deuda que estamos dejando detrás a nuestros hijos”. Por su parte, otros senadores moderados como Murkowski de Alaska aceptaron el texto tras recibir garantías y concesiones específicas (como el fondo de $25 mil millones para hospitales rurales).

La visión de Trump: populismo fiscal o privilegio disfrazado

Desde su primer mandato, Trump ha hecho de la reducción de impuestos uno de los pilares de su agenda económica. Su famosa frase “Make America Great Again” viene acompañada de una simplificación del sistema tributario y incentivos al capital privado. Sin embargo, los críticos argumentan que tales políticas solo aumentan la desigualdad.

Un estudio de Tax Policy Center estimó que los beneficios netos del plan Trump de 2017 favorecieron principalmente al 1% más rico, mientras que las clases medias recibieron ahorros marginales y en muchos casos renegociaciones costosas en sus seguros médicos.

El dilema republicano: entre la cohesión y el colapso

Con mayorías apretadas tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, el Partido Republicano no puede permitirse errores. El más mínimo desliz puede descarrilar el proyecto. El líder John Thune ha estado “conciliando” entre facciones conservadoras y moderadas, sin garantías de éxito pleno. En la Cámara, el presidente Mike Johnson envió a todos los congresistas de vuelta a sus distritos, con la promesa de regresar si el Senado logra concretar la aprobación final.

La presión de Trump es constante; cualquier legislador que se oponga puede convertirse en blanco de su maquinaria política. El caso de Thom Tillis es emblemático: Trump amenazó con hacer campaña en su contra por no apoyar el proyecto. Tillis, por su parte, defendió su postura con el argumento de que Medicaid no debería verse como moneda de cambio política que deje a millennials y ancianos sin atención médica.

¿Quién tiene la razón: conservadores fiscales, Musk u opositores sociales?

Desde una perspectiva analítica, el paquete avanza una agenda conservadora coherente con la filosofía de “gobierno reducido”, pero al mismo tiempo tropieza en el terreno moral y estratégico. Incentivar las industrias del carbón, eliminar subsidios verdes y recortar servicios básicos no solo puede generar desequilibrios sociales, sino también desalentar la innovación necesaria para que EE. UU. compita con potencias como China o India.

Musk, aunque muchas veces políticamente errático, tiene razón en un punto: el futuro de la economía estadounidense requiere más apuesta en tecnología, inteligencia artificial, energías limpias y educación, no menos. El conservadurismo de gasto puede llevar a un país tecnológicamente rezagado y socialmente más desigual.

¿Qué sigue ahora?

El Senado continuará con las enmiendas durante toda la semana. Si logra la aprobación final, el proyecto pasará nuevamente por la Cámara, donde se espera una votación tensa antes del 4 de julio, fecha simbólica elegida por Trump para rubricar este hito económico. En juego no solo está el presupuesto de los próximos años, sino también el rumbo político de Estados Unidos en un contexto de creciente polarización.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press